Cinco años han pasado desde que Elizabeth “Liz” Puga desapareció, tras ser vista por última vez en la colonia Altabrisa en la delegación Otay, luego de sufrir un atentado
TIJUANA.- Cinco años han pasado desde que Elizabeth “Liz” Puga desapareció, tras ser vista por última vez en la colonia Altabrisa en la delegación Otay, luego de sufrir un atentado.
Justo este 5 de julio, fecha exacta de su desaparición, familiares, amigos y miembros del colectivo Fuerzas Unidas Hasta Encontrarlos marcharon por calles de la ciudad pegando volantes con su rostro; la actividad también sirvió para mantener viva su memoria.
El contingente se reunió en las antiguas instalaciones de la Comisión de Búsqueda de Personas, ubicada en la Tercera Etapa del Río, de donde partieron hacia la zona de Otay, lugar donde fue vista por última vez.
“Han sido cinco años muy largos, muy pesados, muy cansados”, durante los cuales su familia ha tenido que cargar con el peso de una investigación que avanza lentamente, comentó Karen Vega, hermana de Liz e integrante del colectivo Fuerzas Unidas Hasta Encontrarlos.
“Esto te deteriora mucho, fractura todo tu núcleo familiar porque no tienes vida. Tienes que ser tú quien trabaje la carpeta porque tú eres quien está llevando la información para que se haga la investigación”, aseguró Karen.
Durante el primer año de la desaparición de Liz, la carpeta de investigación apenas contenía unas 32 hojas, en su mayoría copias aportadas por su madre. Karen denunció que la administración anterior permitió que se perdiera un tiempo valioso. La falta de acción llevó el caso a instancias nacionales e internacionales, incluyendo la ONU, donde fue catalogado como una acción urgente.
Karen hizo un llamado a la actual gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila, recordando que al inicio de su gestión se comprometió a fortalecer la unidad de personas desaparecidas. Hasta ahora, señaló, ese compromiso no se ha traducido en el apoyo necesario, especialmente durante las búsquedas en campo, ya que los colectivos no cuentan con medidas mínimas de seguridad, lo que los coloca en una situación de vulnerabilidad.
La pega de volantes en las calles fue, además de un acto simbólico, un grito de ayuda. “La extraño y hace mucha falta en la casa. Voy a seguir hasta encontrarla, el tiempo que sea necesario”, expresó Karen al ser cuestionada sobre qué le diría hoy a su hermana.