No gusta decirse, pero pareciera ser la continuación de una costumbre heredada de la conquista: en México se menosprecia al indígena, se le ve como algo que sabemos que es parte de nuestras raíces.
Texto y fotos: Crisstian Villicaña
Han pasado seis años desde la última vez que la vio; no pudo hacer nada aquel 30 de abril del 2013 cuando un malandro percibió en aquella figura femenina de bronce una fuente de dinero para poder comprarse unos globos de cristal o unas dosis de heroína, o tal vez para invertir en un lonche de comida china, ¡yo qué sé!... lo que sí conocemos es que la 'ceguetió', la echó a su lomo y se la llevó; desde entonces su compañera ha quedado sola, esperando.
Ahí está sentada, con una banda en la cabeza, el cabello divido por la mitad y una trenza del lado izquierdo que cuelga por su rostro y que demuestra parte de su cultura kumiai.
Se ha tenido que resignar a ver pasar los automóviles, escuchar el vaivén de la ciudad sola, nadie se ha preocupado por darle una nueva oportunidad y se ha tenido que limitar a ser una estatua en el olvido, vandalizada.
No gusta decirse, pero pareciera ser la continuación de una costumbre heredada de la conquista: en México se menosprecia al indígena, se le ve como algo que sabemos que es parte de nuestras raíces.
Sin embargo, sólo utilizamos éstas a conveniencia, cuando sí es de orgullo decir "que bonito es nuestro México y sus pirámides, los Aztecas, los Mayas", pero en el día a día, siguen siendo los indígenas un sector de la sociedad que ha quedado a la deriva.
Acá en la que muchos llaman la esquina de Latinoamérica, Tijuana, sobre el boulevard Cuauhtémoc Norte, está de quien les habló, "El Monumento a las Mujeres Kumiai", el cual sólo cuenta con una de ellas debido a que la otra mujer de bronce fue robada.
En una ciudad que registra miles de actos vandálicos al año, a veces uno se pregunta, qué es lo que pasa después, cómo se recupera lo hurtado, qué se hace por reponer lo que ya no está, más cuando se trata de un homenaje a las primeras pobladoras de las Californias.
Bueno, aquí al menos no se ha hecho nada. En 2013, el entonces entonces subdirector de Mantenimiento Urbano del Ayuntamiento de Tijuana, Juan Bautista, dijo que reponer la figura de bronce de la mujer kumiai costaría alrededor de 20 mil dólares, dinero que se tenía contemplado tomarlo del erario.
Ese hecho nunca sucedió y hasta el momento no ha habido algún intento de las siguientes administraciones locales por darle un poco de respeto a la estatua kumiai.
Refugio indigente
Ya sin su compañera y con casi nulas esperanzas de volver a tenerla, se ha tenido que conformar con ver el cómo sus alrededores se han convertido en un dormitorio para personas en situación de calle; hay ropa manchada, shorts, camisetas, pantalones rotos, algunos que otros calcetines, casi todo en mal estado.
Las áreas verdes sí parecen recibir mantenimiento, pero ella no, está ahí, conviviendo tal vez con alguien que es o fue amigo de quien se llevó a su amiga; simples especulaciones.
Lo que sí es un hecho es que el monumento permanece, pero a medias, a un costado de unos pies que muestran lo que fue la base de una mujer kumiai fuerte.
Qué hay pues de estos espacios, se dice que son odiosas las comparaciones, pero es inevitable no dejar de anotar que cuando el "Monumento a México" (las tijeras) sufrió un desperfecto, a las semanas se le brindó mantenimiento para que volviera a lucir en buen estado.
Las mujer kumiai no ha corrido con la misma suerte, ya que nadie se acuerda de ella, mucho menos de su compañera, al final, es lo que se ha hecho con los indígenas desde hace siglos, dejarlos en el olvido.