La participación laboral de las mujeres en México claramente se ha estancado, señala un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)

CIUDAD DE MÉXICO.- La participación laboral de las mujeres en México claramente se ha estancado, señala un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Mantener los roles de género y la discriminación las sigue excluyendo de un empleo o eternizándolas en trabajos de mala calidad, sin seguridad social y sin opción a retiro. Los ingresos de las trabajadoras mexicanas son apenas el 60% del de los hombres.

El BID da cuenta de lo anterior en el reporte Cerrando brechas de género en el mundo del trabajo: Centroamérica, México, Panamá y República Dominicana. La investigación se centra en dicha región, denominada Mecapard, la cual “presenta amplias brechas de género que superan las del promedio de América Latina y el Caribe”.

En este país, el 95% de las trabajadoras ocupadas en sectores de baja productividad no están afiliadas a ningún sistema de pensiones, según el informe. Compartimos el cuarto lugar de las tasas más elevadas de la zona con Guatemala. En primer lugar está Nicaragua (99%), le sigue República Dominicana (97%) y luego, Honduras (98%).

Desde los años 90 la Mecapard había mostrado que iba tumbando las barreras que le impedían a las mujeres tener un empleo. En México, pasamos de una tasa de participación laboral de 38% en aquella década a cerca de 56% en 2020, pero no hemos avanzado más allá.

“En los últimos años, los avances para cerrar las brechas de género en el mercado de trabajo han perdido impulso” y hay un gran riesgo de que se reviertan debido a la pandemia. Los empleos más afectados por la crisis sanitaria estaban ocupados en su mayoría por mujeres. Además, son más susceptibles a la automatización y digitalización.

En la zona Mecapard, el 62% de las mujeres en edad de laborar tiene un trabajo remunerado. La tasa para Latinoamérica y el Caribe es de 67% y la de los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha llegado a 74 por ciento.

El estudio señala que a lo largo de su vida, por diferentes razones, pero siempre por el trabajo de cuidados, las mujeres quedan fuera del empleo. El BID segmentó a esta población en tres grupos etarios para analizar sus particularidades.

El primero fue de 15 a 24 años. En dicho rango de edad “la participación laboral debería ser más pareja entre géneros”, pues el tiempo que dedican a su educación “compite de la misma forma con el que le dedican al trabajo”. Pero no es así, el 34% de las jóvenes en la Mecapard y el 62% de los hombres tienen un empleo.

Otra diferencia en este grupo es que los jóvenes que dejan de estudiar lo hacen para laborar y generar ingresos; ellas, “para dedicarse al trabajo doméstico, al matrimonio o por embarazos”. No extraña que en México el 80% de las personas de menos de 29 años que no estudian y no tienen empleo es mujer.

En el grupo de entre 24 y 54 años hay más mujeres y hombres laborando, principalmente más hombres. En esa etapa se toman decisiones como la de conformar una familia y aquí el tiempo para el trabajo remunerado compite con el trabajo doméstico no remunerado.

El resultado es que en una pareja heterosexual es más probable que el hombre siga trabajando y ella no. El 54.5% de las mujeres con pareja tiene empleo contra 76% de las solteras.

En el grupo etario de 55 a 64 años, las mujeres de la Mecapard van dejando de trabajar “y la brecha de género se amplía nuevamente” a 40 puntos porcentuales. En este periodo, además de que siguen encargándose de las tareas del hogar, “las oportunidades de inserción laboral se reducen para las mujeres”.

Las mujeres con menos escolaridad participan menos en el mundo del trabajo pagado, sobre todo en Guatemala, Honduras y México. Sin embargo, para aquellas que tienen un alto nivel educativo “tampoco se han registrado cambios relevantes”. Son quienes tienen un nivel educativo intermedio quienes están logrando ser contratadas.

Pero analizando de cerca a cada uno de esos tres grupos, se observan desventajas originadas por el género. El segmento de mujeres con menor nivel educativo labora mucho más en el comercio y los servicios a los hogares, que suelen estar en la informalidad y son susceptibles ante una crisis, como lo demostró la pandemia.

Las mujeres que tienen un nivel medio superior o superior de educación encuentran trabajo principalmente en sectores de servicios calificados o de atención, como educación, salud y administración pública.

Y aquéllas que se han profesionalizado y han estudiado más se enfrentan con el techo de cristal. En México, apenas un tercio de los puestos gerenciales o ejecutivos son ocupados por mujeres. En Nicaragua y El Salvador, la tasa llega a cerca del 55% para cargos ejecutivos.

En toda la región Mecapard, México es el país donde hay menos personas trabajando en empresas dirigidas por mujeres, pues sólo el 2.5% labora bajo la directriz femenina. Belice es el país con el mayor porcentaje de población ocupada en compañías dirigidas por mujeres, pero apenas es el 21 por ciento.

Los gobiernos deben invertir en el capital humano que representan las mujeres, dice el estudio. Para ello deben “reorientar el gasto público hacia la educación en las zonas de mayor rezago socioeconómico”.

También aconseja “ampliar y mejorar los programas de transferencias monetarias condicionadas con el fin de aliviar las restricciones económicas de las familias e incentivar la inversión en el capital humano de los hijos”.

En México existen los programas Jóvenes Construyendo el Futuro y Jóvenes Escribiendo el Futuro, dirigidos a esa población. Además de otros de autoempleo, como el de Sembrando vida, que cubre también a personas adultas.

“Se ha probado que este tipo de programas ha sido eficaz para mejorar las tasas de asistencia y matriculación de los jóvenes en América Latina y el Caribe, y particularmente en algunos países de Mecapard”.

Sin embargo, todas estas y otras estrategias deben tener una orientación de género. Por ejemplo, “introducir programas y medidas que promuevan una mayor participación de las mujeres en áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas desde edades tempranas”.

El aumento de la cobertura y la calidad de los servicios de cuidado infantil y de educación preescolar también aumentará la participación laboral femenina, sostiene el BID. La flexibilización laboral es otra política necesaria. También, los apoyos para que las mujeres regresen al trabajo luego de ser madres, como las pausas en la jornada para la lactancia.