El panismo en la entidad debe preguntarse por qué sí ganaron en Guanajuato, Puebla y Yucatán, y en Baja California fueron rechazados por los electores.
Por Alberto SARMIENTO REYES / HIPTEX
En marzo pasado, los principales liderazgos del panismo en Baja California fueron informados que, de cara a la elección del uno de julio, Acción Nacional tenía perdidas 19 entidades del País, todas ganadas por Andrés Manuel López Obrador y su coalición de partidos.
Pero el panismo en la entidad se mantuvo en su arrogancia, pensando que Baja California seguiría siendo un bastión.
Para mayo, ya en plena contienda electoral, el panismo en el poder fue informado que ya eran 22 las entidades perdidas por el PAN ante el embate de la candidatura del tabasqueño.
Pero el panismo bajacaliforniano se mantuvo firme en su arrogancia.
El uno de julio Acción Nacional sufrió una aplastante e histórica derrota en Baja California y la mayor parte del País. Solo en Guanajuato, la candidatura de López Obrador no logró ganar la elección presidencial.
Solo esa estrepitosa derrota hizo que el panismo en Baja California dejara de lado su arrogancia… pero fue tan brutal el golpe político que han quedado en la parálisis total en sus estructuras de gobierno y de partido.
A casi tres semanas del histórico resultado, el panismo en el poder no ha asumido su responsabilidad en la derrota. Ni el gobernador Francisco Vega de Lamadrid, ni los alcaldes Juan Manuel Gastélum Buenrostro, Mirna Rincón Vargas y Gustavo Sánchez Vázquez, han hecho una profunda autocrítica del papel que jugaron en las pasadas elecciones.
A lo más que han llegado, en el caso de los alcaldes de Tijuana y Playas de Rosario ha sido posponer sus aspiraciones de reelegirse en el cargo.
Pero el llamado tsunami de López Obrador y el descrédito del gobierno priista que encabeza Enrique Peña Nieto no son los únicos elementos que explican la debacle panista. En Baja California, y de manera específica en Tijuana, Mexicali y Playas de Rosarito, donde el panismo es poder tiene una grande responsabilidad en el fracaso electoral.
Por ejemplo, en Guanajuato, entidad gobernada por Acción Nacional, López Obrador perdió con una diferencia cercana a lis 230 mil votos. El tsunami tabasqueño tampoco fue suficiente para ganar las gubernaturas de Jalisco, Puebla, Guanajuato y Yucatán, la primera quedó en poder de Movimiento Ciudadano y su candidato Enrique Alfaro, y las tres restantes ganadas por el PAN.
Los panistas en Baja California deben preguntarse ¿por qué su partido pudo ganar esas gubernaturas y perder como perdió en la entidad?
Si la arrogancia se lo permite entenderán que en Guanajuato, Puebla y Yucatán, los gobiernos panistas han dado resultados y los electores se lo reconocieron, sus candidatos y el partido enfrentaron unidos y vencieron a López Obrador, que no es poca cosa viendo el nuevo mapa político nacional.
Algo parecido ocurrió en Jalisco, donde Enrique Alfaro se impuso gracias al buen nombre de que goza tras su paso como alcalde de Guadalajara.
¿Y en Baja California? El tamaño de la derrota del PAN es el tamaño del rechazo a sus gobiernos, estatal y municipales… y también a algunos de sus candidatos.
Pero de la arrogancia, el panismo ha pasado a la parálisis… o resignación ante lo que habrá de ocurrir el próximo año.