Mientras la funcionalidad del SITT queda reducida a la nada, emporios como los de Altisa, el de los Barreto, Verde y Crema, o el de Óscar Ruiz con los Taxis Amarillos, salen incólumes, serenos y con gran altivez, ante la avalancha de mierda y repugnancia que provocan con su servicio, tal cual la escabrosa mitología de Dalí, quien afirmaba que los puercos son los únicos animales que nunca retroceden y siempre van por ahí victoriosos.

Por: Gerónimo Miller/HIPTEX  

“Cuando te quieran robar, tú dales lo que traigas, no te opongas, vale más la vida que las pertenencias”, palabras más, palabras menos, es lo que siempre escuchamos o decimos todos, porque en nuestra cultura “así se nos enseñó” y terminamos replicando mensajes como si fuéramos máquinas de spam sonoro o bots de carne y piel cuyos aparatos fonadores tienen como misión dar consejos no pedidos. 

Y esa ancestral sumisión, tal vez acertada o equivocada dependiendo la circunstancia, arrecia y retumba en nuestras mentes cuando leemos y nos enteramos que un asaltante mató a alguien, a quien de primeras nomás quería arrebatarle sus cosas, para luego venderlas por ahí, malbaratarlas y meterse perico corriente del que les putea la nariz y el corazón. Inyectarse heroína que les quema el cuerpo. O nomás chingarse un globo del cristal que los tiene bien agarrados de los huevos. 

Apenas este domingo, el técnico del Cruz Azul, Pedro Caixinha, quien después de ser eliminado por el América, en una accidentada conferencia de prensa dijo que, en México, “Con dos pesos, pagas muertes”, provocó el coraje de un chingo de mexicanos, quienes se lo comieron vivo. 

A vatos como el muy deprimente Carlos Albert les salió el exacerbado patriotismo barato y despotricó contra el portugués por ser extranjero y hacer esas declaraciones. 

24 horas después de esa frase del luso, y a miles de kilómetros del Estadio Azteca, justo en Tijuana, fue donde se demostró que Caixinha no estaba equivocado.  

LLEGAN Y TE MATAN 

Tras la enésima eliminación del Cruz Azul a manos del América, la noche siguiente, en Tijuana, en la zona del Florido, la colonia que hace años fue lo más marginal de la ciudad, un hombre que subió al camión 320 de la empresa Verde y Crema para ir a un destino al que nunca llegó, fue la víctima de un grupo de asaltantes.  

El camión iba con rumbo de Villa Fontana al Centro. Y dicen los que vieron la escena, que eran tres los delincuentes, aunque otros dicen que eran cuatro. Más tarde, la Policía sólo agarró a dos, y en madriza los fichó. Alejandro, de 33 años y Juan Daniel, de 18. Ambos, del mismo fenotipo social. 

El infortunado pasajero nunca imagino que al subir a ese autobús sería para ir hacia su ruta con la muerte, ésa a la que aún no quería llegar, tras ser balaceado cuatro veces en el abdomen, heridas por las que poco a poco se le fue extinguiendo la vida, mientras el frío lo recorría por la pérdida de sangre, la cual se impregnaba en el corcho grisáceo del piso del camión y amenazaba con salir por las escaleras. 

El chófer, en un gesto de infinita humanidad y heroicidad, hizo a un lado el terror paralizante que a muchos daría, para intentar llegar lo más rápido que podía a que recibiera atención médica a una clínica del IMSS, donde no lo atendieron, y para acabarla de chingar se pasaron el juramento hipocrático por los huevos, cobijados bajo un tecnicismo que, en muchos casos, como éste, termina jodiendo aún más la situación. 

Y esa muerte se da a casi cuatro años de la de Fernando Pusian Mejía, quien un 5 de julio de 2015, recibió dos balazos en la cabeza, porque al ir en un camión con su hija, quien tenía una discapacidad, pidió a un grupo de asaltantes que se tranquilizaran, porque la pequeña estaba sufriendo una crisis. Su petición quedó en eso...una petición que terminó con su vida cuando sólo se disponía a llegar a su casa en Valle de Palmas. 

Si Dante volviera a nacer y escribiera La Divina Comedia, no hay duda, Tijuana sería el Infierno, porque aquí, aunque las autoridades lo nieguen, muchos matan así nomás, porque sí. Porque pueden y porque la ciudad es la fiel representación de la distopía de GTA con los pecados capitales flanqueandola. 

PASAJEROS Y TESTIGOS 

En enero de 2018, a dos calafieros  los traían en la mira, y los chingaron. A balazos, y sus ejecutores lo hicieron de la manera que no se hubieran imaginado: abordaron las unidades, pidieron la bajada y ahí, esperando recibir la plata, recibieron el plomo de la muerte. 

El primero de ellos fue en la subida a la Reforma, frente a las fábricas. Le dieron directo a la cabeza. De su ejecutor ni sus luces. 

Días después, ahí por el Gato Bronco, a la altura de la Macro, un chofer que iba para la Cañada verde le dieron dos tiros. Igual, en la cabeza. Las balas le destrozaron los huesos del cráneo. 

En manos casos, a los pasajeros les tocó presenciar las escenas y tratar de agacharse ante el ruido de los impactos. 





A J.G BALLARD LE HUBIERA GUSTADO TIJUANA 

Mientras la funcionalidad del SITT queda reducida a la nada, emporios como los de Altisa, el de los Barreto, Verde y Crema, o el de Óscar Ruiz con los Taxis Amarillos, salen incólumes, serenos y con gran altivez, ante la avalancha de mierda y repugnancia que provocan con su servicio, tal cual la escabrosa mitología de Dalí, quien afirmaba que los puercos son los únicos animales que nunca retroceden y siempre van por ahí victoriosos.

“Aun cuando tenga que pasar encima de los charcos fétidos y las natas pestilentes que conforman su chiquero, el cerdo va siempre hacia delante", remarcaba Dalí ante Soler Serrano, mientras se autoproclamaba como un estoico porcino...así los dueños del transporte en la búsqueda de su “plus ultra” con sus unidades motoras, las cuales les permiten ganar, ganar y ganar, cual ambiguos señores feudales del siglo XXI o auténticos chacales de las necesidades que hay en cada asentamiento urbano.   





Pero en esos embriones mecánicos que ponen a nuestro servicios, dan la concepción a esos laberintos sociales y humanos, donde a los olores, el sudor, la mierda, la mugre, el perfume, la música, los corridos, el neón, el reguetón, el clasismo, las buenas pláticas, el odio, las risas, el coraje, los abusos, el Vainillito Cotorro, los cambios mal dados, las moneditas, la gandallez, se le suma la muerte, todo culeramente acomodado en un rectángulo mecánico con llantas, en el que nos movemos todos, mutando los camiones, taxis y calafias en espacios en los que somos viles testigos de protocolos audiovisuales que ni Paul Virilio ni J.G Ballard hubieran imaginado. Los putazotes de Crash se quedan cortos con los chingazos que suelen ponerse los taxis en el Corredor 2000 o en el Aguacaliente.  





En la avenida García, a la altura del Bulevar 2000, aún retumba esa mañana del 12 de octubre, cuando el conductor de Altisa, Pedro Torres Quintero decidió que subir su velocidad a más de 120 kilómetros por hora e invadir el carril contrario, era la mejor decisión. 

Seis muertos y doce heridos de gravedad fue el resultado. 

Hasta la fecha, accidentes con similares características, o atropellamientos en los diversos bulevares de Tijuana emanan de la brutalidad con que manejan varios choferes, los cuales saben que no tienen ley que les impida actuar a su gusto, mientras cada día legitiman más sus unidades, las cuales ven como si fueran autos de carreras. 





SU LUGAR DE PLACER 

Por las mañanas, tan sólo quienes viven en la Morita, Terrazas, Maclovio, Villas del Campo, Pípila y periferias de la Zona Este, saben de la competencia por tomar y posterior chinga que es ir en un transporte repleto, rebosante, inhalando los agrios y fétidos alientos de algunas personas que van paradas agarradas al pasamanos. 

Todo ello, es aprovechado por algunos pasajeros para repegar sus genitales y hacer de estas unidades el escenario favorito de sus filias como el frottage. 

Hay quienes buscan sexo y ofrecen sus cavidades o elongaciones, dejando sus números de teléfono, esperando, lo más seguro, recibir llamadas deseosas de fornicar los ortos de quienes lanzan el mensaje, como si fuera una botella en el océano que en su interior lleva una epístola de amor sodomita, con un grueso plumón Sharpie.  





Imposible no imaginar a esos pasajeros, con la esperanza de que su teléfono suene y una misteriosa voz sin rostro les susurre su fantasía.   

Siendo sólo el tiempo y la mala calidad de las tintas, sus letras, los culos y los pitos garabateados ahí quedan, dando paso a un nuevo y burdo marketing sexual ambulante, desterrando al Tinder de sus vidas. 

Pero mientras el tiempo llega, sus mensajes ahí permanecen, y terminan siendo parte de los asientos de los camiones y calafias. 

Y al final, historias se viven miles día con día en el transporte en Tijuana, pero evidentemente hay una cuestión: los robos, los balas, la muerte, el hedor y los ofrecimientos sexuales, ya son parte de él desde hace mucho tiempo. Y esto parece no incomodarle ni a las autoridades ni a las empresas concesionarias.  

Por mientras, cada usuario de ellos tendremos que tantear la situación, y simplemente tratar de sobrevivir. No hay de otra.