"Por un lado una voz me decía: no la saques, pendejo, es una muñeca y todos se van a reír de ti cuando salgas con ella en los brazos; pero otra voz, desde otro lado, me repetía: tienes que sacarla, tienes que sacarla", narra Cayetano.

Texto y fotos por: Manuel Larios.

Este artículo fue publicado originalmente por VICE en abril de 2014. Aquí se reproduce integramente.



La tarde del viernes 5 de junio de 2009, Juan López Trujillo, a quien todos en su barrio conocen como Cayetano, estaba con cuatro de sus compas cotorreando, tirándose unas caguamas y quemando mota en el cauce de un arroyo seco que cruza una parte del sur de Hermosillo, Sonora.

A cuatro cuadras de ahí, se había desatado el infierno en el interior de la Guardería ABC, ubicada en la colonia Y Griega: cuando Cayetano miró la columna de humo negro que comenzó a llenar el cielo de la ciudad, pensó que se estaba quemando una llantera aledaña a la estancia infantil.





Acostumbrado a recolectar lo que otros desechan para sobrevivir, Cayetano pensó que podría hacerse de un "llantón de tráiler" para venderla y conseguir dinero para "seguir el cotorreo". En ese momento, Cayetano no sabía que se encontraría con una escena de terror y caos. Todas las victimas tenían entre cinco meses y cinco años de edad.

Media década después las investigaciones oficiales siguen en proceso, sin lograr imputar responsabilidad por la negligencia ni a los socios de la empresa, ni a las dependencias de gobierno encargadas de vigilar el buen funcionamiento de la guardería del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) subrogada a particulares.

El incendio comenzó en una bodega cercana, que almacenaba documentos estatales de impuestos, generando teorías de que el incendio fue provocado intencionalmente por alguien pretendiendo esconder documentos incriminatorios. Cada 5 de junio desde la tragedia, los padres de los menores fallecidos y lesionados han marchado en Hermosillo y la Ciudad de México, exigiendo el castigo a los responsables de la muerte de sus hijos, bajo la consigna "Ni perdón, ni olvido".

Lo que se puede garantizar es que esta tragedia es una cicatriz sobre la sociedad mexicana, un símbolo poderoso de la falta persistente del gobierno mexicano de adquirir justicia adecuada para sus ciudadanos.





"Cuando llegué todas las doñas estaban gritando por sus hijos y había unos policías que nomás se quedaban viendo, como los chinos, pero no hacían nada", recuerda Cayetano a cinco años del trágico accidente que acabó con la vida de 49 niños y dejó con quemaduras y lesiones permanentes a otros 74.

De pronto, alguien le dijo "Métete, Cayetano" y él no la pensó dos veces, pues pese a no contar con protección, ni entrenamiento, sí tuvo el valor que le faltó a algunos policías para sacar del fuego a los bebés atrapados adentro de la bodega habilitada como estancia infantil. La Guardería ABC operaba adentro de una bodega convertida, y no contaba como salidas de emergencia, a pesar de que había sido aprobada recientemente después de una inspección municipal de seguridad.

"Me metí así mero: me pasaron un extinguidor y tiré un bombazo en la única puerta que había y por el hueco que se abrió en la lumbre me dejé ir. Ya había lumbre por acá, por allá y por todos lados. Haz de cuenta que vi el infierno, compa", cuenta Cayetano, sentado en el patio del predio donde vive con su familia en pequeños cuartos de concreto levantados con mucho esfuerzo y poco dinero.

Ya en el interior de la Guardería ABC, Cayetano recorrió por algunos minutos las salas de la guardería sin encontrar más que objetos incinerados o en llamas. También esquivó los pedazos del techo de poliuretano que caían al piso "como tortas de huevo". De forma inexplicable, Cayetano aspiró el humo tóxico sin que éste afectara su respiración. Después observó al fondo de la guardería una silueta inmóvil de una niña, sentada sobre una pequeña silla en un rincón de aquel infierno. Cayetano asegura que dudó si lo que miraba era una niña o una muñeca. También dice que las voces del "chamuco" y de "dios" comenzaron a rebotar en su cabeza.

"Por un lado una voz me decía: no la saques, pendejo, es una muñeca y todos se van a reír de ti cuando salgas con ella en los brazos; pero otra voz, desde otro lado, me repetía: tienes que sacarla, tienes que sacarla", narra Cayetano mientras hace ademanes con sus manos y voltea a los lados como si volviera a escuchar aquellas voces del 5 de junio de 2009.

Cayetano decidió entonces acercarse hasta la silla y tomó a la pequeña por la cintura, pero ésta escurrió de sus manos como si se estuviera derritiendo y cayó de vuelta en la silla. El olor a carne quemada en las manos de Cayetano fueron la confirmación de que la silueta inmóvil no era ninguna muñeca. Cayetano se quitó entonces la "tirahuesos" (camiseta) y envolvió en ella a la pequeña, volteándola boca abajo para no ver su rostro y no "malviajarse" en el trayecto para salir de la guardería. Las llamas seguían ardiendo y el humo se volvía más denso. Cayetano no alcanzaba a ver la salida, hasta que por fin una pequeña luz —que asegura fue una hadita Wendy— le mostró el camino de regreso a la única puerta de entrada y salida que existía en la estancia infantil.

"En cuanto salí me arrebataron a la niña, casi en el aire, y luego los policías me dijeron que me metiera otra vez. Me dieron sus camisetas, con todo y charolas (placas) según esto para que me cubriera. Pero lo primero que hice cuando volví a entrar fue tirar las camisetas de los policías a la lumbre porque no me servían de nada. Fue bien loco, andando ahí adentro entre la lumbre pero no me quemaba", advierte Cayetano, que tiene la piel curtida por recorrer las calles de Hermosillo bajo el ardiente sol desértico en busca de botes, cables o cualquier desecho para vender o reciclar.

Durante el segundo ingreso al infierno de aquel 5 de junio de 2009, Cayetano logró sacar a otros dos niños de la Guardería. En ese lapso, otro joven llamado Francisco López Villaescusa, El Frank, impactó su pick-up contra la pared de la guardería para improvisar una salida de emergencia. Cayetano piensa que la entrada repentina de aire también sirvió para alimentar el poder de las llamas.

"Ahí se puso más cabrón el fuego y ya fue más difícil rescatar a los niños. Creo que a ese bato le regalaron otro pick-up y a mí no me dieron nada. Pero todo bien, yo no me metí ahí para sacar provecho de esa desgracia", dice Cayetano.

Tras su incursión como rescatista emergente, Cayetano se sentó por algunos minutos a observar el caos que continuaba esa tarde del 5 de junio en los alrededores de la estancia infantil siniestrada.

Después caminó las cuatro cuadras de regreso a su casa y se puso a llorar por varias horas en la pequeña capilla con imágenes de la Virgen de Guadalupe y otros santos que tiene su familia en el predio donde habitan. Luego asegura haberse ido a dormir por tres días seguidos: "Me sentía como sin fuerza, no me levanté para comer, ni para mear".





LOS ENGAÑOS AL HÉROE ANÓNIMO

Cayetano asegura que, una vez que su caso y el de otros compas del barrio fue divulgado por el cronista Benjamín Alonso Rascón, allá por noviembre de 2009, muchos llegaron a ofrecerle ayuda y le prometieron mejorar su vida.

Uno de los "engaños" que más molestaron a Cayetano fue cuando aceptó participar en el programa Tiempo de héroes, de TV Azteca, del día 19 de junio de 2012. Antes de aceptar, recuerda Cayetano, el jefe de casting estuvo cuatro días en labor de convencimiento. Le prometieron recorridos por la Ciudad de México y hasta cumplirle el sueño de conocer a Cepillín, pues Cayetano es fan de los payasos "porque esos batos siempre están alegres".

Tras varias jornadas de negociación, Cayetano dijo sí a la oferta de los enviados de la televisora con la condición de que le consiguieran rivotril (benzodiazepina), para viajar relajado en su primer paseo en avión. El emisario de TV Azteca también consiguió una identificación "en una oficina de correos" para que Cayetano pudiera abordar el vuelo. Como plus, le prometieron tomarse fotos con la conductora del programa, Edith González, a pesar de que Cayetano opina que "las güeritas de Sonora están más buenas".

Antes de la grabación del programa, Cayetano y su sobrina Ramona esperaron un par de horas en un cuarto de los estudios de la televisora. Luego la actriz Edith González presentó, casi con lágrimas en los ojos, la historia de Cayetano durante el incendio en la Guardería ABC, y le comentó que le tenía una sorpresa especial.

—Cayetano, sabemos que tienes una hernia que te impide trabajar, yo también tuve dos hernias inguinales, y vamos a llamar a uno de los mejores cirujanos del país, Enrique Colonna, quien ya está en la línea: Te tengo que pedir un favor, Enrique, te quiero comprometer en público para ver si tú puedes operar a Cayetano, preguntó la conductora.

—Por supuesto que nosotros lo podemos operar gratuitamente— aseguró el médico cirujano—, y le vamos a reparar sus hernias y las mallas como las que te puse a ti, se las vamos a donar a Cayetano; es lo menos que podemos hacer por una gente tan importante, que es el tipo de gente que necesita México en este momento, gente de esa categoría.

—Gracias, Enrique, eres un héroe también, replicó la actriz, mientras Cayetano sonreía entre nervioso e incrédulo.

Concluida la grabación del programa, a Cayetano le avisaron que su vuelo saldría en una hora y media y si lo perdían "ya era su bronca". No hubo paseo por el DF, ni la anhelada foto con Cepillín, a quien Cayetano lleva tatuado en la espalda. El compromiso público de la operación hecho durante el programa, tampoco se concretó. La prueba de ello es la abultada hernia que se observa en la ingle izquierda de Cayetano.

"En la ida nos llevaron como reyes y luego nos regresaron como bueyes", se lamenta el héroe que rescató de las llamas a tres niños de la Guardería ABC.

EL SUEÑO DE CAYETANO

A cinco años de distancia, el rescatista improvisado de la Guardería, sobrevive porque todos los días "le sale al toro" para buscar latas, cables y basura para reciclar, o trabajar ocasionalmente en la construcción.





"Todos llegan a prometer y dicen que me van a alivianar, pero son puras promesas, o dicen que primero me tengo que enderezar, pero a mí me gusta mi vida así como está. Ya por eso no me gusta platicar con los reporteros, ni los del gobierno, porque son bien gaviotas, nada más se vienen a sacar las fotos y hasta me quieren dar un beso, pero yo no los ocupo para nada", dice el héroe olvidado de la Guardería ABC.

Después Cayetano confiesa que estuvo a punto de correrme cuando llegué a buscarlo para la entrevista pero un presentimiento lo hizo cambiar de parecer: "Tú no tienes finta de gaviota", me dijo después de más de una hora y media de platicar sobre su vida, aficiones, adicciones y pasiones.

Cuando le pregunto si después de todo lo que ha pasado se volvería a arriesgar su vida para salvar la de otros.

"Sí me volvería a meter, porque igual yo ya estoy bien vivido y hasta me gustó la adrenalina que sentí cuando entré al incendio. Y en veces que miro en la tele los rescates que hacen en los terremotos y esas ondas, me dan ganas de que me lleven para allá, para meterme a sacar gente y andar así como los topos. ¿Tú crees que se pueda armar ese jale?", pregunta Cayetano.

Antes de finalizar la entrevista, le pregunto a Cayetano si siente que es un héroe o si piensa que no hubo un reconocimiento adecuado por el rescate que realizó. "Una vez que me preguntaron qué esperaba por haber salvado a los niños, les dije que lo único que quería es que Dios me aparte un rinconcito en el cielo cuando me lleve para allá arriba. Eso es todo, además, yo soy medio ignorante y ni siquiera entiendo qué significa ser un héroe", concluye Cayetano.