A muchos, estas pruebas significan un golpe letal, una desmejora que sólo conduce a una dirección, el precipicio, para otros, los exámenes que pone la vida son enseñanza y pese a lo duro que puedan llegar a ser, nunca hay que detenerse.
Texto y fotos: Crisstian Villicaña
En la vida hay distintos caminos que recorrer, muchas veces desconocidos, mismos nos llevan a situaciones inimaginables, poniendo a nuestra mente y cuerpo a prueba, y no sólo ello, también el corazón y hasta los ánimos de continuar en ese o esos recorridos.
A muchos, estas pruebas significan un golpe letal, una desmejora que sólo conduce a una dirección, el precipicio, para otros, los exámenes que pone la vida son enseñanza y pese a lo duro que puedan llegar a ser, nunca hay que detenerse.
Creo que todo esto lo aprendí de Javier, al cual llevaba varias semanas observándole afuera de la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe, viendo un poco su labor de vendedor ambulante, la cual -sin duda- resalta a la de los demás, no porque su producto sea algo innovador o fuera de lo común, más bien porque su trabajo lo realiza en una silla de ruedas, la cual, nos cuenta, no lo ha limitado de vender algodón de azúcar; uno golosina de origen italiano que nació alrededor del siglo XV y que es muy popular no sólo en México, sino en varios países como Chile, Ecuador, Venezuela, Colombia, Perú, Paraguay, Argentina, entre otros.
"Hace poco más de un año me amputaron parte de las dos piernas, pero aquí estamos. Desde que estaba chico he trabajado en esto, es un negocio familiar, ya de generaciones, desde mi abuelo, luego mis papás que hemos trabajado en el algodón de azúcar", narra.
A Javier se le mira serio, pero con una sonrisa que no puede esconder. Si bien su condición ha dificultado su día a día y con ello su trabajo, esto no ha sido un impedimento para continuar, para seguir saliendo al mundo y hacer lo que sabe hacer, en este caso, algodones de colores rosa y azul que satisfacen a cualquier paladar que sea amante del dulce.
Se dice que no todos somos buenos para vender o brindar algún servicio, esto porque no se tiene un carácter muy habido al contacto humano, pero este no es el caso, por el contrario, su forma de desempeño es siempre cálida, dando una sonrisa y una buena ración de hilos de azúcar para llenarse la boca.
Su fuerza de continuar trabajando es tal que no se limita a vender su producto en la ciudad. "Nos hablan cada año para ir al Carnaval de Ensenada, ya hemos ido varias veces, también vamos a eventos a San Felipe, son lugares donde la verdad nos va muy bien, vendemos bien", plática.
Todo este esfuerzo no sería posible sin su hermano, quien es quien le ayuda en la producción del algodón de azúcar y a trasladarse a los eventos que son fuera de Tijuana, entre ambos, hacen un equipo que no deja de trabajar pese a los obstáculos y que sigue formando parte de la fuerza de trabajo de esta ciudad.