Busca mitigar la contaminación procedente de los lixiviadios de la agricultura y disminuir la expansión de zonas anóxicas (sin oxígeno) en los márgenes costeros del mundo
ENSENADA.- Si utilizas un bioestimulante muy específico desarrollado con base en algas marinas, ¿qué tanto puedes reducir el uso de fertilizantes para mantener cultivos viables?
Esta es la pregunta clave que se propone contestar el grupo liderado por el Dr. Jorge Olmos Soto, investigador del CICESE, luego de comenzar hace dos meses ensayos utilizando brócoli y dos productos desarrollados por la empresa española de biotecnología marina Ficosterra, como parte de un proyecto financiado por Naciones Unidas.
Este proyecto busca mitigar la contaminación procedente de los lixiviadios de la agricultura y, en última instancia, disminuir la expansión de zonas anóxicas (sin oxígeno, llamadas también zonas muertas) en los márgenes costeros del mundo.
Pero vamos por partes. Entendamos primero cómo la falta de oxígeno en zonas costeras (y también en mar abierto) por causas naturales y por actividades humanas puede llevar a la hipoxia.
La Dra. Lisa Levin, del Instituto Oceanográfico Scripps, señaló en un seminario ofrecido en el CICESE que este proceso usualmente inicia con un aporte de nutrientes. “Cuando adicionas nutrientes al océano, ya sea por la presencia de surgencias en el Pacífico, con escurrimientos a lo largo de la costa a partir de la agricultura (fertilizantes) o por aguas residuales, estimulas la producción de fitoplancton.
“Algunas veces esta producción puede ser excesiva y provoca grandes afloramientos que, cuando decaen y el fitoplancton muere, provoca el consumo de oxígeno y la producción de CO2, que eleva la desoxigenación. El sistema de corrientes presente en el mar vuelve a meter oxígeno al sistema, así que tiene que haber una severa ausencia de estas corrientes para tener una elevada falta de oxígeno”.
Las regiones de hipoxia en aguas abiertas reciben el nombre de zonas de oxígeno mínimo (ZOM), y a diferencia de las que se presentan en las costas, la mayoría ocurren de manera natural. En ocasiones estas ZOM conectan con la margen continental y se crean bandas de hipoxia, con profundidad y grosor variable.
Un dato interesante que revela la Dra. Levin es que las áreas hipóxicas o cercanas a la hipoxia, han aumentado 4.5 millones de kilómetros cuadrados en los últimos 50 años.
“Se tienen registros de que el océano ha perdido, en promedio, 2% de oxígeno en los últimos 50 años. Pero esto no es uniforme. La más grande perdida de oxígeno se ha registrado en la Bahía de Monterey (California), que perdió 40% de su oxígeno entre los 250 y 400 metros de profundidad. En el sur de California la perdida es de 20%, y así en diferentes partes del mundo”.
Si bien esta baja de oxígeno puede deberse a factores como el cambio climático (el aumento en la temperatura de los océanos provoca una disminución en la solubilidad del oxígeno y en la estratificación de las aguas, las dos rutas principales que explican cómo la absorción de calor reduce el oxígeno), los lixiviados de la agricultura han provocado las dos zonas muertas más grandes hasta hoy: una está el Golfo de Omán, en la costa de Arabia, y la otra en el Golfo de México, frente a las costas de Luisiana, Misisipi y Alabama que supera los 20 mil kilómetros cuadrados de extensión. Esto es: 2 millones de hectáreas de desierto biológico, en pleno mar, por usar fertilizantes de manera indiscriminada; fertilizantes (nitritos, nitratos y fosfatos, principalmente) que son transportados por ríos y arroyos que desembocan en el mar.
Un punto toral en la solución de este problema es usar menos fertilizantes. Y ahí es donde entra el proyecto de Naciones Unidas que busca impulsar el cumplimiento de su Objetivo de Desarrollo Sostenible 14, en el que participan Ficosterra, el CICESE y la empresa bajacaliforniana GN Productores Agrícolas.
El Dr. Jorge Olmos, investigador del Departamento de Biotecnología Marina del CICESE, explicó que hace dos meses comenzaron, con financiamiento de la ONU, los estudios en un invernadero utilizando 50 macetas para cultivar brócoli en condiciones controladas, empleando dos bioestimulantes desarrollados por Ficosterra (ficosagro ® y cystium-k ®) cuya cantidad se mantiene fija, y variando la concentración de fertilizante de 100 a 70 por ciento.
El objetivo es evaluar hasta qué concentración de fertilizante se puede disminuir sin afectar el rendimiento final del cultivo (la productividad), siempre y cuando utilices los productos que Ficosterra desarrolló a partir de algas marinas. Esto es, probar cómo estos productos mejoran la nutrición y asimilación de fertilizantes en las plantas, pues entre más eficiente la nutrición de la planta (brócoli en este caso), menos fertilizante necesita.
¿Y por qué brócoli? Porque es una planta que tiene muchas propiedades y resistente a diferentes variables; crece lo mismo con poca o mucha luz, con un amplio rango de temperatura, produce un solo fruto y tiene un amplio mercado en España, tanto de consumo interno como de exportación.
La inclusión del CICESE en este proyecto se debió a la gestoría de la Dirección de Impulso a la Innovación y el Desarrollo. En él participan tres personas: el Dr. Jorge Olmos como investigador responsable, un auxiliar de investigación en el invernadero y otro en el laboratorio. Los resultados serán evaluados a finales de diciembre de este año, y si es necesaria una segunda evaluación, sería en febrero de 2022.
De acuerdo al Dr. Olmos, el proyecto “puede tener un gran impacto a nivel internacional porque en los cultivos intensivos, donde se produce a gran escala, los agricultores agregan fertilizante cada 3 o 4 días para que la planta te dé, y te dé y te dé, todo lo que se pueda. Después de eso utilizan una buena cantidad de agua para lavar todo lo residual, y lo que queda vuelven a agregar agua y repiten el ciclo durante 3 o 4 meses. Así es como se genera la lixiviación, que es lo que no se absorbió del fertilizante y que regularmente va a dar al mar”.
A pesar de que Baja California tiene dos valles agrícolas importantes (Mexicali y San Quintín), consideró que el problema podría no ser tan grande. Más bien habría que averiguar si frente a las costas de Sinaloa se tienen zonas anóxicas, pues se considera el granero de México y sus escurrimientos llegan directo al mar, tanto al Pacífico mexicano como al Golfo de California, que es un sistema cerrado.