Así nos encontramos frente a un fenómeno más complejo en donde las representaciones si bien no son neutrales y funcionan como soporte para distintas visiones del mundo, su capacidad para ser catalizador en la decisión de formar parte del crimen parece no encontrarse, a menos que se trate de un producto cultural en específico.

Texto y foto: Crisstian Villicaña

En los primeros nueve días de enero de 1990 se transmitió en Estados Unidos la miniserie o narco serie "La guerra de las drogas"; según relata el periodista Carlos Puig en el número 689 de la revista Proceso, el programa se televisó por la cadena NBC, logrando llegar a más de 23 millones de hogares.

La miniserie se centró en el agente de la D.E.A. "Kiki" Camarena, quien fuera asesinado en 1985 en tierras jaliscienses al estar infiltrado en una misión que lo condujo a los líderes del Cártel de Guadalajara, Miguel Ángel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero, siendo éste último el que fuera culpado y encarcelado por el hecho, pero nunca extraditado a los Estados Unidos, donde también tiene que pagar sentencia.





La conmoción no se hizo esperar por parte de las autoridades mexicanas luego que el programa presentara una estrecha relación entre gobierno y narcotraficantes; tanto la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y la Procuraduría General de la República (PGR) calificaron de "calumniosa", "parcial", "thriller cualquiera", "desagradable", "molesta" y de "mal gusto" a la producción; agrega Puig en el artículo.

En la actualidad el gobierno no se desvive por negar los señalamientos que se hacen en las narco series, mientras, en lo que respecta al análisis, el discurso ha cambiado y ya no se trata de saber qué tan ciertas son las escenas y libretos interpretados, sino de conocer qué tanto impacto tienen éstas en la población, algunos se atreven a decir que su producción y distribución es un aliciente para que jóvenes se unan al narcotráfico, sin embargo, la realidad es más compleja y hay una serie de factores como el económico, social y hasta geográfico que deben ser tomados en cuenta.

Para tener una opinión acerca de estos hechos platicamos con el docente e historiador, Diego Saavedra Lara, quien en entrevista analizó la relación narco serie y narco cultura.

"A raíz de los hechos suscitados en Culiacán se reactivaron una serie de discusiones en torno al fenómeno del narcotráfico, desde las evidentes análisis de seguridad y estratégica, otros que pasan por una agenda geopolítica en donde el papel de la DEA juega un papel importante. Y claro como era de esperarse la discusión se tornó en bandera de los opositores y oficialistas los primeros hablando de un punto de inflexión, los segundos intentaron vender un fracaso como victoria".

"Dentro de la opinión popular hubo un claro reclamo a los consumidores de sustancias y a lo que se considera como “narco cultura” es decir a los corridos y las series sobre narcotraficantes. Quiero centrar mi reflexión en esta última discusión

¿Qué papel juegan las representaciones culturales contenidas en las narco series dentro del fenómeno de narcotráfico?

"Como en todo caso que involucra un fenómeno socio-cultural la primera respuesta a la que estamos tentados a decir es 'depende' y así surge la explicación contextual en donde, las series más que promover o invitar a los televidentes a unirse a las filas de la delincuencia organizada, son una forma que la misma sociedad tiene para explicarse a sí misma la barbarie a la que ha sido sometida. Ante esta explicación hay quienes acusan de una ceguera empírica pues surgen los vídeos e imágenes en donde se demuestra que los jóvenes sicarios escuchan corridos o aspiran a tener la vida de los grandes capos representados en las series. Ante estos argumentos la opinión pública tiene el riesgo de caer en una discusión del tipo huevo o gallina".

"Para evitar eso, propongo que analicemos productos concretos, es decir series que existen y pueden ser observadas. El Chapo, Narcos y el Cartel de los sapos, me parecen ejemplos interesantes. En las tres series se muestra el desarrollo histórico tanto de los grandes capos y cárteles colombianos y mexicanos. En el primer caso se resalta la colusión gobierno-narco, mientras que en Narcos se torna una apología al papel de la DEA, al situarla como una víctima incluso de su propio gobierno al perseguir la paranoia comunista, por su parte El Cartel de los Sapos, pone relevancia en la manera en que la extradición, el programa de testigos protegidos y la colaboración DEA-Informantes jugaron un papel importante en la reconfiguración de los carteles, pero también al ser obra de ex narcotraficante presenta un tono comprensivo en torno a ciertos aspectos relacionados con el involucramiento en las actividades delictivas. Así nos encontramos frente a un fenómeno más complejo en donde las representaciones si bien no son neutrales y funcionan como soporte para distintas visiones del mundo, su capacidad para ser catalizador en la decisión de formar parte del crimen parece no encontrarse, a menos que se trate de un producto cultural en específico. A menos de que nos encontremos en una situación similar a la del Quijote, quien de tanto leer novelas de caballería terminó por fundir su mente con ellas y a creerse caballero él mismo. Comparar al Quijote con un Narco suena igual de ridículo que pensar que la manifestación cultural produce el hecho social".

"Me parece que en este caso lo que genera que jóvenes decidan formar parte de la filas del 'sicariato' o del crimen organizado, radica más en que se trata de una opción que permite realizar los sueños que la ideología consumista que acompaña la llamada fase “neoliberal del capitalismo” presenta como los ideales; el abrirse paso a sí mismo, el construir una personalidad a partir de la capacidad de consumir ciertos productos (autos, ropa de diseñador, bebidas) ciertas prácticas sociales (acudir a eventos deportivos, pagar membresías en el gimnasio). Así como la reproducción de un modo patriarcal de ver las relaciones sexoafectivas. Así lo que observamos o escuchamos en las narco series y narcocorridos más que ser un anuncio publicitario es parte más en el rompecabezas".