También existe en la actualidad un nicho de lectores muy importante entre los jóvenes, y son, paradójicamente, los nativos digitales que desde muy temprana edad tuvieron acceso a una pantalla, inmersos en la pintura digital, indicó.
Por: Manuel Rosales Padilla
La literatura mexicana está viviendo un gran momento con el renacimiento en los últimos años de una estirpe de cuentistas muy jóvenes que están abriendo brecha de importancia en la narrativa de este país.
Daniel Salinas Basave, único escritor mexicano preseleccionado en octubre pasado para competir con su libro de cuentos “Días de whisky malo” por el IV Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, dijo que se está apostado de manera fuerte al género.
“Están exponiendo trabajos que realmente merecen la pena ser leídos, géneros diversos como el ensayo, pero sobre todo que se le apuesta al cuento y creo que es un momento de efervescencia dentro de la narrativa mexicana y latinoamericana”, anotó.
Son jóvenes escritores cuyos trabajos han permitido “que el cuento goce en la actualidad de muy buena salud, después de que éste como género haya sido el malquerido o “el patito feo” de las grandes editoriales que siempre preferían la novela”.
También existe en la actualidad un nicho de lectores muy importante entre los jóvenes, y son, paradójicamente, los nativos digitales que desde muy temprana edad tuvieron acceso a una pantalla, inmersos en la pintura digital, indicó.
El también periodista opinó que contrario a lo que comúnmente se cree, que la lectura se encuentra en decadencia, “que es como un salmón que siempre va contra de la corriente”, son justamente los jóvenes quienes están a la vanguardia con este hábito.
Daniel Salinas Basave se ha especializado estos años en escribir libros que han ganado éxito editorial casi cada uno de ellos con un premio o reconocimiento, obras comentadas por varios críticos y expuestos en importantes librerías de la región.
Antes de acariciar la fama que dan los libros, escribirlos sobre todo, Daniel Salinas estudió para abogado; sin embargo, el gusto por las letras lo llevó primero a ser periodista y después el exitoso escritor que es ahora.
La cúspide por el momento de su labor en el campo de las letras, fue su preselección, junto con otros autores de habla hispana, para el IV Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez a fines del año pasado en Colombia.
Regiomontano de nacimiento y tijuanense por decisión, Salinas confesó haber llegado a esta frontera contratado para ser parte de la planta fundadora de un periódico perteneciente a una cadena regional, como reportero de investigación.
Ha sido ganador del Premio Estatal de Literatura Baja California en 2010, Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry en 2014, Premio Regional de Cuento en La Paz en 2014, Premio Gilberto Owen de Literatura 2015.
También fue ganador del Premio Bellas Artes de Ensayo Literario “José Revueltas” en 2015 y del Certamen Internacional de Literatura “Sor Juana Inés de la Cruz” en 2015, y ya tiene otros títulos para publicar y someter a concursos literarios.
En entrevista para Notimex, Salinas Basave confesó que su afición por la escritura la desarrolló desde niño, y 33 años después ha subsistido un diario escrito “que mudando de estilo, faceta y superficie se mantiene ininterrumpido hasta la fecha”.
Sus primeras tentativas de relato, casi siempre inacabados, fueron desde la pre adolescencia, “textos escritos a mano con pésima caligrafía, en cuadernos escolares que ni remotamente pensé en publicar y ni siquiera en enseñarlos a alguien”.
Escribir, aseguró, era un fin en sí mismo, pues no pretendía más que el placer inmediato de hacerlo, “la escritura se agotaba en sí misma y cumplía su función de liberarme. Escribía comienzos de relatos en donde pasaban cosas que quería vivir a esa edad”.
“Extraño esa sensación y ese desinterés. Una brutal e inocente honestidad literaria. En el caso de la escritura creo que podría hablar de predestinación si hubiera crecido en un hogar de gente dedicada a un oficio distinto a las letras”, dijo.
Sin embargo, en la casa donde pasó su infancia había 33 mil libros que fueron después donados a la Universidad Autónoma de Nuevo León por su abuelo, Agustín Basave, un filósofo, propietario de esa descomunal biblioteca.
También su madre, una lectora apasionada, lo indujo a la lectura desde pequeño “y una vez que le das el golpe a la lectura, no hay vuelta atrás; no hay ex lectores ni lectores rehabilitados”, sentenció el periodista.
Y aunque dice conocer “a geniales escritores cuya vida transcurrió en entornos ajenos a la literatura”, el escritor se cuestionó: “si hubiera tenido otra casa y otra madre, ¿estaría hoy consagrado en cuerpo y alma a la literatura?”.