Su vida y obra se asemejan a Tijuana y sus noches, repletas de miradas, aclamadas, deseadas y al mismo tiempo claroscuras.
Texto y fotos: Crisstian Villicaña
Pobre Rembrandt, pobre Tijuana. Luz y obscuridad. Fama y desdicha. La vida nocturna de la ciudad pareciera ser una obra del artista holandés, pintada a claroscuros; ambos comparten una historia de gloria que viene acompañada de sufrimiento.
Hay algo que suele escapar cuando se echa una mirada superficial de Tijuana y sus noches, se enfocan los ojos en la fiesta, las drogas, la prostitución, un parque de diversiones para adultos, una noche loca, sin límites.
Sin embargo, detrás de esa fama, de esos espacios de eterna fiesta y con un sin número de posibilidades se esconden otras historias, como las de cientos de mujeres que se ven obligadas a trabajar vendiendo su cuerpo, vendiendo caricias como decían los de antaño.
A Rembrandt también le sonreía la fama, pero la vida no tanto, su esposa Saskia, murió a los 29 años tras el nacimiento del único hijo que le sobrevivió de cinco, Titus; por un lado la fama de sus cuadros, por el otro la triste historia familiar, viudo y con un hijo por educar, alimentar.
Acá en Tijuana, la fiesta tiene muchos lugares, pero en donde más se concentra es en el centro de la ciudad, donde bares, cantinas y table dance se mezclan para dar lugar a lo que mundialmente se habla "Tijuana la loca", donde todo es posible, y si, tal vez así lo sea, pero todo brillo tiene un precio y la ciudad lo ha pagado con sangre, registrando desde hace un par de años un promedio que oscila en un porcentaje nada honroso de seis muerte violentas diarias aproximadamente.
Una de las obras más famosas del pintor es "La ronda de noche" o "La ronda nocturna", cuadro pintando entre 1640 y 1642 y que muchos años después fuera víctima de unos navajazos, como si se tratase de un hombre que fue apuñalado al ingresar a medianoche a los callejones de la Zona Norte en busca de droga, así fue aquel incidente de 1975, donde un hombre cortó en zig zag la obra del artista.
Las historias que se pueden encontrar sobre las personas que viven la vida nocturna al máximo son variadas, muchas de ellas con relatos que hablan de tiempos gloriosos que luego se difuminaron para ser sólo recuerdos de una persona de la calle, que perdió todo, como Rembrandt, quien luego de pintar "La ronda de noche", a los años, comenzó a decaer, se dice que hubo una conspiración para no contratarle más, el hecho fue que terminó vendiendo todo lo que tenía, sus herramientas de trabajo, estudio, obras, para luego finalizar viviendo en uno de los lados más pobres de su ciudad.
Así terminó la vida del artista, uno de los mejores pintores que han existido. De manera curiosa su vida y obra se asemejan a Tijuana y sus noches, repletas de miradas, aclamadas, deseadas y al mismo tiempo claroscuras, yendo de la luz a los rincones más negros.