Durante décadas, el primer fin de semana definía el éxito o fracaso de una película. Hoy, la verdadera prueba de fuego llega en su segunda semana, donde el comportamiento del público y la resistencia de los filmes al desgaste marcan el rumbo de la taquilla
Por años, los estudios de Hollywood han medido la grandeza de un estreno en la magnitud de su primer fin de semana. Sin embargo, la industria comienza a reconocer que el verdadero termómetro del éxito se encuentra en la segunda semana de exhibición.
Este verano, Sinners de Ryan Coogler sorprendió al caer menos de un 5% en su segundo fin de semana, un fenómeno casi inédito que confirmó a Warner Bros. que tenía un éxito seguro entre manos. En contraste, títulos como Snow White de Disney y Captain America: Brave New World vieron desplomes del 66% y 68% respectivamente, marcando un rápido descenso tras expectativas iniciales.
Incluso Thunderbolts, otro estreno de Marvel Studios, quedó en terreno frágil tras un arranque moderado y una caída del 56% en su segundo fin de semana, demostrando que ya no basta con la fuerza de la marca. Mientras tanto, la adaptación en vivo de Lilo & Stitch se consolidó como el mayor éxito del año con más de $1,020 millones globales, mostrando la importancia de la constancia en taquilla.
Estos comportamientos reflejan un cambio en los hábitos de la audiencia y en las tendencias de la taquilla, especialmente frente al desgaste del subgénero de superhéroes. Cada vez más, el público decide en función del boca a boca y la resistencia de un filme más allá del estreno.
Para los estudios, esto significa replantear sus estrategias: ya no basta con una campaña masiva previa al debut, sino asegurar una permanencia sólida en semanas posteriores. La nueva regla es clara: un primer fin de semana deslumbrante ya no garantiza la victoria, lo que importa es la resistencia.