Se destaco al Partido Comunista como la fuerza que ha restaurado la dignidad de China y la ha convertido en la segunda mayor economía del mundo desde que asumió el poder en la guerra civil de 1949
BEIJING, CHINA.- China no permitirá que la intimiden y quien lo intente se enfrentará a cabezas rotas y un derramamiento de sangre ante la Gran Muralla de hierro de los mil 400 millones de chinos, dijo el presidente del país, Xi Jinping, el jueves en un acto multitudinario para celebrar el centenario del gobernante Partido Comunista.
Vestido con un traje gris abotonado del estilo de los de Mao Zedong, Xi habló desde el balcón de la Puerta de Tiananmen y enfatizó el papel del partido a la hora de alzar a China a la relevancia internacional, añadiendo que nunca se alejará del pueblo.
Xi, que preside el partido y lidera las fuerzas armadas más grandes del mundo, dijo también que China había restaurado el orden en Hong Kong tras las protestas antigubernamentales que paralizaron la ciudad semiautónoma en 2019 y reiteró la determinación de Beijing de incluir a la autogobernada Taiwán bajo su control.
La mayor ovación la recibió sin embargo al describir a la formación como la fuerza que había restaurado la dignidad de China y la convirtió en la segunda mayor economía del mundo desde que asumió el poder en la guerra civil de 1949.
El pueblo chino es un pueblo con un fuerte sentido del orgullo y confianza en sí mismo", afirmó Xi. Nunca hemos intimidado, oprimido o esclavizado a la gente de otra nación, ni en el pasado, ni durante el presente, ni en el futuro".
Al mismo tiempo, el pueblo chino no permitirá en absoluto que ninguna fuerza extranjera nos intimide, oprima o esclavice y quien lo intente se encontrará con cabezas rotas y un derramamiento de sangre frente a la Gran Muralla de hierro de los 1.400 millones de ciudadanos chinos", afirmó el mandatario.
Las declaraciones de Xi se producen con China inmersa rivalidad cada vez más acentuada con Estados Unidos por el estatus de potencia mundial, y enfrentada con India por su su disputada frontera. Beijing reclama también islas no habitadas en manos de Japón y casi la totalidad del Mar de la China Oriental, al tiempo que amenaza con invadir Taiwán, con quien Washington impulsó su relación y las ventas militares.
Beijing enfrenta también duras críticas por un supuesto abuso de poder en su territorio, incluyendo la detención de más de un millón de uigures y de otras minorías musulmanas para su reeducación política en la región noroccidental de Xinjiang, y por encarcelar o intimidar a quienes considera posibles rivales desde Tíbet a Hong Kong.
Los eventos del jueves coronan semanas de ceremonias y actos en los que se elogió el papel del Partido Comunista en las enormes mejoras en la calidad de vida del país y en la recuperación de la influencia económica, política y militar en el extranjero. Estos avances, junto a la dura represión a los opositores, han ayudado a la formación a mantenerse en el poder a pesar de que sus 92 millones de miembros son apenas el 6% de la población.
Aunque el progreso deriva principalmente de las reformas económicas aplicadas por Deng Xiaoping hace cuatro décadas, las celebraciones se centran en el rol de Xi, que se ha alzado como el líder chino con más poder desde Mao. Xi mencionó las contribuciones de sus predecesores en su discurso, que estuvo dominado por sus afirmaciones acerca de avances en el alivio de la pobreza y en el progreso económico, al tiempo que elevó el perfil internacional de China y plantó cara a Occidente.
Xi, de 68 años, ha eliminado el límite temporal a la presidencia y se espera que a principios de 2022 inicie su tercer mandato de cinco años.