El escritor mexicano cumplirá 75 años de edad el lunes 19 de agosto. Es ahora una figura silenciosa debido a su enfermedad, pero sin duda es un personaje relevante de la literatura contemporánea. José Agustín actualmente está lejos de cualquier escenario, por eso recuperamos una conversación que Notimex sostuvo con él hace casi una década
Por: Juan Carlos Castellanos C.
“La perseverancia me ha traído buena fortuna”, aseguraba José Agustín (Acapulco, 1944), autor de una obra literaria que desde 1989 le permitió vivir con cierto margen de libertad y decorosa solvencia económica. Con una discreta sonrisa que nacía de la satisfacción por ser reconocido en 2011 con la Medalla al Mérito en el área de Artes por parte de los diputados locales, charló con Notimex mientras descansaba en su casa de Cuautla, Morelos.
Quería saber cómo se hallaba en ese momento José Agustín Ramírez Gómez, quien firma su obra narrativa eliminando sus apellidos.
Afortunadamente bien. Un poco vetarro respondió el autor de Inventando que sueño, entonces con 66 años encima, pero en excelente estado de salud y de ánimo, afirmaba.
Sin embargo, en abril de 2009, luego de formar parte en la inauguración del Primer Festival Internacional de Cine Documental Musical In Edit, en la ciudad de Puebla, cayó de un escenario de aproximadamente tres metros de altura, lo cual a la postre le deterioró lentamente, aunque la anécdota acudió a su cabeza en ese instante:
Participé como invitado del festival organizado por el Ayuntamiento poblano. Luego ofrecí una charla sobre música, documental y cine en el Teatro de la Ciudad. El público, que siempre se muestra complacido con mi presencia, subió al escenario para saludarme y tomarse una foto. Sus cariños me cobijan, pero caminé hacia atrás… y me caí.
Después de ser valorado por médicos, especialistas cada uno en su campo, y luego de someterse a severos estudios radiológicos para detectar posibles fracturas (pues había caído de cabeza), fue trasladado a la Beneficencia Española. Su fortaleza física le permitió recuperar pronto la vertical; empero, el tropiezo sí afectó de manera sensible su labor literaria.
La fuente de la vida
José Agustín escribía un nuevo libro cuando el accidente ocurrió. El percance de Puebla le bajó el vuelo a esa novela cuyo tema era una paráfrasis de Job: un hombre a quien la vida le sonríe, pero de repente todo comienza a desmoronarse: los hijos le abandonan y su mujer se aleja de él. La gente pregunta si acaso no hizo algo malo y, consecuentemente, lo está pagando; pero el hombre dice que no, que “Dios debe estar loco”. Esta nueva entrega se sumaría a una cadena de títulos bien recibidos por los lectores, como las novelas La tumba (1964), De perfil (1966), Se está haciendo tarde (1973), El rey se acerca a su templo (1977), Ciudades desiertas (1982), La panza del Tepozteco (1992) o Dos horas de sol (1994).
El ejercicio de la escritura no era por supuesto algo nuevo para el entrevistado.
La literatura ha sido para mí una fuente central en mi vida, junto con mi esposa Margarita y mis hijos ?nos dijo José Agustín?. En realidad escribo desde que estaba yo en quinto año de primaria y no he dejado de hacerlo desde entonces. Esta actividad me ha deparado muchas sorpresas bonitas…
En el listado de esas muchas “sorpresas bonitas” se hallan, dijo José Agustín, el haber empezado a escribir, a los 16 años de edad, La tumba; después, y de manera simultánea, la reimpresión de esa novela y la aparición del libro De perfil. Tenía 22 años cuando publicó su autobiografía, texto que fue celebrado de inmediato y que hasta la fecha se mantiene como un referente en la obra del autor guerrerense.
A sus 22 años el narrador, nos dijo, no se concebía como adulto:
Vivo la vida conforme va ocurriendo y trato de hacerlo lo mejor posible. Nunca pensé cómo chingaos iba yo a ser después; vivo bien, tengo unos hijos a todo dar, nunca me ha faltado el trabajo ni la lana. Desde 1989 vivo de mis regalías, lo que me da un margen de libertad y amplitud. Somos pocos los autores que podemos decir eso en México? dijo con un mohín que denotaba su sentimiento de labor bien cumplida.
En su decálogo filosófico sobresale una idea que siempre está en su mente:
Para ser feliz no hago nada en especial más que ser fiel a mí mismo.
Por esa congruencia literaria, José Agustín recibió, a finales de 2011, la Medalla al Mérito en el área de Artes 2010, otorgada por los diputados locales de la capital del país.
Durante la entrega, el homenajeado agradeció la distinción y recibió de las autoridades de la Asamblea Legislativa la Medalla y diploma correspondientes.
Ese día no dije nada en especial, agradecí nada más ?concluye el narrador, ensayista y dramaturgo, egresado del Centro de Estudios Cinematográficos (CCC) de la Universidad Nacional Autónoma de México y del taller literario de Juan José Arreola.
Trancurriendo los meses finales de ese mismo año de 2011, recibiría la máxima distinción que otorga el Estado mexicano: el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el ramo de Literatura y Lingüística.
Poco después callaría literariamente a consecuencia de aquella estrepitosa caída en Puebla.
El lunes cumplirá 75 años de vida.