La más reciente crisis en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República, refleja que nuestros políticos ponen por delante sus intereses partidistas y personales a los del País.

Por Alberto Sarmiento Reyes / Hiptex



Los mexicanos inmersos en su cotidiana tarea de sobrevivir o vivir entre la inseguridad, la crisis económica, pobreza, falta de empleo, o la amenaza de fenómenos naturales, poco o nada entienden de mezquindad de los políticos nacionales que libran una de las más cruentas y sucias guerras por el poder.



Solo por la mezquindad que anida en la clase política mexicana, es que se puede entender la encarnizada lucha que libran los dirigentes de los partidos y quienes aspiran a ser candidatos a puestos de elección popular en el proceso electoral del próximo año.



La más reciente crisis en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República, refleja que nuestros políticos ponen por delante sus intereses partidistas y personales a los del País.



Por un lado, Ricardo Anaya Cortés, dirigente del Partido Acción Nacional (PAN) y considerado como potencial candidato a la presidencia de la República, es acusado de haber secuestrado el Congreso con la postura de la bancada panista en cuanto a la formación de la nueva mesa directiva y el cuestionamiento de que su aún correligionario Ernesto Cordero haya aceptado la presidencia del senado.



Las acusaciones, obviamente, provienen del priismo en las figuras de Enrique Ochoa Reza, Emilio Gamboa Pascoe y César Camacho Quiroz, dirigente nacional, coordinadores de las bancadas en el senado y compra de diputados del tricolor, respectivamente.



Los tres, pretendiendo imponer un fiscal anticorrupción a modo que le permita al presidente Enrique Peña Nieto no ser investigado por las denuncias de corrupción que se han conocido en lo que va de su sexenio y que una vez que deje el poder pudiera ser retomadas por sus opositores.



Pero la mezquindad no conoce el respeto a la militancia. Y prueba de ello es la encarnizada lucha que libran en el interior del PAN, Ricardo Anaya Cortes y Margarita Zavala, ambos aspirantes a la presidencia de la república, y que han logrado dividir al panismo al grado que pueda acabar en una fractura, porque la esposa del ex presidente Felipe Calderón, que puntea las encuestas al menos entre el panismo, está empeñada en seguir los pasos de su esposo.



En el PRI, fiel a su estilo, se sabe que el gran elector del candidato presidencial será Enrique Peña Nieto, pero no todo el priismo lo habrá de apoyar convencido, lo hará por interés, por las cuatas y cotos de poder que ostentan sus principales actores.



En el partido de Andrés Manuel López Obrador, la mezquindad igualmente este incrustada por más que el presidente del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) pida que no se le compare con otros político, “a mi no pongan en el mismo costal”, ha exigido.



Sin embargo, el tabasqueño viene pidiendo democracia para acabar con lo que llama la mafia del poder… pero si de algo adolece MORENA es precisamente de democracia. 



La existencia de MORENA obedece precisamente a la obsesión de López Obrador de ser por tercera ocasión candidato presidencial sin tener que contener en una elección interna, como se veía venir si hubiese permanecido en el Partido de la Revolución Democrática (PRD).



La imposición de candidatos a puestos de elección popular ha sido la constante de AMLO en MORENA, prueba de ello acaba de ocurrir recientemente en la Ciudad de México y que pudiera desencadenar en una profunda división.



Ricardo Monreal Anaya, que ha transitado por casi todos los partidos políticos en México, perdió la oportunidad de ser candidato de MORENA a la Ciudad de México, porque AMLO así lo quiso.



Hoy, Monreal le coquetea al PRD capitalino, éste, por mezquindad, le responde con la posibilidad de que los abandere en la elección que se avecina por la jefatura de gobierno. Los descalificativos que se endilgaron en el pasado… están por ser superados… gracias a la mezquindad de unos y otro.