Como responsables de la masacre y desaparición aparecen los hermanos Miguel Ángel (Z-40) y Omar Treviño Morales (Z42), exlíderes de Los Zetas y quienes ahora están detenidos.
Por: Agustín Lozano
La masacre de Allende, Coahuila, continúa en el misterio, porque hasta hoy se desconoce dónde están las víctimas que fueron arrancadas de sus hogares aquel 18 de marzo de 2011.
Desde las 18:30 horas del día citado, por lo menos 60 sicarios del cártel de Los Zetas, tomaron por asalto el pueblo entero ubicado a 60 kilómetros de la frontera con Estados Unidos diezmando a su población, sus acciones se enfocaron principalmente en el rancho “Los Garza”.
En las siguientes 48 horas de ese día, se habla de que 42 personas fueron desaparecidas, pero los lugareños que vivieron esa noche de terror, aseguran que fueron más de 300 las residentes “levantados” por el Cártel de Los Zetas. Desafortunadamente la fiscalía centra su investigación en sólo 26 personas.
Al menos así lo documentó el prestigiado investigador de El Colegio de México Sergio Aguayo quien, junto con la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, dieron a conocer lo que realmente ocurrió en el municipio de Allende, Coahuila.
Como responsables de la masacre y desaparición aparecen los hermanos Miguel Ángel (Z-40) y Omar Treviño Morales (Z42), exlíderes de Los Zetas y quienes ahora están detenidos.
Según el estudio de Sergio Aguayo, los hermanos Treviño Morales fueron quienes dieron la orden de perpetrar la masacre porque pensaban que dentro de su organización había tres traidores, quienes presuntamente estaban colaborando con las autoridades de Estados Unidos.
Para Miguel Ángel y Omar, los traidores se habían apoderado de 10 millones de dólares en ganancias producto de la venta de drogas, y los sospechosos eran Alfonso “Poncho” Cuéllar, Héctor “El Negro” Moreno y Luis “La Güiche” Garza.
La versión señala que tras el ataque y desaparición forzada de cientos de pobladores, quedó en evidencia la colusión de Los Zetas con las autoridades locales, pues los 20 policías municipales recibieron la orden de no salir a patrullar.
Los uniformados, además, fueron instruidos por sus superiores a no responder a los llamados de auxilio de la población, así es que los teléfonos de la comandancia no dejaron de sonar infructuosamente por largas horas.
La investigación dejó al descubierto que en el operativo de Los Zetas participaron elementos de la Policía Municipal, ya que muchos de las víctimas o “levantados” fueron subidos a golpes a las patrullas policiacas.
EL RANCHO DE LA MUERTE
Se estableció que la mayoría de los desaparecidos fueron llevados uno a uno, o en grupos, durante todo el fin de semana hasta el rancho de la muerte, donde fueron ejecutados.
Los habitantes de Allende vivieron una noche de terror y antes del anochecer de aquel 18 de marzo, las casas fueron vandalizadas, baleadas e incendiadas, pero antes de arrojarles lumbre incitaron a la población a saquear las viviendas de los ahora desaparecidos.
Aquella noche fue un verdadero infierno en el rancho de la muerte (rancho de Los Garza), donde los sicarios habían asesinado a decenas de personas. Se dice que después de ejecutarlas, apilaron los cuerpos y los rociaron con gasolina para prenderles fuego.
Los cuerpos ardieron durante toda la noche y los propios miembros del grupo delictivo se encargaron de alimentar el fuego utilizando gasolina, convirtiendo esa bodega en una hoguera macabra.
Entre las víctimas de esa noche infernal había niños, niñas y personas de la tercera edad. “Los Zetas agarraron parejo”, señala uno de los testigos en el informe de Sergio Aguayo.
La masacre fue tan brutal que es comparada con la de los 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en aquel horrendo agosto del año 2010, cuando Los Zetas se separaron del Cártel del Golfo y comenzaron una guerra sin cuartel a fin de controlar los territorios para el trasiego de droga.
Pero la historia no termina ahí; tuvieron que pasar siete años para emitir una recomendación y ocho para que el gobierno pidiera una disculpa pública, la cual se llevará a cabo en próximos días.
Pero lo que no queda claro para las autoridades investigadoras, es que fue lo que ocurrió realmente aquel fatídico 18 de marzo del 2011, y dónde están los restos de las personas desaparecidas.
En Allende sólo quedan los vestigios del peor ataque a una población civil en los últimos años, y como muestra están las casas y residencias, las cuales fueron atacadas a balazos e incendiadas, pero de los desaparecidos, curiosamente no se sabe nada.