Nacido el 20 de noviembre de 1914 en Santiago Papasquiaro, localidad de Durango, José fue el noveno hijo del comerciante José Revueltas Gutiérrez y el ama de casa Romana Sánchez; quienes seis años después trasladan a su familia a la Ciudad de México.

Revueltas en su denominación, en sus palabras, en su fama y sus actuar, el  reportero, escritor, político y luchador social de nombre José le hacía honor a su apellido en cada ámbito de su pensamiento y vida.

También redactor, reportero, novelista, productor, activista, editor, profesor, cuentista, sindicalista, dramaturgo, guionista, ensayista y crítico político, José Maximiliano Revueltas Sánchez traía en la sangre la veta artística tanto como el afán de un cambio.

Varias veces enviado a la cárcel, ya sea por apoyar los movimientos de estudiantes y ferrocarrileros, que por participar en manifestaciones o expresar su descontento con el sistema político imperante, hacía saber sus opiniones sobre política, libertad, pérdida o persecución a gritos en mítines o escritas en libros.

No lo roba, su familia está plagada de hombres y mujeres inquietos que convertían su ideología en acción. De sus once hermanos, Fermín es pintor, Silvestre se convierte en un destacado músico y compositor, en tanto que Rosaura trabaja como actriz en cintas como “La sal de la tierra”.

Nacido el 20 de noviembre de 1914 en Santiago Papasquiaro, localidad de Durango, José es el noveno hijo del comerciante José Revueltas Gutiérrez y el ama de casa Romana Sánchez; quienes seis años después trasladan a su familia a la Ciudad de México.





José llega a la capital del país a los seis años y allí comienza sus estudios, pero su padre fallece en 1923; a los 15 años el aún adolescente se afilia al Partido Comunista Mexicano y por participar en un mitin en el Zócalo, por primera vez es ingresado a una correccional en la que sería la primera de muchas reclusiones.

Convencido de que el comunismo era la mejor ruta de cambio para un México más justo, José luchó por los derechos de campesinos y obreros, además de sumarse a movimientos nacionalistas en boga durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.

Militante de la organización Socorro Rojo Internacional, secretario juvenil de la Confederación Sindical Unitaria de México y secretario general de la Sección de Autores y Adaptadores del Sindicato Mexicano de la Producción Cinematográfica.

También forma parte de los grupos Marxista El Insurgente y Comunista Internacionalista, del Partido Obrero Campesino Mexicano, de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), al igual que de la Asociación de Escritores de México, entre otras organizaciones.

Tanto en 1932 como en 1934 es prisionero político residente del penal en las Islas Marías, experiencia que vuelca a las letras y que revela en “Los muros de agua”, su primera publicación, en 1941.

El gobierno siguiente rompe con las ideas comunistas y comienza la persecución contra sus promotores, muchos de los cuales siguen sus esfuerzos a veces en la clandestinidad y otras más, desde una incómoda tolerancia. Pero Revueltas no siempre los sigue y, siempre crítico, también denuncia los autoritarismos y vicios del marxismo imperante en el mundo.

Ello le valió ser expulsado varias veces del Partido Comunista Mexicano, al que volvía convencido de que esa era la vía para una óptima transformación nacional, pero sin dejar de criticar los abusos y la violencia estalinista.

En esa época volcó sus ideas de cambio al periodismo, oficio que desempeñó como redactor, reportero y/o editor en publicaciones como El Taller, El Combate, El Popular, El Día, Espartaco y otras revistas estudiantiles.

También siguió su vocación de escritor con la publicación de libros como “Dios en la tierra”, “Los días terrenales”, “Los errores” y “El luto humano”, con la que en 1943 gana el Premio Nacional de Literatura, otorgado en el marco del Concurso Literario Latinoamericano. Otras novelas de su pluma son “En algún valle de lágrimas” y “Nos vemos en abril”.

José Revueltas crea además obras de teatro, entre ellas “Israel” y “El cuadrante de la soledad”, para la cual el pintor Diego Rivera crea una escenografía giratoria e Ignacio Retes dirige a actrices como Silvia Pinal y Prudencia Grifell, quienes presentan más de 100 funciones.

Como guionista participa en la adaptación de 26 filmes, entre los cuales sobresalen “Rosauro Castro”, “La noche avanza”, “La diosa arrodillada”, “El apando”, “La casa chica”, “Rebozo de soledad” y “La otra”, trabajo por el cual en 1947 recibe el Premio a la Mejor Adaptación Cinematográfica.

Asimismo son muchos los cuentos que el escritor publicó, resaltan: “Lo que uno escucha”, “Dios en la tierra”, “Los motivos de Caín”, “La palabra sagrada” y “El luto humano” por mencionar algunos. El “Ensayo sobre un proletariados sin cabeza” y “México: una democracia bárbara” son, a su vez, trabajos teóricos.

En la década de los años 60 da clases tanto en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), donde imparte la materia de Guion, como en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).

En 1967 se le otorga el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores, como reconocimiento a su obra literaria; el siguiente año se suspende la entrega de ese galardón en protesta por el encarcelamiento de Revueltas.

El paso de los años no mermó sus ímpetus, ya tenía 54 años cuando se sumó al Movimiento Estudiantil de 1968; el gobierno lo acusó de ser el ideólogo de esas movilizaciones, lo cual le valió permanecer tras las rejas del Palacio Negro de Lecumberri desde noviembre de ese año hasta mayo de 1971.

Durante ese periodo Revueltas no perdió el tiempo y volvió a dejar manifiesto lo que había vivido con “El apando”, su última novela, además de escribir “Carta abierta a los estudiantes presos” y “Consideraciones sobre la autogestión académica”.

El poeta chileno Pablo Neruda pide la liberación del mexicano en una carta en la que se lee: “Contradictorio, hirsuto, inventivo, desesperado y travieso es José Revueltas: una síntesis del alma mexicana. Tiene, como su patria, una órbita propia, libre y violenta. Tiene la rebeldía de México y una grandeza heredada de familia”.

A su salida de la cárcel, José dicta conferencias sobre literatura y cine tanto en México como en Estados Unidos, más precisamente en las universidad de Stanford y Berkeley, viaja a París.

En 1974 publica “Material de los sueños” con ocho relatos y un año después, “Dialéctica de la conciencia” y “Antología personal”, además de cofundar la revista Cambio. En ese 1975 se le da su nombre al Premio Bellas Artes de Ensayo Literario.

Un mes después de presidir el traslado de los restos de su hermano Silvestre a la Rotonda de los Hombres Ilustres, el 14 de abril de 1976 fallece José de un paro cardiaco y es sepultado en el Panteón Francés de La Piedad con el respeto que le dio su coherencia social, intelectual y artística.