Un estudio revela cómo el cerebro ralentiza el procesamiento de información con la edad, alterando nuestra percepción del tiempo. Nuevas experiencias y vivir en el presente podrían ser claves para combatir esta sensación
La percepción de que los años transcurren más rápido a medida que envejecemos tiene una base científica, según un artículo publicado en The Independent. Adrian Bejan, profesor de ingeniería mecánica en la Universidad de Duke, sostiene que esta sensación se debe a un fenómeno relacionado con el procesamiento de señales visuales en el cerebro.
Bejan explica que, con el paso del tiempo, las redes neuronales se vuelven más complejas y el cerebro tarda más en procesar la información. Este ralentizamiento contribuye a la percepción de que los días, meses y años pasan más rápido. “Cuando somos jóvenes, nuestro cerebro procesa estímulos de forma más rápida y fluida, creando la impresión de un tiempo más lento y lleno de detalles”, señala el investigador.
Además, la rutina y la falta de nuevas experiencias agravan esta sensación. A medida que envejecemos, tendemos a establecer hábitos más rígidos, lo que limita la cantidad de estímulos novedosos que recibimos. Según Bejan, las experiencias repetitivas se procesan más rápidamente, contribuyendo a la impresión de que el tiempo vuela.
Para contrarrestar esta percepción, el profesor recomienda salir de la rutina, obligarse a realizar actividades nuevas y enfocarse en el momento presente. “La novedad estimula el cerebro y ralentiza la percepción del tiempo”, asegura Bejan.
Esta explicación científica invita a reflexionar sobre cómo gestionamos nuestras experiencias a lo largo de la vida y cómo podemos aprovechar cada instante.