En los últimos seis años, el Partido Revolucionario Institucional evidenció una escandalosa corrupción que embarró al Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, y al menos una decena de gobernadores priistas que él mismo había llamado en la euforia de su triunfos “la nueva generación”.
CDMX- La noche del dos de julio del año 2000, cuando los foxistas y la oposición festejaban jubilosos en el Ángel de la Independencia -y en gran parte del país- la derrota del PRI, un ataúd con las siglas del partido expulsado de Los Pinos rondaba entre la muchedumbre, pero Vicente Fox no quiso que el performance fuera expuesto en el templete. El triunfador proyectaba un dejo de respeto al adversario que gobernó México casi con carro completo, hasta ese entonces, 71 años.
Pero muchos gozaban la alternancia y, suponían la muerte del poderoso instituto político, el de las mayorías, de los sectores obrero, campesino y popular, del Movimiento Territorial, de las mujeres, de los jóvenes, etcétera.
Pero el PRI, no murió.
El tricolor, en ese entonces encabezado, de acuerdo a la usanza por el primer priista Ernesto Zedillo, que tenía una “sana distancia” entre la Presidencia y el partido, y por el candidato derrotado Francisco Labastida Ochoa, quedó como segunda fuerza, con el 36.11 por ciento de los sufragios. Vicente Fox, del PAN obtuvo el triunfo con el 42.52 por ciento de los votos y el entonces perredista Cuauhtémoc Cárdenas captó el 16.64 por ciento, quedando el tercer lugar.
Un sexenio después, en el año 2006, el PRI vuelve a perder la presidencial y esta vez la derrota fue más humillante.
El tabasqueño Roberto Madrazo Pintado, quien previamente se había adueñado del partido junto con la maestra Elba Esther Gordillo, con quien a la postré se enfrentó, fue víctima de una crisis priista que él mismo gestó.
Con la poderosa maestra en contra, que formó al partido Nueva Alianza y la agrupación Todos Unidos Contra Madrazo (TUCOM), integrado por el entonces coordinador de los senadores del PRI, Enrique Jackson y los gobernadores en turno del Estado de México, Arturo Montiel; de Nuevo León, Natividad González Parás; de Tamaulipas, Tomás Yarrington y de Coahuila, Enrique Martínez y Martínez, Madrazo tuvo una accidentada campaña y una pobre votación.
La debacle del otrora partido poderoso fue tal, que el Revolucionario cayó al tercer sitio de la votación en la elección presidencial con sólo 9.3 millones de votos, debajo del entonces candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, que sumó 14.7 millones de sufragios, con el 35.29 por ciento y abanderado del PAN Felipe Calderón, con 15 millones de votos, con el 35.91 por ciento de la votación.
Pero el PRI no murió.
En 2012 el PRI de Enrique Peña Nieto -con Televisa, otras televisoras y gran parte del empresariado como aliados- se recupera de tal forma que retornan a Los Pinos.
Pero en seis años, el Partido Revolucionario Institucional evidenció una escandalosa corrupción que embarró al Presidente de la República Enrique Peña Nieto y al menos una decena de gobernadores priistas que él mismo había llamado en la euforia de su triunfos “la nueva generación”.
Los miembros del supuesto nuevo PRI: Javier Duarte (Veracruz), César Duarte (Chihuahua), Roberto Borge (Quintana Roo), Andrés Granier (Tabasco), Rodrigo Medina (Nuevo León), Roberto Sandoval (Nayarit), Mario Anguiano (Colima) y Egidio Torre Cantú (Tamaulipas) enfrentaron cargos por peculado, lavado de dinero o desvío de fondos y algunos huyeron de la justicia.
A esta imagen del PRI habría que agregar a los exgobernadores tamaulipecos Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, ambos apresados en el sexenio de Peña Nieto, por extorsión, tráfico de drogas, lavado de dinero y fraude bancario, así como por peculado y operaciones con recursos de procedencia ilícita.
*******
Las elecciones presidenciales del 1 de julio de 2018 aún le duelen al PRI. Si en el 2006 gran parte de la sociedad le dio la espalda, esta vez el rechazo fue más notorio.
En su 89 aniversario, el Revolucionario Institucional cosechó el peor resultado electoral de su historia, pues su candidato José Antonio Meade quedó en un lejano tercer sitio con el 16.41 por ciento de la votación.
El tricolor solo obtuvo 15 de los 300 distritos federales electorales de toda la República y solamente triunfó en una fórmula para el Senado, mientras que de las nueve gubernaturas en juego no ganó ni una.
Pero el PRI, no murió.
Los cuadros que aún quedan, aseguran que hay partido para rato.
“El PRI sigue siendo nacional. Está vivo y en transformación. Tenemos que redefinir el partido que queremos ser, cómo hacer política, estar más cerca de la gente, ser más eficientes. Hay que construir partido, no solo en elecciones. Es una revisión total del tricolor” dijo su aun dirigente Claudia Ruiz Massieu, días después de la derrota de julio de 2018.
¿RUMBO A LA AUTODESTRUCCIÓN?
Desde la debacle del hoy nonagenario partido, diversos liderazgos comenzaron a ver la oportunidad para proponer la renovación del CEN, algunos culparon por la derrota a Peña Nieto y hasta su expulsión del partido han sugerido.
Hoy, a 10 meses de su más apabullante derrota, el Partido Revolucionario Institucional se encuentra hundido en la peor de sus crisis, de votos, financiera y de militancia. Ante el Instituto Nacional Electoral (INE) tenían registrados desde hace cinco años seis millones 545 mil 923 militantes, pero recientemente tuvo que admitir, que no es cierto, que son menos, algo así como únicamente un millón 159 mil 320 militantes debidamente registrados.
Por eso el exrector de la UNAM y exsecretario de Salud con Peña Nieto que aspira a la dirigencia del Comité Ejecutivo Nacional, no tiene empacho en evidenciar que su partido ha vivido en la simulación, con un padrón inflado, por lo que dice preferir una elección solo entre delegados y no abierta.
Empero en el Consejo Político de marzo pasado, el PRI acordó -cuando pensaba que tenía 6.5 millones de militantes- que la elección para la renovación del CEN debe ser mediante voto directo de los priista.
Hoy, rubo a la elección del CEN del tricolor, los mermados priistas escenifican una guerra interna que vaticina mayores daños para el partido minoritario.
En medio de la división interna, el ex gobernador oaxaqueño Ulises Ruiz, también aspirante a la dirigencia nacional del partido, acusó a sus adversarios, el gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, “Alito” , y al ex rector de la UNAM, José Narro, de ser los candidatos del plan “A” y “B” de Enrique Peña Nieto para suceder a Claudia Ruiz Massieu.
Más allá de eso, Ulises acusó formalmente ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade) a su compañero de partido por presunto peculado, pues dice que desvía recursos del gobierno para su campaña por la dirigencia priista
En entrevista con Notimex, el ex mandatario acusó que los mismos de siempre quieren quedarse con el partido, que son los que están detrás de “Alito” y de Narro. “Son los candidatos oficiales de Peña Nieto”.
El gobernador campechano Alejandro Moreno ha minimizado a su contrincante Ulises Ruiz, bajo el argumento de que las acusaciones son infundadas y que el oaxaqueño busca foco porque está fuera de la política.
En los próximo días “Alito”, a quienes algunos adversarios tildan de “Amlito”, porque supuestamente el Presidente Andrés Manuel López Obrador lo ve con buenos ojos, pedirá licencia para separarse del Gobierno de Campeche, por lo que se advierte que la guerra con Ulises Ruiz y entre los diversos grupos priista, subirá de tono.
Ivonne Ortega, la ex gobernadora de Yucatán que también aspira a dirigir el priismo nacional, advierte que hoy es tiempo de erradicar la “falsa unidad” del PRI.
En recientes declaraciones al medio Milenio, Ortega dijo que los nombramientos cupulares, designaciones e imposiciones deben acabar para que se erradique esa condición de falsa unidad que se mantiene en el PRI tras perder la elección pasada del 2018.
De aquí a la probable fecha de renovación de dirigencia priista (septiembre) aún faltan unos 100 días, pero en la primera etapa de este lapso el PRI se resigna a seguir hundiéndose en las votaciones, pues de acuerdo con la mayor parte de encuestas, no figura ni en Puebla ni en Baja California, donde se eligen gobernadores.
Pero además en la renovación de municipios y diputaciones en Quintana Roo, Durango, Tamaulipas y Aguascalientes los pronósticos tampoco les son muy halagüeños.
A esto habría que sumar la encarnizada guerra que ha iniciado ya entre Ulises Ruiz y Alejandro Moreno, donde involucran a José Narro, y en la que Ivonne Ortega no se quedará callada.
Los gobernadores priistas que aún quedan, tomarán un papel fundamental a la hora de operar, tal como dicen, lo hace tras bambalinas el ex presidente Peña Nieto.
Naturalmente el PRI minoritario no ha muerto, pero mermado por todos sus ángulos y en medio de su lucha interna, pareciera acercarse más a su autodestrucción, aunque ellos y sus aliados le apuestan al resurgimiento y la renovación. (Notimex)