Hoy el presidente de la república ya no es el único elector del PRI… su desgaste político le impide emular a sus antecesores.

Por Alberto Sarmiento Reyes / Hiptex
Hasta antes de que se diera la alternancia en nuestro País, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) funcionaba como una dependencia del gobierno federal y, por ende, supeditado totalmente al poder del presidente de la república en turno.

Por ello la designación del candidato priista a la presidencia era la última gran decisión que el primer mandatario en funciones tomaba.

Era todo un ritual.

La maquinaria priista, sus llamadas fuerzas vivas, hoy conocidos como sectores, se plegaban a la decisión presidencial en un proceso único en la política internacional.

Esa maquinaria que Mario Vargas Llosa llamó la “dictadura perfecta”. En unos días, el presidente Enrique Peña Nieto tendrá que empezar a definir la sucesión presidencial… al menos en su partido.

A diferencia de sus antecesores, Peña Nieto no tiene la seguridad que a quien elija se convierta, como por arte de magia, como sucedió por más de siete décadas, en el nuevo presidente de México.

De hecho, hoy las encuestas colocan al PRI y quien vaya a ser su candidato en una muy empinada cuesta arriba de cara a los comicios del 2018.

Por otra parte, el liderazgo del presidente se ha ido diluyendo gradualmente conforme ha avanzado su gestión. Tanto en el país entero como al interior del su propio partido.

Desde hace semanas, los rumores de inminentes cambios en el gabinete del presidente Peña Nieto crecen y crecen. El lunes el presidente estará de gira en Baja California, pero se presume que sea la semana entrante cuando esos rumores se hagan realidad.

Por lo pronto los enroques más mencionados son la salida de Miguel Ángel Osorio Chong de la Secretaría de Gobernación a la de Desarrollo Social. El aún responsable de la política interna y de seguridad, encabeza las preferencias en las encuestas… al interior del PRI.

Otro presidenciable, Aurelio Nuño, hoy secretario de Educación iría a Gobernación. José Antonio Meade, que también se menciona como aspirante aunque el no ser priista lo limita, llegaría a Banxico y con ello saldría de la carrera presidencial.

Luego de dos sexenios panistas ligados, el de Vicente Fox y el de Felipe Calderón, los priistas se enfrentan a un proceso de sucesión inédito.

Hoy el presidente de la república ya no es el único elector del PRI… su desgaste político le impide emular a sus antecesores.

Y es que no podemos hablar de un solo PRI, sino de varios. El del presidente, que tiene en Enrique Ochoa su extensión en la dirigencia del tricolor.

Pero está el PRI de Manlio Fabio Beltrones, el PRI de Emilio Gamboa Patrón, incluso el PRI de Ivonne Ortega Pacheco.

Los inminentes cambios en el gabinete del presidente pondrán a prueba la capacidad de su liderazgo y habilidad políticas para designar al abanderado del PRI… y asumir las obligadas concesiones a los otros PRI´s.

La contienda externa por la presidencia… esa es otra historia más complicada aún para los priistas.