Hay personal médico que se ha convertido en vocero de los pacientes. Médicos y enfermeros que ahora son emisarios de los mensajes más infortunados, como el de un hermano que le mandó decir a su hermana que no lo esperara.

Lucía Gómez Sánchez/ HIPTEX

TIJUANA.- El paciente con síntomas de Covid-19 entra solo a consulta, si necesita hospitalización pasa solo a la cama y ya no se mueve de ahí hasta que recibe el alta o lamentablemente fallece sin volver a ver sus familiares. Evidentemente siente miedo.

No puede recibir visitas por riesgo de contagio, lo único que ve a su alrededor es a otras personas en condiciones similares o más graves que las suyas y a personal médico con trajes blancos especiales y caretas que les cubren el rostro, las expresiones y les provocan heridas en la piel a quienes las usan por periodos de hasta 12 horas continuas.

Uno de los retos para los médicos radica en que los pacientes no caigan en crisis de angustia porque éstas les pueden provocar ataques de tos que derivan en falta de aire e incluso la muerte.

Los médicos que atienden a pacientes con Covid-19 en alguno de los dos hospitales regionales del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Tijuana viven un cóctel de emociones, comparte una de ellas luego de describir lo que experimentan los pacientes.

Deben brindar atención médica, pero también emocional a sus pacientes para evitar precisamente las mencionadas crisis de angustia y eso no los exime de sus propios sentimientos, de quebrarse y necesitar aliento que se brindan unos a otros como compañeros de profesión y desde hace más de un mes en Baja California, de algo que se asemeja a una batalla, pero con enemigo invisible.

El personal médico también teme infectarse, pero conforme avanzan los días de crisis y las áreas de pacientes aislados por Covid-19 se saturan más, debe aprender a dejar el temor atrás y canalizar la emoción a idear opciones que le permitan brindar mejor atención, aunque la demanda de sus servicios sea exorbitante.

En Baja California actualmente son 786 los pacientes confirmados con Covid-19, de ellos 83 han derivado en defunciones y 138 están hospitalizados, pero también se encuentran internados 333 pacientes con sospecha de coronavirus. Tijuana es la ciudad con más casos y defunciones por la enfermedad, 471 confirmados, 296 sospechosos y 51 fallecimientos.

Miedo es un sentimiento muy ligado a la pandemia por el Covid-19 en el mundo, en México, en Baja California y en Tijuana, tanto para pacientes como para personal médico que trata de brindar la mejor atención con escasas y aún inciertas alternativas y a la vez enfrenta el temor natural de contagiarse, aunque tome todas las precauciones a su alcance.

Pocos al frente

“Somos pocos los que quedamos al frente”, refiere una médica del área de Aislados por Covid-19 en el IMSS Tijuana que habló con HIPTEX por videollamada solicitando anonimato.

Comenta que por diferentes circunstancias son pocos los médicos que siguen; unos se han contagiado como lo ha reconocido la Secretaría de Salud de Baja California.

Sin embargo, también muchos otros han tenido que dejar de brindar atención por ser vulnerables por su edad o enfermedades crónicas y aunque existe una convocatoria abierta para contratar más personal, no muchos se acercan, a consideración de ella porque tienen miedo al contagio del virus.

La médica especialista afirma que ella no quiere ser vista como heroína, sabe que si no toma las precauciones debidas y se deja llevar por la emoción habrá un profesional de la salud menos para atender a la gente, ahora que a pesar de que la vista de la humanidad se ha volcado a reconocer su labor, son tan escasos, al menos en Tijuana.

Comparte que compañeros suyos que consideraron que podían ser héroes ahora reconocen que se equivocaron. Están aislados por haber contraído la enfermedad y lamentándose porque no pueden ayudar a atender la crisis que se vive actualmente, esperando recuperarse para reintegrarse al frente.

No necesitamos comida, ni mensajes de aliento, ni bendiciones en todo momento, se escucha cruel mi comentario y a los que lo hacen se los agradecemos, pero lo que en realidad necesitamos es que la gente que puede hacerlo se quede en su casa, para que no se saturen aún más los servicios de salud y a la hora de que se requiera atención la podamos brindar, refiere.

La médica dispara la mirada para tratar de encontrar las palabras adecuadas sin escucharse insensible, pero afirma que esa misma gente que no está atendiendo las indicaciones de distanciamiento sano será la que exija atención cuando los hospitales estén más saturados que ahora.

Sostiene que no actúan de mala fe ni porque sean malos seres humanos al dejar a personas en espera. “Es porque adentro está lleno y hay muchos esperando, ¿dónde los ponemos?”

Aclara que no todos los contagiados con Covid-19 son personas que no atendieron las recomendaciones o acudieron a lugares concurridos con fines de esparcimiento.

También hay trabajadores de maquiladoras que estaban acudiendo a laborar, se contagiaron y ahora están hospitalizados.

“No puedo besar ni abrazar a mis hijas”

Aunque el transcurso de la charla avanza en serenidad, a la médica se le escapan las lágrimas cuando narra que no puede besar ni abrazar a sus hijas.

Sólo las veo el fin de semana y me alejo, si acaso me permito un abrazo cuando llego y otro cuando me voy. “La chiquita no entiende”, expresa.

Sus hijas están con sus padres y las mira sólo un par de días y después de haber tomado todas las precauciones necesarias que en su trabajo incluyen un overol especial, cinco pares de guantes, cubrebocas, careta, lentes de plástico, tres pares de botas y media hora para ponerse y otra media hora para quitarse el traje.

Aclara que sí reciben equipo de protección por parte del IMSS, pero algunos han optado por comprar algunos aditamentos cuando quieren cierto tipo o determinadas marcas para sentirse más protegidos.

Luego de descontaminarse en la clínica, la entrada a su casa es por una ruta alterna a la convencional, cercana a la lavadora, donde primero hay que quitarse la ropa con la que se sale del hospital. Después hay que bañarse y hasta entonces comer, después de una jornada de 12 horas de trabajo intenso y estrés indescriptible.

En la casa de la doctora si antes se ponía mucha atención a las medidas de higiene, ahora se exageran y su esposo se encarga de esas labores ajustando el tiempo del trabajo propio.

Lo más difícil para ambos no han sido los protocolos de desinfección sino la separación de la familia, pues aunque saben protegidas a sus hijos estando con sus abuelos, todo cambió repentinamente.

Anticipándose a lo que podría pasar, que en un momento se veía como algo muy lejano, en una ciudad de China y en el que lo más llamativo era el equipo de protección especial, desde febrero dejaron de ir a fiestas, ya no hubo paseos ni convivencia con otras personas.

Miedo, profesionalismo y humanismo

“Esto no se trata nada más de ser un trabajador esencial, no es sólo una obligación laboral, sino moral. A pesar de que quisiera no estar, no podría estar aquí y no apoyar”, destaca.

Reconoce que el miedo ha mutado y hasta mermado. Al principio, cuando todo era apenas establecer protocolos y familiarizarse con el equipo especial, estaba disfrazado de incredulidad, luego se concentró en el temor a salir infectados y ahora está transformado en ansia de mejorar la atención a los pacientes, que se ve rebasada por la alta demanda de servicios que multiplican exponencialmente a los que le tocaban a cada médico.

Agrega que el Covid-19 ha llegado a unir al personal de salud, que se ha dado cuenta que no le pasa nada si realiza una actividad que no le toca si es por ayudar a otro integrante del equipo, que también está arriesgando y ha visto trastocada su vida por algo que distorsiona cualquier costumbre, por elemental que pareciera.

Señala que bajo el traje blanco todos lucen iguales y a veces no saben que quienes están debajo son los amigos más allegados o extraños con los que ahora se hacen lazos más fuertes porque comparten el mismo fin.

Emisarios de mensajes infortunados

Hay más compañerismo y más humanismo, recalca, porque hay compañeros que se han convertido en voceros de los pacientes. En emisarios de los mensajes más infortunados, como el de un hermano que le mandó decir a su hermana que no lo esperara.

También hay esperanza y esa la dan los pacientes con mejoría que son dados de alta para continuar con tratamiento en resguardo domiciliario. No todos mueren, unos ganan y ellos se vuelven la motivación para vencer el miedo y seguir “al frente, dando batalla”.

Hagan conciencia, por favor, quédense en su casa, somos pocos los que quedamos al frente y pueden necesitar atención nuestra para ustedes o para sus familiares. No sólo nos juzguen, traten de ayudarnos a frenar esta pandemia, solicita.

Por favor, no compren material que se agota y encarece y es de uso vital para los trabajadores médicos, que están arriesgando su salud por cumplir con su labor y tratar de salvar vidas, concluye la médica, consciente de que lo que viene será aún más desafiante, en todos sentidos. (lgs)