Mientras algunos ayudan a los más necesitados con lo que pueden, otros se dedican al “bachaqueo”, que no es otra cosa que la reventa de artículos de primera necesidad.

CARACAS, VENEZUELA.- “Estoy formado desde las seis de la mañana y, como usted ve, hoy no salió nada, me voy con las manos vacías a mi casa otra vez”, relata con tristeza Héctor Meléndez, padre de familia quien en dos semanas no ha podido llevar algo de alimento para sus dos hijos. Él vive en el barrio popular de Petare y todos los lunes baja hacia algún centro comercial donde vendan productos regulados; al igual que otros venezolanos, tiene que desplazarse desde su barrio (algunos residen a las afueras de la ciudad) para conseguir qué llevar de comer a su casa.



En una entrevista concedida a un reportero de El Universal, Héctor cuenta  que en un día con suerte consigue harina, pan, arroz, azúcar y muy poco jabón. No entiende bien a qué se debe la escasez de esos productos, aunque cree que algún día sabrán qué pasa con ellos.



Debido a que no cuenta con un trabajo formal (labora en el sector de la construcción) no tiene para comprar artículos en el mercado no regulado, y no es el único. Para los más pobres de Venezuela la alternativa está en las calles. En algunos rincones de Caracas se puede ver gente buscando en la basura cartón o plásticos para reciclar y vender y, con un poco de suerte, algo de comida.



Las cifras de pobreza en este país varían dependiendo de la fuente. De acuerdo con la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi), realizada por la Fundación Bengoa (no gubernamental), el número de familias en situación de pobreza pasó de 23.1%, en 2015, a 30.25%, en 2016; las que están en pobreza extrema pasaron de 49.9% a 51.51% en el mismo periodo. Además, 80% de los entrevistados dijeron necesitar de asistencia social.



En contraste, los números oficiales son muy diferentes. En enero pasado, en su informe de gobierno, el presidente Nicolás Maduro aseguró que el número de pobres se redujo de 19.7%, en 2015, a 18.3%, en 2016, y el índice de miseria pasó de 4.9% a 4.4%.



En las calles de la capital venezolana nos topamos con un grupo de tres niños que dicen que recorren todos los días la zona residencial de clase alta tocando de puerta en puerta para conseguir comida. Aseguran que la falta de dinero en su hogar los ha llevado a esto.



“¿Señora, usted no tiene por ahí algo que me regale para comer y llevarle a mis hermanitos? Por favor y que Dios la bendiga”, este es el discurso que Jofre y su hermano recitan cada que tocan una puerta en busca de comida.



Ellos dicen que viven en Colina (uno de los barrios populares) y recorren las zonas de Guarenas, Petare y Guatire (colonias de clase alta) desde las seis de la mañana y regresan a su casa hacia las 10:00 de la noche; explican que normalmente consiguen un kilo de arroz y un poco de fruta. Este día han recolectado tres frutas, pastas para sopa y un poco de arroz.



Daniel, otro de los tres chicos, dice que en ocasiones sólo junta un kilo de comida, que debe racionar para comer y cenar con su hermano de cuatro años. Los tres indican que dejaron la escuela por la falta de dinero y que piden ayuda por decisión propia, para colaborar con la familia.



Otro lugar donde los caraqueños más pobres buscan algo para subsistir es el río Guaire que atraviesa la ciudad y es depósito de desechos orgánicos, aguas fecales y refugio de indigentes y delincuencia. Pese a estar altamente contaminado decenas de personas —niños, ancianos y familias completas— buscan entre el estiércol y la basura algo que sea útil para vender o reciclar.



La reventa

Mientras algunos ayudan a los más necesitados con lo que pueden, otros buscan sacar provecho. Estos últimos son los que se dedican al “bachaqueo”, que no es otra cosa que la reventa de artículos de primera necesidad. Ellos adquieren la mercancía en los supermercados de precios controlados y la revenden a través de una red ilegal que va por las calles de Caracas ofreciendo a sobreprecio café, arroz y azúcar, entre otros productos.



Héctor Meléndez ya no parece sorprenderse cuando relata las condiciones de la escasez que padece a diario. Dice que la Asamblea Constituyente no mejorará las cosas y que el aumento al salario mínimo, anunciado a principios de julio, no lo beneficia sino que lo afectará porque subirá el transporte.



Al ser cuestionado sobre su filiación política descarta ser chavista o de oposición. “La verdad es que no me han convencido de irme de un lado o del otro lado, porque no veo las soluciones, porque ni siquiera los de la derecha o los de la izquierda buscan resolver el problema que tiene el país”, afirma.



Según su punto de vista, la respuesta la tiene una sola persona, y espera que recapacite y haga las cosas como deben ser: “Un presidente debe ser presidente no solamente para un lado, debe serlo para ambos lados, tanto para buenos como para malos, tanto para ricos como para pobres. Eso es un presidente”. Mientras tanto, regresa a su casa sin nada y volverá a la fila el próximo lunes para ver si, ahora sí, hay suerte.