"Lo que me más me agüita es que ya no tengo mis plantas, me tuve que deshacer de ellas por temor. Me dijeron que habían venido los ministeriales a preguntar si en mi casa se vendía droga, que había una denuncia".
Fotos y texto: Crisstian Villicaña
Pobre Silvio, tenía la firme intención de no comprarle más cannabis al crimen organizado. Estaba cansado del riesgo, de la cambiante y dudosa calidad del producto, así como de pagar por algo que en ocasiones no sólo no valía la pena, sino que también estaba manchado de sangre, como se suele decir al ser marihuana trabajada por narcotraficantes.
La idea no era mala. En una sociedad y gobierno donde el narco tiene cada día más influencia y poderío (por no decir que ya tiene gran parte), pensar en no contribuir más a dicha industria resulta ser un movimiento que se podría catalogar hasta de necesario para todos aquellos que gustan de consumir la planta.
Confiado y muy entusiasmado se le veía atendiendo sus plantas; al no tener conocimientos en el cuidado de las mismas, la tarea se volvió interesante, y todo un proceso de autoaprendizaje que llevó a Silvio a ver la plantación de una manera distinta a lo que en principio tenía idea.
Había que mantener con vida a tres plantas, acercarlas al sol, regarlas, quitarles la plaga, no dejar que el perro se las comiera, en fin, todo una serie de cuidados que necesitaron muchas horas de vídeos tutoriales, textos y consejos entre amigos que también siembran en sus patios.
Las ramas comenzaban a crecer y con ello el peculiar aroma a cannabis que viene consigo también. "Ya que crezcan estas tres, que den su primera cosecha, las voy a podar y esperar a que crezcan para la próxima temporada. Si estas plantitas salen bien, ya voy a tener mi propia 'weed', yo mismo me voy a proveer"; platicaba con cierto orgullo, como la señora que se enaltece del color y aroma de los rosales.
Al final del día, una planta es eso: una planta que da fruto, que no conoce de etiquetas de ilegalidad que le ha puesto la sociedad, en especial los gobiernos del actual y pasado siglo.
Pero Silvio no contaba con algo, en un país que ha sido lastimado de manera severa por el crimen organizado, todo lo que esté relacionado a ello se ve con cierta precaución. En realidad, después de escuchar, leer, ver y conocer de todo lo que son posibles los narcotraficantes, es razonable comprender el porqué la sociedad siente temor cuando escucha palabras como marihuana, plantar, crecer, fumar.
Poco después de haber recogido lo que fue su única y última cosecha de las tres plantas que tenía, uno de sus vecinos llamó a las autoridades para realizar una denuncia; se le estaba acusando de narcomenudista; al parecer alguien vio las plantas y pensó que Silvio era parte del crimen organizado y que había comenzado a realizar operaciones desde su vivienda.
"Lo que me más me agüita es que ya no tengo mis plantas, me tuve que deshacer de ellas por temor. Me dijeron que habían venido los ministeriales a preguntar si en mi casa se vendía droga, que había una denuncia. Sí me dio coraje, porque en México es más penado plantar marihuana que comprarle al narco; se vuelve contradictorio ya que uno no afecta a terceros".
No ha sabido con certeza quién fue el que puso la supuesta demanda. Los ministeriales ya no han aparecido, aún así ya se deshizo de las plantas para no tener problemas con la ley; ya que está prohibido el autocultivo. Por otro lado, ahora se ha tenido que resignar a ser de nuevo un contribuidor más del narco.
"Se cortó mi rueda de aprendizaje, de tener mi propia flor, ahora estoy forzado a comprar de nuevo, a conseguir en los lugares que lo hacía, pero yo no quería eso, volver a comprar 'weed' que no sé cómo fue producida, transportada, no estoy al cien por ciento consciente de qué calidad estoy consumiendo, si se usaron pesticidas químicos o si fue transportada en tanques de gasolina, estoy de nuevo expuesto", narró.
Por lo pronto, existen cientos de casos de personas que hacen esto en sus hogares, algunos en pequeña escala, otras a mediana.
Mantener la prohibición de la marihuana, para muchos sectores parece obsoleto, más cuando se es vecino de un estado como California que la ha despenalizado para su uso recreativo, pero la mega-región Tijuana-San Diego es una relación no siempre pareja, mientras del otro lado hacen millones con la legalización de la cannabis, acá en México se siguen apenas sentando las bases para su uso médico, dejando a lo lúdico en la espera.