Científicos responden proponen alternativas para su recuperación, en una historia en la que van de la mano de los hombres que se adentran al mar cada día para proteger esta especie

Por Karla NAVARRO / AGENCIA INFORMATIVA CONACYT



ENSENADA.- En punto de las siete aparece Miguel, el capitán de Litoral III, justo frente al arco del muelle Marina Ensenada, donde un grupo de músicos afina sus instrumentos. 



Apenas cruza el arco para pisar el angosto muelle y las manos de los tripulantes de otras embarcaciones se agitan a lo alto para saludarlo, antes de que zarpe bajo el cielo que la espesa neblina pintó de un blanco grisáceo. 



A bordo de la embarcación de Miguel ya están listos sus dos acompañantes, la tripulación que cumplirá la jornada nocturna hasta la madrugada. Van armados con tecnología satelital, una potente lámpara y el conocimiento empírico del océano que en ocasiones parece hacerlos uno con las aguas que solo en el muelle son mansas.



Despacio, la punta del Litoral III se dirige hacia la bahía de Ensenada y pronto la rebasa un pequeño barco sobrepoblado de paseantes enfundados en chalecos anaranjados. En sentido contrario, se acerca una panga, esas austeras lanchitas tradicionalmente utilizadas para actividades pesqueras. La atención de la tripulación del Litoral III se centra en ella.



“Ya nos conocemos todos”, dice Miguel relajadamente, en alusión a que pescadores furtivos y permisionarios, aunque antagónicos, tienen esa familiaridad que da saber quiénes son unos y otros.



Litoral III es una de las embarcaciones que la productora pesquera y acuícola Litoral de Baja California destina a la vigilancia vía marítima, que consiste en recorridos diarios, las 24 horas del día, los 365 días del año, y se coordina con brigadas de personal que recorre las costas por tierra.



La vigilancia tiene como prioridad cuidar el recurso marino que comercializa Litoral de Baja California, constituida como una sociedad de producción rural: langosta, abulón y cangrejo, figuran entre sus productos.



La pesca furtiva es una aguda problemática para las autoridades y para los productores que cuentan con permisos de pesca pero, sobre todo, para las especies marinas que, tras décadas de explotación, demandan procesos productivos sustentables que garanticen su conservación.



Una especie vulnerable



El abulón negro (Haliotis cracherodii) es una de las especies atractivas para los pescadores furtivos en las costas de Baja California, ya que habita en la zona intermareal y su extracción no implica la utilización de equipo de buceo, como ocurre con otras especies de abulón que habitan en el submareal.



“Llenan mochilas con 30, 40 abulones. Si los vemos, salen corriendo y avientan las mochilas porque ya nos conocen y saben que si los agarramos, se los van a llevar porque es delito federal”, platica Armando, uno de los integrantes del equipo de vigilancia de Litoral de Baja California.



El abulón negro es un molusco que se distribuye desde California, Estados Unidos, hasta Isla Guadalupe en Baja California; su distribución se ha ido reduciendo con el paso del tiempo, al igual que sus poblaciones.



En Baja California, hay dos subespecies de abulón negro: Haliotis Cracherodii Cracherodii y Haliotis Cracherodii californiensis, esta última, endémica de Isla Guadalupe y que presenta ligeras diferencias morfológicas que la distinguen.



La presencia de este gasterópodo marino —su aspecto podría compararse con un caracol gigante— se asocia a algas y pastos marinos, y habita en zonas rocosas, en costas e islas.



Su pie carnoso, que es el que se convierte en alimento, está cubierto por una concha, de cuyo color viene su nombre común. Su madurez reproductiva la alcanza entre los tres y siete años, pero su esperanza de vida oscila entre 25 y 75 años.



En su edad reproductiva mide entre 13 y 15 centímetros y la talla mínima para comercializarlo es de 12 centímetros.



La pesquería mexicana de abulón se constituye en más de 90 por ciento por el abulón azul (Haliotis fulgens) y el abulón amarillo (Haliotis corrugata) y, en menor medida, por otras especies de abulón, entre ellas el abulón negro.



Regularmente el abulón se comercializa enlatado y se exporta a través de Estados Unidos. Mientras que en el mercado local un kilo de carne de abulón puede cotizarse hasta en 900 pesos, el abulón de primera calidad puede tener un valor superior a los mil pesos por lata; sin duda, la escasez del producto ha influido en el incremento de su valor comercial.



El año pasado en Baja California se produjeron 57.99 toneladas de abulón, con un valor estimado en 35 millones 790 mil pesos, según datos de la Secretaría de Pesca y Acuacultura (Sepesca); esta producción representa una severa disminución, en comparación con las 131 toneladas que en promedio se producían anualmente desde el año 2000.



La pesca del abulón negro, al igual que el amarillo, azul, chino y rojo, está sujeta a una veda temporal fija establecida desde 1994 por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), que en la zona de Ensenada prohíbe su extracción en el periodo de julio a noviembre de cada año.



La ruta de la ilegalidad



Baja California cuenta con 720 kilómetros de litorales en el océano Pacífico y 560 kilómetros en el golfo de California, lo que hace de la vigilancia un reto monumental para los oficiales federales de pesca —pertenecientes a la Comisión Nacional de Pesca y Acuacultura (Conapesca)—, cuya presencia recientemente se concentró en el Alto Golfo de California, hábitat de la vaquita marina.



Sin embargo, para los productores pesqueros la vigilancia no es una opción —sino una obligación— cuando se trata de evitar el saqueo de recursos marinos. Por ello, destinan equipo y personal propios y coordinan sus esfuerzos con las autoridades en busca de minimizar el impacto de la pesca furtiva.



Carlos Lozoya Sánchez, oceanólogo y gerente de Litoral de Baja California, S.P.R. de R.L., explica que una vez que un pescador furtivo extrae el recurso del mar, lo entrega a alguien en un área cercana, quien lo traslada hasta la zona urbana de Ensenada, donde hay un acopiador que cuenta con un almacén clandestino.



“Tanto aquí en Ensenada como en Tijuana, ahí están los acopiadores finales, son los que enlatan y envían”, señala.



Para él, la estrategia para frenar la pesca furtiva debe implementarse en las aduanas, ya que la mayor parte de los productos marinos que se extraen ilegalmente se envían a Estados Unidos.



“Ahí a donde llega tienen que ver quién está exportando, de dónde sale el producto, si ese producto cumple con la talla mínima de captura, si no está violentando una veda, si viene con un inventario físico, quién fue quien lo vendió, quién lo compró, tiene que haber una cadena de custodia que no existe porque no se han establecido esos mecanismos”.



Carlos Lozoya considera que por parte de los productores hace falta impulsar con mayor presión ante las autoridades para establecer la cadena de custodia de los productos marinos y así abatir la extracción ilegal del recurso.



En el caso específico del abulón negro, los momentos críticos los determinan los bajamares, cuando la marea alcanza su punto más bajo y los moluscos quedan al descubierto, por lo que son los días en que los pescadores furtivos acuden y la vigilancia por parte de los productores se intensifica.



“Tienes que andar cuidando todas las áreas, sacando a la gente para que no lo extraigan, pero te descuidas dos, tres días y ya te hicieron un desastre, porque entran y se llevan todo, desde abuloncitos, del que encuentren, no hay conciencia de nada, del tamaño que sea se lo llevan, ese lo muelen y hacen chorizo. Es un crimen el que hacen, es mucha la presión de la pesca furtiva”, describe Lozoya.



Vigilancia oficial



La noche ya arribó y Armando recorre una vez más la bahía de Ensenada. En medio de la penumbra, sentado frente a la ventanilla del timón del Litoral III, comparte que disfruta más estar en el mar por la noche y cuenta algunas anécdotas de su época de boxeador.



—¿Qué hacen cuando se encuentran un pescador furtivo?, se le pregunta.



—Si andamos solos los reportamos a la autoridad para que los consignen y si es un operativo con la autoridad, nosotros los apoyamos a ellos.



Tan solo en una semana, Litoral de Baja California ha llegado a destinar hasta 72 mil pesos para el combustible de las embarcaciones de vigilancia; la inversión promedio ronda los 40 mil pesos por semana.



Lejos de lamentar el gasto que demanda la vigilancia, consideran que es una inversión para garantizar que no habrá una explotación desmedida de los recursos marinos en la zona que tienen concesionada y que con ello su actividad seguirá siendo viable.



El esfuerzo de vigilancia por parte del sector privado se suma a los recorridos que los inspectores de la Conapesca también llevan a cabo por mar y tierra, en coordinación con la Secretaría de Marina (Semar) y las policías estatal y federal.



Para acceder a las zonas donde se encuentra el abulón negro, en ocasiones los pescadores ilegales ingresan a áreas de riscos y acantilados, por lo que los inspectores ubican las vías de acceso para interceptarlos.



“Definimos cuáles son los puntos de bajada y estamos en vigilancia regularmente sobre esas áreas, procurando evitar que se realice la pesca ilegal; sin embargo, como el litoral es muy extenso y las condiciones para acceder a esos lugares no son nada más por tierra sino también por agua, son difíciles muchas veces”, comenta un inspector de la Conapesca.



La periodicidad de los recorridos de inspección no es fija, pues se establece de acuerdo con las necesidades propias de la vigilancia: pueden realizar operativos nocturnos, de madrugada, cada tercer día u operativos especiales apoyados por las fuerzas de seguridad.



En 2017, la subdelegación de Pesca en Ensenada, perteneciente a la Sagarpa, registró como parte de su vigilancia 405 recorridos acuáticos y mil 346 recorridos terrestres.



A pesar de los esfuerzos, los inspectores perciben que la captura ilegal del abulón negro va en aumento, sobre todo en los bajamares, cuando los pescadores furtivos entran para extraer el producto que entregarán a un intermediario, a cambio de una ganancia mínima.



Mortalidades masivas



La influencia antropogénica no es la única adversidad a la que el abulón negro se ha enfrentado en Baja California y que es necesario tomar en cuenta para comprender el declive en sus poblaciones.



Desde mediados de la década de 1980, investigadores de California detectaron la ocurrencia de mortalidades masivas que repercutieron en el descenso crítico de todas las especies de abulón, especialmente el abulón negro, que en algunos casos llegó hasta 100 por ciento.



Los científicos estadounidenses observaron que los abulones que estaban muriendo presentaban signos externos tales como: encogimiento del pie, retracción del manto, decoloración y pérdida de su capacidad de adherencia al sustrato.



Posteriormente, detectaron atrofias en el tejido muscular del pie del abulón, en el posesófago y en la glándula digestiva, lo que sugería la pérdida de su capacidad de nutrición y que los obligaba a utilizar la energía almacenada en el músculo que, en consecuencia, se iba encogiendo. A esta enfermedad se le llamó síndrome de deshidratación o marchitamiento (withering syndrome).



En la búsqueda del agente causal de la enfermedad y de una explicación sobre las muertes masivas de abulón, los investigadores en California descubrieron la presencia de la bacteria Candidatus Xenohaliotis californiensis, bacteria intracelular a la que se responsabilizó de las mortandades masivas.



De ese periodo, se presume que en Baja California ocurría una situación similar; sin embargo, no hay evidencia científica, ya que los primeros estudios se realizaron 10 años después, a mediados de la década de 1990, cuando el Centro Regional de Investigación Pesquera (CRIP) llevó a cabo la primera evaluación sanitaria del abulón negro.



A finales de los 90, especialistas del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) iniciaron estudios sobre la enfermedad y confirmaron que la bacteria intracelular también se encontraba en las aguas del Pacífico de Baja California y afectaba a todas las especies de abulón.



No obstante, a partir de las investigaciones desarrolladas por el doctor Jorge Cáceres Martínez, investigador del CICESE, observaron una situación curiosa: había abulones que tenían la bacteria pero se encontraban sanos y sin signos de la enfermedad, y había abulones sin la bacteria pero con todos los signos del síndrome de deshidratación; casos similares se observaron también en California.



“Considerando toda la información que se ha obtenido hasta el momento, es difícil sostener que la bacteria intracelular es el agente causal de mortalidades masivas que ocurren en un breve lapso de tiempo, sospechamos que estas están asociadas a cambios ambientales abruptos y que, desde luego, los abulones infectados por la bacteria pueden ser los más afectados”, advierte el investigador del CICESE.



La presencia de la bacteria aumenta la vulnerabilidad de los abulones ante cambios abruptos en las condiciones climáticas como las provocadas por el fenómeno de El Niño, y dentro de las diferentes especies, el abulón negro ha mostrado mayor susceptibilidad que el azul o el amarillo.



El artículo Continued declines of black abalone along the coast of California: are mass mortalities related to El Niño events?, publicado en 2002 por investigadores de la Universidad de California, menciona que la evidencia los ha llevado a la hipótesis de que las mortalidades masivas relacionadas con el síndrome de deshidratación a mediados de la década de 1980 pudieron deberse al incremento en la temperatura del agua, tras un intenso fenómeno de El Niño de 1982 a 1983.



A más de 30 años de que se registraran las primeras muertes masivas, el evento sigue siendo un referente para explicar la situación actual de las poblaciones de abulón, en particular del abulón negro.



Aprovechamiento histórico



La pesquería del abulón negro en Baja California inició desde la década de 1970 en bahía del Rosario, bahía Santa Rosaliita, Isla de Cedros, Isla Natividad e Isla Guadalupe, pero su aprovechamiento como alimento para los humanos data de miles de años atrás.



Arqueólogos y biólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) documentaron que en la costa norte del Pacífico de Baja California, el abulón negro es la principal especie de este molusco que se identifica en los fragmentos de conchas que se han recuperado en sitios arqueológicos como Bajamar Jatay y Costa Azul-La Jovita, localizados al norte de Ensenada.



Rubén García Lozano, arqueólogo del Centro INAH Baja California, refiere que, de acuerdo con estudios efectuados por un equipo de biólogos egresados de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), se estima que más de 90 por ciento de los restos de concha de abulón que se recogen en estos sitios corresponde a abulón negro, lo que atribuye a su fácil acceso, por encontrarse en la zona intermareal.



Gracias al carbono que las conchas tienen en su estructura molecular, los arqueólogos pueden calcular su antigüedad. Así encontraron que algunos restos de abulón recolectados por antiguos habitantes de las costas del Pacífico tienen hasta cinco mil 500 años de antigüedad.



“No sería raro encontrar sitios más antiguos donde la explotación del abulón se remonte hasta los primeros pobladores, cuyas fechas son de alrededor de 12 y 13 mil años de antigüedad. En el sur de California se ha encontrado la explotación de abulón de hasta 12 mil 500 años, no solo de abulón negro sino también rojo”, apunta el arqueólogo del INAH.



De los análisis de los fragmentos de concha de abulón negro, los especialistas del INAH calculan que a pesar de su prevalencia y grandes cantidades en los sitios estudiados, menos de 0.1 por ciento muestra huellas de haber sido procesado por el hombre intencionalmente, de lo que se infiere que la gran mayoría de los organismos solo se extraían con fines alimenticios y, en muy escasas ocasiones, la concha se convertía en materia prima para elaborar artefactos como dijes o anzuelos.



Para su captura, se cree que antiguamente se utilizaban espátulas de hueso de ballena o madera, así como piedras afiladas que palanqueaban el molusco para extraerlo; sin embargo, no hay evidencias arqueológicas concluyentes sobre las técnicas de extracción.



Evaluación de poblaciones



Ante el aprovechamiento pesquero, el saqueo de la pesca furtiva, las mortandades masivas, los cambios abruptos de las condiciones climáticas y el histórico consumo humano, ¿cómo se encuentra la población del abulón negro en Baja California?



Responder a esta pregunta es uno de los objetivos del proyecto binacional que la doctora Gabriela Montaño Moctezuma, especialista del Instituto de Investigaciones Oceanológicas (IIO) de la Universidad Autónoma de Baja California, coordina por la parte mexicana.



La investigadora expone que el proyecto, financiado con recursos del fondo UC Mexus-Conacyt, implica la aplicación de una metodología especializada para la evaluación de especies con poblaciones de bajas densidades.



“Lo que hacemos es recorrer grandes áreas caminando y buscando en todas las piedras, tomamos tiempo y el área total que recorremos; caminamos kilómetros buscando para tener una mayor probabilidad de encontrarlos, recorres dos kilómetros y ves cinco abulones, después de horas de estar caminando y buscando”.



La doctora Gabriela Montaño apunta que cuando la densidad es menor a un organismo por metro cuadrado, ya no hay actividad reproductiva, puesto que los organismos liberan sus gametos al medio y deben encontrarse cercanos para que haya fertilización.



Es por ello que además de la densidad de población, con la investigación evaluarán la calidad del hábitat del abulón negro, desde las costas de Tijuana hasta Cataviña, al sur del municipio de Ensenada. Hasta ahora los investigadores han visitado 20 localidades y acudirán a 10 más.



Como resultado preliminar, encontraron que los sitios donde su acceso es más complicado, la población es mayor, lo que podría interpretarse como la incidencia de la actividad humana en la disminución de las densidades.



Sin embargo, esta no es una regla general, pues en Isla Coronado, uno de los hábitats evaluados, el acceso fue complejo y no lograron encontrar organismos en ninguno de los sitios muestreados dentro de la isla.



“Está lleno de gusanos, balanos, son piedras sedimentarias, llenas de incrustaciones o piedras pequeñas que no permiten que se fije bien el abulón, entonces no es un hábitat que les favorezca para el reclutamiento; es una localidad aislada que ahí sí no hay mucho factor antropogénico como disturbio y aun así no había organismos, entonces tiene que ver también con que el hábitat sea el adecuado”, precisa la doctora Montaño.



Cada vez que los investigadores encuentran abulón negro, registran la calidad de su hábitat en la escala bueno, moderado o malo.



Un hábitat bueno será aquel que cuenta con rocas de grietas profundas donde el abulón tiene protección en ambos lados, si solo está cubierto por un lado se considera moderado y si está en una roca sin ningún tipo de protección, se considera un mal hábitat.



“Si está cubierto de algas incrustantes y coralinas rojas, es un buen hábitat también. Hemos encontrado adultos y juveniles en una misma grieta y está cubierto de algas, entonces es un hábitat excelente”.



Además de los académicos, investigadores del CRIP también realizan evaluaciones para conocer el estatus de las poblaciones de abulón, pero estas se llevan a cabo únicamente a petición de los productores pesqueros y sus resultados no se hacen públicos.



Julián Castro, jefe del CRIP Ensenada, explica que las evaluaciones son el sustento para emitir una opinión técnica respecto a las cuotas de captura de la especie, actividad que en el municipio solamente cuenta con tres permisionarios: Litoral de Baja California, Sociedad Cooperativa de Producción Pesquera de Participación Estatal Abuloneros y Langosteros de Isla Guadalupe, y Cooperativa Ensenada.



“Lo que hacemos es estimar conforme al polígono y damos alrededor de cinco por ciento de la biomasa de talla comercial y si puede ser menos, mejor, porque las poblaciones no son abundantes, son escasas”, precisa.



Fuera de estas evaluaciones que se utilizan para determinar cuotas de captura, el último estudio que el CRIP realizó sobre abulón negro fue en 2004, cuyos resultados se concentraron en el documento titulado Evaluación y prospección de abulón negro Haliotis cracherodii en la costa occidental de la península de Baja California.



El documento menciona que, en ese entonces, 98 por ciento de la población de abulón negro estaba integrada por organismos juveniles, con una talla menor a los 120 milímetros de longitud de concha, que es el mínimo que deben cumplir para la captura comercial.



Los investigadores del CRIP interpretaron este hallazgo como una evidencia que “plantea la posibilidad de la recuperación del abulón negro a partir de 2000-2001”, además de haber detectado una diversidad genética esencial para la regeneración de sus poblaciones.



Cultivo, ¿el camino hacia la repoblación?



La producción que se genera a partir del cultivo de abulón en Baja California va en incremento. Estadísticas de la Sepesca muestran que en el año 2000 se cultivaron apenas nueve toneladas, en cambio, el promedio anual en la actualidad es de 30 toneladas.



Las cifras de producción por acuacultura corresponden al abulón rojo, pues a pesar de los esfuerzos científicos internacionales, hasta ahora no se ha logrado establecer un método de reproducción en cautiverio para el abulón negro.



Entre esos esfuerzos se sitúa el proyecto liderado por la doctora Fabiola Lafarga de la Cruz, especialista del Departamento de Acuicultura del CICESE, quien junto con investigadores y estudiantes de posgrado trabaja en la producción de semilla de abulón negro.



La doctora Fabiola Lafarga señala que si desarrollan la capacidad para producir semilla, además de cultivarlo para su comercialización, será factible implementar un programa de repoblamiento del abulón negro en aquellas áreas donde no se ha recuperado naturalmente.



“Podríamos incrementar la biomasa del recurso en el medio natural o en áreas que son propicias pero que no se ha dado una recuperación por el acceso del humano, que es el principal depredador del recurso”.



Con este propósito, uno de sus estudiantes trabaja en determinar la temperatura idónea para el desarrollo gonadal, que se estima en 20 grados Celsius, para posteriormente inducir los organismos al desove y producir la semilla de abulón negro.  



A diferencia del abulón negro, el abulón rojo se cultiva desde hace 30 años y es una especie dócil que se reproduce todo el año, ya sea en estanques o en el medio silvestre.



En contraste, el abulón negro depende de fotoperiodos para generar gónada, de una alimentación específica y otros factores que influyen, debido a que su hábitat, localizado en el intermareal, es menos estable y con grandes fluctuaciones en la temperatura, prolongados periodos de desecación por mareas y fuerte oleaje.



Otro de los aspectos que aborda la investigación es la evaluación genética de las poblaciones de abulón negro, tanto en las costas continentales como en las islas de Baja California.



“Como los queremos reproducir, queremos que resistan temperaturas más altas, nos conviene hacer cría que sus padres sean de las áreas donde vamos a repoblar y que esté adaptado a esas condiciones para que después se puedan repoblar esos espacios. Queremos verificar si genéticamente hay esas diferencias que se están encontrando morfológicamente”, especifica la doctora Lafarga.



A la par de científicos que recopilan evidencia que responda a las preguntas sobre el declive del abulón negro y que proponga alternativas para su recuperación, Armando, un hombre que ha dedicado parte de su vida al mar, observa la especie desde su cotidianidad.



Cada bajamar que desvela la presencia del abulón negro en las costas que Armando recorre por tierra y mar, son un triunfo para su organización y para su trabajo de vigilancia pero, sobre todo, para él que implícitamente se convierte en un guardián del medio ambiente.



Ahí, en la superficie de la concha del negro molusco que soporta los embates de las bacterias, el ambiente, el hambre y la voracidad humanos, converge el empeño de la ciencia y los productores marinos preocupados por la subsistencia de una especie.



“Sí se ha avanzado y bastante, pero no hay otra más que el cuidado de las áreas, no hay otra manera más efectiva de hacerlo más que cuidando las áreas”, concluye Carlos Lozoya, gerente de Litoral de Baja California.