Tras la caída del pasaje durante los ochentas y noventas, se comenzó a gestionar un movimiento cultural que le vendría  a dar de nuevo vida al espacio

Texto y fotos: Crisstian Villicaña

Muchas veces lo he utilizado para esquivar el vaivén de personas de la avenida Revolución o incluso de la Constitución. Parece que no, pero atravesarlo sí nos aliviana para poder llegar a tiempo a una cita, mientras uno le va echando el ojo a lo que ahí se encuentra.

Este hecho, tan cotidiano, fue el detonante para que en la década de los veintes se construyera el Pasaje Rodríguez, un espacio de Tijuana que a casi cien años de vida  sigue en pie y desprendiendo distintas tonalidades, olores.

Un mismo suelo

Amarillo y café ven mis ojos hasta el final. Estoy parado sobre la avenida Constitución, a punto de ingresar al Pasaje Rodríguez, el puesto de licuados de Rogers y Brunos me invita a sentarme, un licuadito y de paso un burrito no caería mal, y aparte ¿en qué otro lugar te dicen: tómele un poco al vaso para echarle lo que quedó en la licuadora?

Los colores son bastos y es curioso pensar que esta mezcla de pigmentos los pudo haber observado el turista estadounidense  que era atraído a la ciudad debido a la "Ley seca" que estuvo en vigor de 1920 a 1933 en el país vecino.

Los bares, cantinas y burdeles que había en la avenida Revolución durante esas décadas, obligaron a Eugenio Rodríguez Ávila, uno de los inversionistas del casino 'Foreing Club' (lo que hoy se conoce como Cervecería Mamut) a crear este pasaje; la intención era contar con una vía alterna que estuviera lejos del bullicio, de los lugares de fiesta y borrachera.

Aromas a café y cerveza artesanal me llaman mientras veo un puesto de mangas (historietas japonesas) de las cuales no sé nada, pero no me deja de sorprender ese mundo que disfruto viendo a distancia.





A pasos lentos avanzo y con ello las escenas son mixtas, una mesa con pipas para fumar hierba, una calcomanía de Pikachú y un anuncio buscando baterista para una banda son tan sólo algunas, pero esto no fue siempre así, en el pasado, en sus inicios, los curios, los trabajos de herrería, las telas y faldas de terciopelo pintadas era lo que podían obtener los que por ahí pasaban, sin embargo, hay algo que los del ayer y los de hoy compartimos, un mismo suelo, duela de color amarillo y café que yace desde el nacimiento de este lugar.





Tiempos difíciles, tiempos de cambios

A partir de los años ochentas fue cuando el pasaje comenzó a verse afectado, nos platica el coordinador del Archivo Histórico de Tijuana, Emmanuel Robles. "La venta de curiosidades comienza a bajar, estos negocios como las telas, las flores de papel o los trabajos de herrería que se realizaban en los pasajes migran a otros lados y se cierran muchos de los locales".

Después de este bajón en las ventas, no puedo dejar de imaginar un pasaje vacío, con pocos locales funcionando a duras penas, mientras, los demás, se movieron a los callejones, otros al Mercado de Artesanías.

Tras la caída del pasaje durante los ochentas y noventas, se comenzó a gestionar un movimiento cultural que le vendría  a dar de nuevo vida al espacio; Luis Montijo, gestor y promotor cultural del Pasaje Rodríguez, nos narra.

"Después de tener muy buen auge por varias décadas, cuando eran muchos curios, dedicados al turismo, estuvo abandonado y a finales del 2009 a principios del 2010, fue cuando una iniciativa, una asociación civil que se llamó "Queremos Tijuana", se acercaron a la administración con el objetivo de rentar locales para sus galerías y sus estudios y sus talleres, la administración accedió, y fue la disposición de la administración de esta propiedad privada la que permitió que este grupo de artistas reviviera el espacio".





No pude evitar recordar en ese momento a Max Mejía, del mencionado "Queremos Tijuana". Max, fallecido en el 2015 y pieza clave para que el espacio se reabriera estaría contento de ver como el pasaje ha seguido bajo esa línea cultural que fue la chispa inicial para que esto fuera una realidad, diversidad que se materializó en lo que hoy es el lugar -sigo mi recorrido- el pasaje sigue ofreciendo estampas, una escuela de pintura, el consultorio de un médico y en lugar especial dos negocios que permanecen desde el 2010, la librería "El Grafógrafo" y la tienda de ropa y accesorios "Mexican Fashion".





La reflexión me vuelve al origen y recuerdo la idea de Eugenio Rodríguez Ávila, de que el pasaje fuera una alternativa peatonal y hoy, al verlo, caminarlo, siento que su propósito ha seguido, gracias a su idea, pero también a los que lo revivieron y le inyectaron esta distinta mezcla que hace del Pasaje Rodríguez un pasadizo de la ciudad que cuenta con ese misticismo, historia y arte que te hace más que apreciarlo, adoptarlo como un lugar que incluso en medio del bullicio de la avenida Revolución, se puede encontrar otros matices, colores y sabores que ya son parte de una tradición, la multiculturalidad de los pasajes.