Cada uno de los 560 taxis amarillos que están registrados ante la Dirección de Vialidad y Transporte debe pagar una cuota semanal al sindicato de 30 dólares, concepto que se traduce en 16 mil 800 dólares semanales.

El imperio formado por Rafael Morales Vizcarra se empieza a derrumbar por los excesos y abusos de su heredero e hijo Oscar Morales.



La cancelación de los sitios que por años venían operado en la vía pública de distintos puntos en las inmediaciones de la garita internacional de San Ysidro ha sido un golpe demoledor en la estructura de poder que mantiene Oscar Morales y el Gremio de Choferes que opera más de 550 taxis amarillos.



Como casi todas las organizaciones gremiales, y en especial las ligadas al transporte, el Gremio de Choferes ejerce un férreo control en la operación de los taxis amarillos.



Datos proporcionados por algunos choferes del gremio, que señalan como responsable de la situación que sufren a su dirigente, Oscar Morales, y sus incondicionales Pedro Zavala y Jesus Reynoso, refieren someramente el tamaño del negocio que se derrumba.



El solo ingreso de un carro para operar como taxi amarillo tiene un costo de mil dólares.



También a mil dólares mensuales asciende la cuota para quienes piden no hacer el rol en los sitios del gremio y poder estar permanentemente trabajando en la Línea Internacional, que por obvias razones registra una mayor demanda de servicio.



Cada uno de los 560 taxis amarillos que están registrados ante la Dirección de Vialidad y Transporte debe pagar una cuota semanal al sindicato de 30 dólares, concepto que se traduce en 16 mil 800 dólares semanales.



Como en la época del porfiriato, Oscar Morales impuso una versión de “tienda de raya” entre sus agremiados.



Los choferes de taxis amarillos están obligados a consumir un mínimo de 20 pesos al día en las taquerías que el Gremio de Choferes indique, a las que les impone igualmente una cuota.



Lo mismo ocurre con el servicio de lavado del vehículo, deben hacerlo en uno que es propiedad de Oscar Morales o del gremio, que no es lo mismo pero es igual.



Es más, hasta el agua están obligados a comprar en un expendio específico. De hecho, este negocio fue clausurado recientemente por Reglamentos Municipales por no tener los permisos correspondientes, por la sencilla razón que explotaban un pozo de manera clandestina.



El férreo control hacia los choferes era posible por la imposición de multas de 30 dólares a quien no cubra las guardias o turnos asignados.



Igualmente, estaban obligados a funcionar como “vigilantes” y hasta golpeadores de ciudadanos que utilizaban otros sistemas de transporte en las inmediaciones de la garita, principalmente del a plataforma Uber. No cumplir con estas tareas implicaban sanciones económicas.



Pero los sitios de los taxis amarillos y sus inmediaciones eran considerados por Oscar Morales como de su propiedad, y no solo para que operasen sus choferes, sino vendedores ambulantes e incluso taxistas libres.



A las personas que querían vender sus productos, no era preciso que fueran a tramitar su permiso a Reglamentos Municipales, bastaba con que acordaran el pago de una cuota con el Gremio de Choferes para poder operar.



La cuota para los vendedores ambulantes partía de los 200 pesos diarios, pero podía subir hasta los 200 dólares dependiendo de lo que vendiesen. Ni la autoridad municipal tiene un número preciso de cuántos ambulantes controlaba Oscar Morales en su función de “Jefe de Reglamentos” en sus sitios.



Pese a la oposición de no pocos de los choferes de taxis amarillos, Oscar Morales permitía la operación de taxis libres en su “zona de influencia”, a cambio del pago de 3 mil pesos al mes para que pudiesen cargar pasaje en a línea.



Por ello es que cuando el gobierno municipal determinó clausurar los sitios de taxis amarillos, éstos fueron ocupados por taxis libres… pero solo por quienes cubrían la cuota fijada por el Gremio de Choferes.



La estructura de poder del gremio estaba al alcance solo de quienes pudieran “invertir” o pagar una cuota de mil dólares mensuales y de esta forma formar parte del comité directivo del sindicato y, por consiguiente, tener algunos privilegios.



Este es el negocio que Oscar Morales ve derrumbarse y llevarse en ello a cientos de trabajadores, muchos de ellos inconformes por ser señalados de violentos… pero también sometidos al férreo control de quien hoy también se encuentra el desamparo político.



 



Por Alberto Sarmiento Reyes / Hiptex