Sin ser priista, José Antonio Meade ha seguido el ritual del PRI: “dedazo”, “destape”, “cargada”…
Por Alberto Sarmiento Reyes / Hiptex
José Antonio Meade Kuribreña necesitó apenas seis días y dos mil 133 palabras para recibir el respaldo de un partido que se vio obligado a abrir la principal de sus candidaturas a un “ciudadano”, para intentar contrarrestar el descrédito que arrastra durante los cinco años de gestión de Enrique peña Nieto.
Si la creación divina requirió siete días, “Pepe Toño” necesitó uno menos para “crear una candidatura” y “ganarse a los priistas”, que ayer, al presentar su registro, ratificaron, una vez más, una muestra de “institucionalidad”, para arropar a su virtual candidato presidencial a semejanza a lo que han hecho sexenio tras sexenio, cuando el PRI ha estado en el poder.
La única diferencia en el PRI que contenderá en el 2018 es que los anacrónicos “dedazo”, “destape”, “cargada” que se aplicaron a favor, por ejemplo de Carlos Salinas de Gortari, Luis Donaldo Colosio Murrieta, el propio Ernesto Zedillo Ponce de León, y en el pasado menos reciente pero más lastimoso Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, hoy siguen vigentes para “un candidato ciudadano”.
Envuelto en esa “tradición democrática”, José Antonio Meade no tuvo empacho en su discurso de 2 mil 133 palabras, en agradecer a la maquinaria priista que el presidente de la República, ha puesto a su disposición, claro, sin mencionarlo por su nombre.
Solo faltó que “Pepe Toño” englobara los apoyos recibidos con aquellas palabras, éstas si ya en desuso en el priismo: “las fuerzas vivas del PRI”.
El ex secretario de Hacienda agradeció a quienes le ayudaron a “crear su candidatura” en estos seis días: a los dirigentes de los llamados sectores del PRI.
Pero priistas y no priistas saben que quien realmente impulsa esta candidatura ciudadana, es el presidente Peña Nieto, que fiel al estilo de su partido, ha tomado como responsabilidad el designar a su heredero. Bueno, cuando menos el candidato de su partido. Porque la elección del 2018 se percibe como bastante complicada para el PRI.
También los priistas saben que el verdadero “destape” se dio el 11 de agosto, cuando el presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, como en los años de poder del tricolor, se convierte en empleado del Ejecutivo, logró que se aprobase la reforma a los estatutos para dar cabida a las candidaturas ciudadanas.
A partir de ese día, Peña Nieto necesitó 109 días para tomar una de las decisiones políticas más importantes de su gobierno: el “dedazo”.
Con los índices de reprobación más altos en su gestión, con el mayor descrédito de su partido en la historia, y con una oposición política dividida pero mayoritaria, Peña Nieto entendió que un candidato priista sería entregar desde ya el poder a sus opositores, sean de izquierda o de derecha.
Entre los priistas que se mencionaban como suspirantes presidenciales, realmente nunca hubo uno que pudiera garantizar el triunfo. El más cercano de lograrlo, era el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, pero tiene un pequeño problema: es el responsable de la seguridad en País, y los mexicanos si de algo hemos padecido en los últimos once años es de la inseguridad.
Por ello la opción “ciudadana” que Peña Nieto impuso al PRI, para dar la pelea para retener el poder otros seis años..
Pero por lo visto en los seis días de creación de la candidatura de “Pepe Toño”, aunque el PRI se vista de ciudadano, PRI se queda.