Si en 18 meses los inmigrantes no consiguen un permiso de residencia legal para seguir en EU, podrán ser enviados a su país.
WASHINGTON. – Comenzaron con los inmigrantes nicaragüenses, siguieron con los haitianos y ahora con los salvadoreños. Este lunes, el Gobierno de Donald Trump anunció el fin del Estatus de Protección Temporal (TPS en sus siglas ingleses), un programa especial que evita la deportación para alrededor de 200.000 inmigrantes salvadoreños, siendo éste uno de los golpes más severos de la actual administración norteamericana.
En ese sentido, un año y seis meses es el tiempo con el que cuentan miles de ciudadanos salvadoreños, acogidos bajo el TPS, para salir de EU o conseguir otro permiso de residencia legal para poder quedarse. Si no lo hacen, a partir de entonces, serán considerados inmigrantes indocumentados y podrán ser deportados.
Tras la sangrienta guerra civil en los años ochenta y noventa, muchos salvadoreños llevan años afincados en EU desde que emigraron de su país. Tienen hijos nacidos en EU, que, a diferencia de sus padres, poseen la ciudadanía y no pueden ser expulsados. El programa se inició en 2001 después de que El Salvador sufriera dos devastadores terremotos.
Defensores de los inmigrantes salvadoreños, alegan que el volver a su país es completamente inseguro para su vida. Los críticos sostienen que se concibió para ofrecer protecciones migratorias temporales y no permanente, por lo que El TPS se ha convertido en un blanco fácil para la política de mano dura en inmigración de Trump.
El Departamento de Seguridad Interior debe decidir con frecuencia si renueva o no las protecciones. El TPS, que ahora beneficia a 10 países, se creó en 1990 para conceder visados temporales y permisos de trabajo a ciudadanos afectados por guerras o desastres naturales. El resultado es que inmigrantes que ya están presentes en EU no pueden ser deportados a sus países de origen por su inestabilidad.
Las anteriores cancelaciones del TPS afectaron a muchos menos inmigrantes. En noviembre, no se renovó el amparo (también con un plazo de 18 meses) a 59.000 haitianos, cuyo programa se inició tras el terremoto de 2010, y tampoco a 5.300 nicaragüenses, protegidos tras el huracán Mitch de 1998. En septiembre, se retiró ese estatus a unos mil inmigrantes sudaneses.
Sin embargo, el Gobierno estadounidense decidió posponer, al próximo julio, la decisión sobre la suerte de 86.000 hondureños a la espera de analizar si es seguro que vuelvan a su país, sacudido por una ola de violencia. Y mantuvo la protección a una cincuentena de inmigrantes de Sudán del Sur hasta mediados de 2019.
En el caso de El Salvador, el Departamento de Seguridad Interior utilizó argumentos muy similares a las cancelaciones para Haití y Nicaragua. “Las condiciones originales causadas por los terremotos de 2001 ya no existen”, señaló un comunicado del departamento que dirige Kirstjen Nielsen. Subrayó que ya no hay una “disrupción sustancial de las condiciones de vida” en ese país y que EU ha deportado a inmigrantes salvadoreños en los últimos años (unos 39.000 en los últimos dos), lo que “demuestra que se ha abordado la incapacidad temporal de El Salvador de retornar adecuadamente a sus nacionales después del terremoto”.
Nielsen replicó la táctica, de pasar la patata caliente al Congreso, empleada por Trump con el programa DACA, que finalizará en marzo y, si no se evita, permitirá la deportación de unos 800.000 inmigrantes que llegaron de niños a EU. “Solo el Congreso puede legislar una solución permanente que aborde la ausencia de un estatus legal migratorio duradero a aquellos protegidos actualmente por el TPS”, señaló. “Los 18 meses de retraso de la terminación dan tiempo al Congreso para redactar una potencial solución legislativa”.
Los legisladores, sin embargo, han sido incapaces por ahora de hallar un consenso sobre DACA y parece improbable que, dado el control republicano de las cámaras, prospere una ambiciosa reforma sobre el TPS.
Según el Centro de Estudios Migratorios, un 51% de los salvadoreños con TPS han vivido en EU durante al menos 20 años. Un 88% de ellos trabajan y un 10% se han casado con estadounidenses. Una cuarta parte de los salvadoreños vive en California y una quinta en los suburbios de la ciudad de Washington.
Organizaciones latinas y políticos de origen hispano, demócratas y republicanos, criticaron con dureza la decisión del Gobierno de Trump. “Estados Unidos ha dado la espalda a su promesa de dar refugio a aquellos que sufren violencia y persecución en sus países natales”, denunció Oscar Chacón, director de Alianza Americas. “Aunque las condiciones de vida pueden haber mejorado ligeramente, El Salvador enfrenta ahora un problema significativo con el narcotráfico, las bandas y el crimen”, agregó el congresista republicano Mario Díaz-Balart. El demócrata Bob Menéndez lamentó los “impulsos nativistas” de la Administración republicana.