“Ese día, cuando llegué a mi casa pocos minutos después de lo ocurrido, parecía un bombardeo, fue muy drástico, muy terrible, no daba crédito a lo que observaba”, narró.

 



Por Oscar Morales Ramírez

CDMX.- La sala del hogar de Elsa García Hernández, jamás volvió a ser la misma después del sismo del 19 de septiembre de 2017. Sobre el piso de este espacio, yacieron los cuerpos de menores que fallecieron en el colapso del Colegio Enrique Rébsamen.

Sentada en el sillón pequeño de su acogedora sala, la mujer acaricia insistentemente sus manos mientras observa la fría loseta. De repente, sin previo aviso, dice: “aquí donde estamos, estuvieron los cuerpecitos de los niños”.

A dos años de la tragedia, Elsa, vecina de la colonia donde se localizaba el centro educativo en el sur de la Ciudad de México, rememora día tras día al pasar por esta pieza, el acontecimiento que cobró la vida de 26 personas, entre ellas 19 menores de edad.

“Ese día, cuando llegué a mi casa pocos minutos después de lo ocurrido, parecía un bombardeo, fue muy drástico, muy terrible, no daba crédito a lo que observaba”, narró.

Recuerda que después del sismo de magnitud 7.1 que sacudió la zona centro de México, su hijo comenzó a preparar su casa para recibir a los heridos después del colapso de la escuela.

Elsa hace una pausa en la narración. Respira profundo y trata de contener el llanto, el recuerdo de lo que siguió después, la supera en ocasiones.

“Esperábamos que nos trajeran heridos, pero no, para nuestra sorpresa nos llevaron a niños que lamentablemente ya habían fallecido.”, cuenta.

El silencio invade la habitación. Elsa necesita tomar fuerza de nuevo para continuar.

El espacio donde se reúne la familia para conversar y descansar, aquel fatídico martes 19 de septiembre, se convirtió en una morgue para colocar los cuerpos de cinco menores de edad y un adulto.

Las escenas desgarradoras parecían no tener fin y Elsa experimentó sus puntos más álgidos cuando comenzaron a llegar los padres de los niños fallecidos.

“El primer chiquito de siete años estaba con su mamá en el piso, fue desgarrador ver el llanto de su madre. Otros papás al llegar gritaban, maldecían, se culpaban incluso.”, describe.

Superada por lo que presenciaba, decidió salirse del lugar, pero los gritos desesperados de una adulta mayor que exclamaba desesperada una y otra vez: “¡no, no, no, éste no es mi nieto!”, la paralizaron.

Sin embargo, la esperanza se hizo presente cuando comenzaron a llegar a su hogar algunos infantes heridos que fueron resguardados en los pisos superiores de la vivienda, “me sentí afortunada de ayudarlos en ese momento.

“Mucha gente me decía, ‘¿cómo los pudiste tener ahí?’ Y yo les contestaba: ‘Me llegaron, y como cristiana que soy los apoyaba en cualquier cosa. Son mis angelitos’”, dice.

Hoy, a casi dos años de lo acontecido, Elsa trata de superar el evento, aunque no puede dejar de recordar la negligencia de la directora del Colegio Enrique Rébsamen, Mónica García Villegas.

Afirma que en la institución había cuatro departamentos construidos arriba de las aulas, uno de los cuales fue remodelado con mármol que aportó un mayor peso a la estructura y pudo contribuir al posterior derrumbe del edificio durante el sismo.

En este sentido, Elsa asevera que fue un invento el rescate de la niña Frida Sofía que una cadena nacional de televisión transmitió en vivo. Detalla que lo que realmente se buscaba era la caja fuerte que García Villegas y sus hijas tenían en uno de los departamentos.

Según los testimonios de varios vecinos que acudieron a ayudar el día del sismo, las hijas querían encontrar el codiciado objeto.

“(La caja fuerte) Debió tener mucho dinero o papeles muy importantes guardados ahí, pues hasta la Marina dejo de sacar personas para poder encontrar esa caja, y no sólo eso, también sacaban ropa y joyas, que según eran de marcas muy caras”, narra Elsa con un fuerte tono de voz.

Elsa describe que otra vecina de la colonia, le contó que llegó una de las hijas de la directora y preguntó por su laptop y exigió de una manera prepotente que se la dieran, ya que ahí “tenía toda su vida”.

Al escucharla, la mujer le respondió: “la vida de los niños a ustedes no les importó, no les importa para nada”. La joven guardó silencio y se fue sin decir nada.

Por otra parte, Elsa sostuvo que en la zona los residentes se organizaron para atender la emergencia, pues en una casa guardaban medicamentos, mientras que en otras se almacenaban herramientas.

De la ayuda que llegaba, todo estaba etiquetado, para que no se adjudicara nada el gobierno, agregó al tiempo de emitir una ligera sonrisa.

“Cuando llegó la Marina, empezó el choque contra los topos, y cuando los topos sacaban un cuerpo o algo, los marinos los quitaban a ellos y se ponían para la foto, y cosas así que dices ‘no se vale’”, señala.

En el lugar del colapso, continuó, hubo varios problemas, ya que la Marina traía mucho equipo, pero la mano de obra era de los rescatistas conocidos como “topos”.

Ambas corporaciones no pudieron ponerse de acuerdo, y los “topos se cansaron de no poder trabajar y se empezaron a ir porque decían que podían necesitar su ayuda en otro lugar”.

Luego del colapso del Colegio Enrique Rébsamen, Mónica García Villegas estuvo prófuga casi dos años, pero el pasado 11 de mayo fue detenida por los probables delitos de homicidio culposo y responsabilidad de los directores de obra.

Al observar a través de las rejas que resguardan lo que fue la escuela, es inevitable asociar los huecos de los muros caídos con el vacío que dejó la tragedia y la negligencia en las familias de las víctimas.