Aunque no es posible prevenir la exposición a sucesos violentos, sí se puede preparar a los menores con un plan de primeros auxilios psicológicos que, además, ayuda a los adultos a tomar mejores decisiones

MEXICALI.- Un evento en el que la violencia está presente puede provocar desconcierto y diferentes reacciones en las personas, sin importar su edad. Emociones como la sorpresa, enojo, miedo o tristeza podrían presentarse, independientemente de contar con información sobre el evento o la disposición de recursos para afrontarlo, indicó la Dra. Daniela Díaz Flores, coordinadora de la Licenciatura en Psicología Infantil en CETYS Universidad Campus Mexicali.

“Las niñas y niños que son testigos de eventos desafortunados como los actos violentos podrían mostrar cambios en su comportamiento, emociones de desconcierto y una falta de comprensión sobre el porqué sucedió; pero no todos los infantes logran expresar de manera verbal y clara lo que están sintiendo”, detalló la especialista.

Por ello, añadió, ante cualquier cambio de conducta, tanto padres de familia como el resto de cuidadores y adultos alrededor de las niñas y niños afectados por un evento de este tipo deben estar atentos a posibles cambios en la forma de alimentarse, en sus horas de sueño, a cambios repentinos de conducta como distracciones, demasiada pasividad o agresividad y a síntomas físicos como dolor de cabeza, dolor de estómago, náuseas o vómito.

También es importante mantener atención sobre lo que el niño o niña expresa a través de sus dibujos, cuentos, palabras o tipo de música que escucha, pues son medios por los cuales podría dar indicios de su situación emocional.

Los cambios de comportamiento derivados de la exposición a una situación violenta pueden presentarse de forma inmediata; sin embargo, también pueden manifestarse en tiempo posteriores, a manera de trastorno de estrés postraumático (TEPT).

“El TEPT es una condición que los infantes y adultos pueden presentar posterior a un suceso que les haya impactado física y/o emocionalmente, ya sea como testigos, que le pasó a un conocido, o bien, que ellos mismos vivieron, por ejemplo, secuestros, accidentes, balaceras, violencia intrafamiliar, desastres naturales, abuso sexual o físico”.

En este caso, cada niño puede manifestar diferentes síntomas o cambios, por ejemplo, estar en estado de alerta en la mayoría del tiempo, evitar la visita a ciertos lugares o el contacto con algunas personas, expresar preocupación por morirse o tener comportamientos regresivos; es decir, acciones que ya dominaba o comportamientos como si fuera menor a la edad actual.

Aunque lamentablemente no es posible prevenir la exposición a sucesos violentos, sí se puede preparar a los menores con un plan de primeros auxilios psicológicos en caso de emergencia que, a su vez, ayuda a que los adultos puedan tomar las mejores decisiones sobre cómo apoyar a su familia:

- Prevención: Uno de los principales cuidados que el adulto debe de implementar es limitar la exposición a noticias. “Desgraciadamente, abunda información explícita que en ocasiones puede llegar a perturbar a las niñas y niños. Si hubo algún tipo de exposición, es relevante mantener una actitud empática y validar las emociones de los infantes, en ocasiones los adultos pueden llegar a realizar comentarios como: “no pasa nada”, “ya pasó eso”, “no seas exagerado”, lo cual puede generar en el infante sentirse poco comprendido y escuchado”.

- Calma: Es importante que los adultos que rodean a los niños y niñas cuiden  cómo expresan su sentir, manteniéndose tranquilos ante la situación y moderando sus expresiones emocionales de miedo, susto o incertidumbre. Esto le ayudará a las niñas y niños a confiar y mantenerse tranquilos.

- Asegura la integridad física: Antes de brindar apoyo emocional, asegúrate de que el entorno sea seguro para el niño. Si es necesario, retíralo de cualquier peligro inmediato y llévalo a un lugar seguro.

- Valida los sentimientos del niño: Es importante permitir que exprese sus sentimientos y emociones. Valida sus preocupaciones y miedos, y hazle saber que está bien sentirse asustado o triste en situaciones difíciles.

- Escucha activamente: Presta atención a lo que el niño tiene que decir. Anímalo a compartir sus pensamientos y emociones, y escucha de manera comprensiva y sin juzgar. Esto ayuda al niño a procesar sus experiencias y sentirse comprendido.

- Proporciona consuelo y afecto: Brinda consuelo físico al niño si lo desea, como abrazos o sostener su mano. El contacto físico puede ser reconfortante y ayudar a reducir el estrés emocional.

- Ofrece información adecuada: Ajusta la información que brindas al nivel de desarrollo del niño. Explica lo que está sucediendo de manera simple y clara, sin entrar en detalles perturbadores o alarmantes. Proporciona información tranquilizadora y responde a las preguntas del niño de manera honesta.

- Fomenta la resiliencia: Ayuda al niño a identificar y utilizar sus propios recursos para enfrentar la situación. Anímalo a hablar sobre lo que puede hacer para sentirse mejor y cómo puede superar los desafíos.

- Elaboren un plan de emergencias: en familia, platiquen y realicen un plan sobre qué hacer en caso de presentarse algún suceso de este tipo; a dónde ir, cuál es el teléfono de emergencia y en caso de ser necesario, a qué persona llamar para brindar el auxilio o atención al infante.

“Cuando los síntomas post traumáticos persisten, es necesario buscar apoyo psicológico. Un psicólogo especializado en el área infantil puede diagnosticar y brindar el tratamiento adecuado para que las niñas y niños puedan afrontar esta situación de una mejor manera, apoyar con su manejo emocional, reestructurar sus hábitos diarios y desarrollar estrategias para que tanto los infantes como sus familiares puedan sobrellevar futuras situaciones”, concluyó la especialista.