Poco o nada tiene el PRI que celebrar al llegar a nueve décadas de existencia.

Por Alberto SARMIENTO REYES / HIPTEX

En el peor escenario político de su larga, dominante y cuestionada existencia, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) llegó a sus 90 años de vida, en medio de una profunda crisis interna tras su estrepitosa caída electoral del año pasado. 

La celebración, otrora multitudinaria, no pudo ser más sencilla que la encabezada este lunes por Claudia Ruiz Massieu, dirigente nacional del tricolor que lleva el peso del descrédito de su impulsor y protector, el ex presidente Enrique Peña Nieto. 

Y es que, para el priismo al arribar a sus nueve décadas de existencia, poco o nada hay que celebrar. Con apenas doce gubernaturas en su poder, una bancada parlamentaria, la más pobre de su historia, está integrada apenas por 14 senadores y 47 diputados federales. 

Si luego de su derrota en el 2000, el PRI necesitó 12 años para regresar al poder, tras su estrepitosa caída en la elección presidencial del año pasado, donde quedó relegado a un lejano tercer lugar. 

El llegar a sus 90 años, el actual PRI está más cerca de la extinción que de su recuperación. Sin embargo, una fuerte corriente, que durante el sexenio peñista, fue acotada y sometida, viene impulsando un cambio al interior. 

Solo una refundación y el desmarque total de todo lo que se relacione a Enrique Peña Nieto, pudieran ser las opciones últimas que tiene el PRI para intentar recuperar una posición a un mediano o largo plazo, porque de manera inmediata poco favorable se observa el panorama. 

¿Pero qué priista tiene la trayectoria, el prestigio y el deseo de llevar a cabo una refundación o transformación del PRI? Al ver la lista de los aspirantes a la dirigencia nacional, la “caballada está flaca”. 

Pero si a nivel nacional la crisis es grande, en Baja California el PRI prácticamente se encuentra a unos meses de su extinción del mapa electoral.  

Ni siquiera el adverso panorama electoral ha logrado la unidad de los priistas y sus candidatos a la gubernatura, Enrique Acosta Fregoso, a las cinco alcaldías y las diputaciones locales, salieron aún más débiles para enfrentar a la aplanadora de MORENA y sus eternos adversarios en los últimos 30 años: los panistas. 

A la acotada, poco eficiente y cuestionada dirigencia de David Ruvalcaba Flores, se suman la traición o simulación que muchos militantes del tricolor vienen protagonizando como parte de su supervivencia política. 

Como las ratas en los barcos que están por zozobrar, priistas de viejo cuño y la llamada “sangre nueva”, no han duda en abandonar la nave, renunciando a su militancia, aunque hay quienes siguen simulando ser priistas pero “operando” abiertamente por MORENA. 

Dos casos concretos y notorios de esos priistas bajacalifornianos que por su supervivencia política y económica son Eligio Valencia Roque, el eterno y cuestionado dirigente cetemista, y su hijo, Eligio Valencia López, ya mencionado para incorporase a la Cuarta Transformación como delegado del Infonavit en la entidad.  

Historias unidas no solo por la relación consanguínea, sino por el apetito voraz de sobrevivir a la debacle del partido que les dio poder, dinero y nombre. Y lo peor para el PRI, no son los únicos casos de traición y simulación que se dan en Baja California.  

Pero esa es otra historia que habremos de abundar en otra ocasión… porque esto apenas comienza.