El alcohol y su retiro del futbol le nublaron el camino, pero la fe y su voluntad inquebrantable lo convirtieron en el pastor que llevó a la gloria a su Rebaño.

GUADALAJARA, JALISCO.- Matías Almeyda era un hombre anímicamente derrotado. El alcohol y su retiro del futbol le nublaron el camino, pero la fe y su voluntad inquebrantable lo convirtieron en el pastor que llevó a la gloria a su Rebaño. Muchos años su único deseo fue estar con los ojos cerrados, aislado incluso de sus seres queridos. No era feliz.

Su problema con la bebida lo orilló a abandonar las canchas cuando era futbolista y la depresión se enredó en su cuerpo como una serpiente.

Ahora, de rodillas en el Estadio Chivas, Matías lleva de nuevo cerrados los ojos, pero esta vez para elevar una oración y agradecer su primer título de Liga con el Guadalajara. Una estampa que revela la mística que impregna a sus pupilos: humildad, unión y, sobre todo, trabajo. Porque aunque se define como una persona espiritual, Dios siempre lo encontró dando su mejor esfuerzo.

Como cuando por fin despegó los párpados y decidió apoyarse en su familia y acudir a terapia psicológica. O cuando en esos días aciagos Diego Maradona lo rescató del encierro, le pidió que lo acompañara a jugar en el showbol y dijo que sí. Entonces sus amigos le propusieron retornar al campo y aceptó. Volvió a defender los colores de River Plate, con el que descendió. Pero nada lo tumbó.

Se sacó la espina al convertirse en timonel de los Millonarios y regresarlos a la máxima categoría del futbol argentino. También lo hizo con Banfield.

Glorioso Pastor. En 2015 “El Pelado” asumió un gran reto: dirigir a Chivas, uno de los clubes más populares de México, en su primera experiencia en el timón fuera de Argentina.

“Chivas es un gigante dormido y vamos a despertarlo”, dijo en su presentación, lleno de la fe que ocupa su corazón. Entonces salvó al conjunto tapatío del descenso, le dio dos títulos de Copa y una Supercopa. Además rompió una sequía de 20 torneos del chiverío sin acceder a una final de Liga.

Y previo a la crucial batalla por la corona del Clausura 2017 ante Tigres, declaró: “Dios nos hará ganar. A los demás los dejará con las ganas”. Y lo cumplió al darle al pueblo rojiblanco el goce de un cetro liguero luego de 11 años.

“Creo en Dios, soy un hombre de fe. Sin fe, no podría vivir. Pido por la gente, por la paz de mi familia. En el vestuario, pido ganar y que nadie se lesione”, ha revelado Matías.

De ahí la oración tras conseguir la estrella doce del Guadalajara. “El Pelado” se abrazó a su esposa y dio la vuelta olímpica con su padre, figuras que lo levantaron cuando su vida perdía sentido. Maradona, quien en su momento lo sacó de su letargo, también lo felicitó.

“Es algo que deseaba con toda el ama”, señaló Matías, ya con su medalla de campeón. El hombre que lució derrotado ahora halló cómo ser feliz y hacer felices a muchos mexicanos.