Nacido el 31 de marzo de 1914 en la Ciudad de México, Paz es uno de los literatos más completos, porque destacó en una extensa rama de estilos literarios.

A 105 años de su nacimiento que se conmemora este 31 de marzo, el poeta, diplomático y ensayista mexicano Octavio Paz es recordado por ser ganador del Premio Nobel de Literatura y considerado máximo representante de las letras mexicanas por obras como “El laberinto de la soledad”.

Nacido el 31 de marzo de 1914 en la Ciudad de México, Paz es uno de los literatos más completos, porque destacó en una extensa rama de estilos literarios, que van desde la poesía, novela, traducciones y sobre todo el ensayo, sin cuyos títulos no se comprendería el siglo XX mexicano, y en el que destaca “El ogro filantrópico”.

Paz falleció el 19 de abril de 1998 en la capital mexicana, pero su obra está en manos de las nuevas generaciones, quienes renovarán su valor y pertinencia.

Recientemente, se anunció que las cenizas del escritor serán depositadas, junto con las de su esposa Marie José Tramini, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, debido a la cercanía afectiva y literaria que el escritor mantuvo con este recinto.





Gracias a la extensa biblioteca de su abuelo, Paz tuvo un temprano contacto con la literatura, ya que su padre era un periodista político junto a otros intelectuales progresistas.

Comenzó a escribir a muy temprana edad, en 1937 realizó un viaje a Valencia, España, para participar en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas.

Un año más tarde, fue fundador de la revista “Taller”, que marcó el surgimiento de una nueva generación de escritores en México, así como una nueva sensibilidad literaria, a los 17 años de edad publicó su primer poema en la revista “Barandal”, de acuerdo con el sitio ”cervantes.es”.

Para adentrarse más en la poesía modernista Anglo-Americana, en 1943 viajó a Estados Unidos con la beca Guggenheim; al realizar un viaje a España, entabla relaciones con intelectuales de la república española y Pablo Neruda (1904-1973), que le sirvieron de influencia en su poética.

Años más tarde, se incorporó al servicio diplomático mexicano, fue enviado a Francia, en donde escribió “El laberinto de la soledad”, un estudio fundamental a cerca de la identidad mexicana, además de que participó en varias actividades y publicaciones surrealistas.

En la década de los 50, publica los libros “Libertad bajo palabra” (1949), “El laberinto de la soledad” (1950), retrato de la sociedad mexicana, “¿Águila o sol?” (1951), libro de prosa de influencia surrealista y “El arco y la lira” (1956).

Fue designado en 1962 embajador de la India, un acontecimiento importante en el trabajo del poeta, reflejado en los múltiples libros que escribió durante su estancia en la región, especialmente en “La gramática del mono” y “La cuesta del este”.

Para 1968, renunció a su carrera diplomática, en protesta contra la supresión sangrienta del gobierno debido a las manifestaciones estudiantiles en Tlatelolco que culminó con la matanza en la Plaza de las Tres Culturas durante los Juegos Olímpicos de México.

Desde entonces, Octavio Paz se dedicó su trabajo como escritor y editor, y además de que fundó dos revistas importantes dedicadas a las artes y a la política “Plural” (1971-1976) y “Vuelta” (1976-1998), la mayoría de sus obras poéticas, se componen de poemas y obras escritas en sus primeros años como escritor.





A grandes rasgos, su obra poética se divide en tres fases: el autor pretendía penetrar a través de la palabra, encontrar la tradición surrealista antes de encontrar un nuevo impulso en el contacto con lo oriental y darle prioridad a la alianza entre erotismo y conocimiento.

El descubrimiento surrealista le enseñaría el poder liberador de la palabra y con la valoración de lo irracional, la posibilidad de devolverle al lenguaje unas dimensiones míticas, según sus biógrafos.

Paz fue un poeta y ensayista, el cual su recopilación poética es alimentada por la creencia de que la poesía constituye “la religión secreta de la edad moderna”, además de que escribió un acervo prolífico de ensayos.

Cabe destacar su labor como traductor, donde frecuentó las obras poéticas tanto de oriente como de occidente, de Mallarmé a René Char, de Elizabeth Bishop a Wallace Stevens, de Fernando Pessoa a Artur Lundkvist, pero también tradujo poesía sánscrita, poetas chinos como Chuang-Tse y Li Po, y japoneses como Matsuo Bash?.

Entre su repertorio de poemas, libros y ensayos se encuentran “Cuadrivio” (1965), “Ladera este” (1968), “Toponemas” (1969), “Discos visuales” (1969), “El signo y el garabato” (1973), “Mono gramático” (1974), “Pasado en claro” (1975), “Sombras de obras” (1983) y “La llama doble” (1993), entre incontables obras más.

Entre los múltiples premios y reconocimientos que recibió, se destacan el Premio Cervantes en 1981, el más importante del mundo de habla hispana, el Premio Nobel de Literatura en 1990, así como el del Nacional de Ciencias y Artes, Internacional Alfonso Reyes y Xavier Villaurrutia, entre los más importantes.

Obtuvo distinciones como la beca de la Fundación Guggenheim y los doctorados honoris causa de las universidades de Roma, Harvard, Boston, Nueva York, Texas, Murcia y Nacional Autónoma de México.