Nada como la esposa, que te cuida, y que aunque discutas con ella, pero ahí está siempre, a tu lado.

“La soledad es triste porque al paso del tiempo uno ve cómo la familia y los nietos caminan por otro lado, y ya no es lo mismo. Al viejo porque está viejo, ahí lo tienen arrumbado y no le hacen caso.

Ya son nueve años de que mi mujer falleció, y la verdad que nada como la esposa, que te cuida, y que aunque discutas con ella, pero ahí está siempre, a tu lado. Por eso en vida hay que respetarla, cuidarla y amarla.

También hay que ver y cuidar a tu mamá, a tu papá. Ser buenos hijos, porque hay hijos que no saben cuidar a lo que es un padre o una madre.

Mi mamá me inculcó la honradez y el trabajo; yo desde morrillo vendía gelatinas en Acapulco, Guerrero, y mi mamá vendía comida, porque soy el mayor de toda la familia; somos 10 hermanos por todos, y por eso estudié nomás hasta la secundaria, porque yo ya tenía que trabajar y ayudar a mis hermanos que venían abajo de mí.

Desgraciadamente muchos de ellos no entendieron eso, pero hice todo lo posible por tratar de ayudarlos, y la verdad me siento bien con eso, porque yo todo el tiempo he andado en la aventura.

Por esta aventuras yo terminé aquí en Tijuana, pero hay que saber que aquí no es cualquier ciudad. Tijuana es una ciudad que tienes que conocerla a fondo, y si llegas aquí con ganas de superarte, en donde sea encontrarás la manera de hacerlo. Agarras una hielera, la llenas de burritos y te mantienes. ¡Claro!, cuidándote de los inspectores.

Tengo en esta ciudad más de 40 años, y aquí me tienen todavía, trabajando, y boleando los zapatos de muchísima gente”.