Ir a una arena o auditorio donde esté presente un cuadrilátero, es el escenario donde se confrontará actor y espectador.

Asistir a la lucha libre significa ser partícipe de un espectáculo en el cual no sólo se va a sentarse y observar. 



Ir a una arena o auditorio donde esté presente un cuadrilátero, es el escenario donde se confrontará actor y espectador.



Contrario al cine o al teatro, en la lucha libre, el actor romperá la cuarta dimensión, y en una interacción totalmente con el público, darán vida a un show que es tradición en todo México.



En Tijuana, contamos con el Auditorio Municipal, o Fausto Gutierrez Moreno, el mismo donde se han llevado batallaras histórica y han nacido ídolos como Rey Misterio, o se han consagrado otros como el Hijo del Santo, quien en los años ochenta derrumbó el mito de que no podía ser un buen luchador sino enfrentaba a los mejores, lo  hizo al derrotar y desenmascarar al Leon Chino, en una sangrienta batalla ocurrida aquí en Tijuana.



Pero, en cuanto a la interacción de la gente, desde que los enmascarados salen al ring, y de fondo se puede escuchar una canción que los identifica, la gente empieza hacer su parte, para los ídolos porras, a los rudos los abucheos y hasta uno que otra mentada de madre para que sepan que no son bienvenidos.



La lucha libre es así, la presión, la burla, la idolatría, se hacen presente para darle la sazón que requiere un espectáculo que tiene más de 100 años acompañando a las familias mexicanas que gozan con el lance de los enmascarados, las lagrimas del perdedor o la despedida de un ídolo.



De entre toda la parafernalia que la rodea, uno de los elementos que no se pueden dejar de mencionar son los niños. Ellos, con la ilusión de ver a sus ídolos, portar sus mascaras, y si es posible, conseguir un autógrafo, agregan magia a la noche. 



Observar esos pequeños rostros llenos de ilusión, que esperan ver a los luchadores como si fuera una especie de superhéroe, pero uno que no es extranjero, que habla español y además, es real, existe, es un goce que contagia, que nos hace re-pensar en la ilusión que sentíamos de niños cuando mirábamos a Konan, Blue Panther, El Vampiro Canadiense, Octagón y El Perro Aguayo por mencionar algunos. 



La lucha libre es folclor, es una mezcla de distintos aspectos del México de barrio, el albur, la picardía y hasta las botanitas, son elementos que vienen hacer de este espectáculo uno acto que se podría comparar con uno circense, por los vuelos, piruetas y acrobacias que realizan los guerreros del pancracio. 



Y cuando llegan las llaves de los luchadores, arriba también el grito de la gente, mientras las luces, logran generar una experiencia que se tiene que vivir si se quiere sentir ese otro México, el que se apasiona con sus deportistas, y que llega a su clímax al momento en que el referee da la última de las tres palmadas al ring para declaradas a un ganador.