Dejar de comprar productos, preferir marcas genéricas y hasta comer menos, la tendencia que deja el coronavirus
CIUDAD DE MÉXICO.- Con la llegada del Covid-19 a México, cerca del 60% de los mexicanos entró en alguno de los niveles de inseguridad alimentaria, lo que significa que dentro de más de la mitad de los hogares hubo incertidumbre sobre la posibilidad de adquirir alimentos.
Según cifras de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 sobre Covid-19 del INSP, el incremento en el nivel de inseguridad alimentaria en México se dio principalmente en los estratos socioeconómicos más bajos por dos razones fundamentales: los más pobres enfrentaron una reducción más fuerte de sus ingresos al mismo tiempo que son quienes más proporción de su ingreso destinan a la alimentación.
En este año la contracción económica y laboral provocó que 3.8 millones de personas en el país se sumaran a las filas de la pobreza y por ende enfrentaron problemas para comprar los bienes y servicios básicos para la vida.
En México, la pobreza se mide de manera multidimensional, lo que implica que no sólo se consideran los ingresos de las personas, también se considera el acceso a derechos sociales como la alimentación, la vivienda, los servicios, la salud, la seguridad social y la educación. Y la pandemia incrementó también las carencias en algunos de estos derechos, la alimentación fue uno de ellos.
Del 2018 al 2020 la población mexicana que tiene dificultad para acceder a una alimentación nutritiva y de calidad pasó de 27.5 a 28.6 millones, representando al 22.5% del total de la población. En otras palabras: 2 de cada 10 mexicanos no tienen acceso a la comida digna.
Pero la inseguridad alimentaria, un concepto desarrollado por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), da un panorama más amplio de la relación económica y laboral que tienen las personas con su alimentación.
La inseguridad alimentaria no sólo contempla a las personas que padecen hambre o que tienen dificultades para pagar los alimentos; sino que desglosa en tres niveles cómo las presiones económicas hacen que los hogares tengan que reestructurar estas relaciones con la alimentación.
Por lo que, al menos en México, los más pobres no fueron los únicos que enfrentaron -y seguramente todavía enfrentan- inseguridad alimentaria. Seguramente, la mayoría de los mexicanos que enfrentó algún tipo de inseguridad alimentaria durante la crisis que provocó la Covid-19 durante 2020 ni siquiera lo saben.
¿Cuáles son los tres niveles de inseguridad alimentaria?
Inseguridad alimentaria leve
Cuando los gastos están incrementando o los ingresos están siendo insuficientes y las familias enfrentan una reorganización del dinero que destinan a cada rubro: vivienda, vestido, salud y claro, alimentos.
La FAO define este nivel de inseguridad alimentaria como la situación en la que las familias enfrentan incertidumbre o preocupación de que la economía doméstica no sea suficiente para obtener los alimentos.
Inseguridad alimentaria moderada
Cuando la economía doméstica enfrenta cambios negativos y los hogares hacen modificaciones como sacar de su dieta algunos productos de origen animal, reemplazar marcas por otras más baratas o incluso reducir la cantidad de alimentos.
Algunas familias en este nivel pueden tener recursos económicos insuficientes para llevar una dieta saludable, adquirir todos los nutrientes necesarios o algunas veces se quedó sin comer.
La FAO define este nivel de inseguridad alimentaria cuando se ponen en riesgo la calidad de la alimentación y se encuentra comprometida la variedad de alimentos. Cuando se reduce la cantidad de alimentos o se saltan comidas al día.
Inseguridad alimentaria severa
Cuando los hogares tienen ingresos tan escasos que los integrantes no consumen alimentos de ningún tipo durante 24 horas o más.
La FAO define este nivel de inseguridad alimentaria como la situación en la que las familias se quedaron sin recursos para adquirir alimentos y cuando han pasado un día entero son comer varias veces durante el año.
¿Qué presiona negativamente la seguridad alimentaria?
Comer es una actividad básica para la vida, pero particularmente diversa en un país tan desigual como México; las personas comen lo que pueden, para lo que les alcanza, lo que les hacer sentir menos tristeza, lo que les distrae, lo que les gusta o lo que les trae un buen recuerdo.
Hay distintos factores que pueden influir en la relación de las personas con los alimentos, pero estadísticamente el más importante es uno: el dinero.
Aunque el 2021 ya está por terminar y fue marcado como el año de la recuperación, la realidad es que diversas problemáticas globales siguen presionando en el bienestar de la población. El surgimiento de nuevas variantes de la Covid-19 y las presiones inflacionarias especialmente en los productos agropecuarios siguen impactando dos de los derechos humanos más fundamentales: la salud y la alimentación.
En México, productos de consumo masivo en la población como el maíz, las tortillas, las carnes, el, chile, el jitomate y la cebolla se encuentran alcanzan incrementos de precio significativamente superiores a la tasa de inflación general, que ya supera el 7%, tres puntos porcentuales arriba del objetivo.
Sólo de octubre a noviembre el precio promedio mínimo de la canasta básica en regiones urbanas incrementó 1.4%, de acuerdo con los registros históricos del Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social).
Para las regiones rurales la cosa está peor, en este lapso la canasta básica se encareció 1.7% sólo en un mes.
No sólo la economía está presionada por la inflación globalizada y en aceleración que enfrenta el mundo; la seguridad alimentaria y la salud de la población es uno de los rubros que más está padeciendo estas presiones.