Para don Víctor no existen oficinas lujosas o escritorios reconfortante, ni mucho menos una asistente que le diga la agenda del día, o un teléfono inteligente que le dicte por dónde agarrar camino.

No ve con sus ojos, pero sí con el corazón: ‘‘Yo tengo mucha fe en la humanidad, porque aunque hay gente malintencionada, a esas personas las rebasa la gente buena’’.

Se llama Víctor García Pintos, tiene 53 años de edad, y a pesar de sobrellevar una ceguera total, no se le ensombrece su destino y, por el contrario, su voluntad y ganas de salir adelante le abren camino en esa oscuridad que desde hace 15 años lo acompaña.

A él, mucha gente lo ve todas las mañanas en la esquina de la calle Cuarta y Constitución, de la Zona Centro, donde vende pays de queso; siempre sosteniendo uno en su mano derecha.

‘‘A doce pesos, a doce pesos los pays de queso’’ se oye la amable voz de don Víctor, al estar parado, aguantando las inclemencias del frío, del calor o de la lluvia.

Para él, no existen oficinas lujosas o escritorios reconfortante, ni mucho menos una asistente que le diga la agenda del día, o un teléfono inteligente que le dicte por dónde agarrar camino.

Él solamente anda con su pequeña hielera, en la que guarda sus panecillos, además de su bastón, mientras se recarga en una pared blanca.

Originario de Morelia, Michoacán, afirma que hace 21 años llegó a Tijuana, desempeñando trabajos como el de guardia de seguridad, donde sus ojos eran los celosos vigilantes que le mantenían ante cualquier situación de peligro. Pero nunca imaginó que padecer diabetes le originaría un glaucoma que le provocó la pérdida de la vista total.

LE NEGARON AYUDA

Al perder su trabajo, buscó apoyo por parte de las dependencias municipales, por eso fue al Palacio Municipal, donde pidió un préstamo y ayuda por parte de la Secretaría de Desarrollo Social.

‘‘Hace seis años quería iniciar un pequeño negocio de repostería, antes de ponerme a vender pays en la calle, porque mi esposa se dedica a eso. Me pidieron muchas cosas, trabas, y al no cumplirlas me lo negaron. Ellos no entendieron que no quería regalado el dinero, solo quería un préstamo’’, relató.

No duda en señalar que las autoridades y políticos solo se portan bien y son accesibles cuando hay cámaras o micrófonos, porque entonces ahí sí prometen, pero a la hora en que la gente necesita, se dan cuenta que todo es mentira. ‘‘Yo ya lo viví’’, confesó.

‘‘No porque tenemos una discapacidad queremos que nos traten con cobija de seda, queremos que nos ayuden a trabajar y no ser una carga a la sociedad, o haciendo cosas que no van’’, sostuvo.

Por eso, desde hace casi seis años supo que era salir a la calle o no tener dinero. No podía quedarse encerrado en su casa. ‘‘La discapacidad nos impide algunas cosas, pero podemos seguir trabajando, porque si te quedas en la casa no te llega la comida’’.

EL LADO DISCRIMINATORIO

Y a pesar de tener el apoyo de mucha gente, de sus clientes, los que lo cruzan por las calles, y de sus amigos camioneros de la Línea Azul con Blanco, cuando se dirige desde su casa en Pórticos de San Antonio al Centro, también hay otra gente que se aprovecha de que no ve y lo burlan de la peor de las maneras.

‘‘Hay unos que agarran los pays, se los llevan y yo me quedó con la mano estirada. En una ocasionan una persona se llevó dos, y me dio un billete a la mitad. Otro, una vez me pagó con un tiket de compra, y me quedé ahora sí que ¡ah caray!, pero qué se le va a hacer. Hay gente que me hace eso, pero son más los que son buenos conmigo’’.

Como una anécdota, también cuenta cuando al entrar a un negocio, groseramente lo sacaron al decirle ‘‘Hoy no regalaremos nada’’ , contando que él solamente iba a comprar algo. ‘‘Son granitos negros en el arroz que se tienes que sortear’’.

SUS DESEOS

Hurgando en sus sentimientos más profundos, don Víctor se sincera y cuenta que pese a toda esa fe, en ocasiones lo embarga la tristeza en compañía de su esposa, a la que describe como su mejor compañera, ya que aún siente mucho dolor por la muerte de un hijo, ocurrida hace más de ocho años. 

Pese a ello, no pierde esa sonrisa y les desea el mejor de lo días a sus clientes y todas esas personas que hacen posible que él pueda vender sus panecillos.

Y finaliza con un claro mensaje: ‘‘Que no nos vean como una carga, ni como símbolo de que nos tienen que regalar una moneda , o que por lastima nos digan ‘Toma esta moneda’... Si nos la dan, que sea de corazón, porque podemos trabajar y salir adelante, aun y así con nuestra discapacidad, porque somos gente de buen corazón’’.