Uno de los arquitectos más representativos de México, murió el 22 de noviembre de 1988.

Considerado como el arquitecto mexicano por antonomasia, y premiado dentro y fuera del país (en 1987 recibió el Premio Nacional de Arquitectura, en 1980 el Premio Pritzker y 1985 el Premio Jalisco), Luis Barragán nació en Guadalajara en 1902.

Murió el 22 de noviembre de 1988 en su casa estudio que se levanta en los números 12 y 14 de la calle de General Francisco Ramírez, colonia Daniel Garza, en el antiguo barrio de Tacubaya en la Ciudad de México. Su construcción ofrece una fachada principal con orientación sur-poniente.

La elección de esta pequeña calle es, por sí misma, una de las primeras declaraciones en el manifiesto de esa obra. A pesar de las presiones del desarrollo urbano, ese populoso barrio de la capital mexicana ha luchado por décadas por conservar algo de su carácter singular, y eso, lo supo muy bien el arquitecto.

La elección de esta pequeña calle en el antiguo barrio de Tacubaya es, por sí misma, una de las primeras declaraciones en el manifiesto de esta obra. De ahí, sus restos fueron trasladados al día siguiente a su natal Guadalajara y actualmente reposan en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

De acuerdo con sus biógrafos más confiables, nació el 9 de marzo de 1902 en Guadalajara, donde hizo sus estudios profesionales y se graduó como Ingeniero Civil y Arquitecto en 1925. Tras terminar sus estudios radicó en Europa durante dos años, en viaje de estudios y de placer.

A lo largo de ese viaje, el joven Barragán se impresionó gratamente ante la belleza de los jardines de las ciudades que visitó, como el famoso Generalife de Granada, así como los de las villas italianas y de la costa del Mediterráneo. Desde entonces conservó su enorme interés por la arquitectura del paisaje.

Una vez de regreso a Guadalajara construyó algunas residencias, varias de las cuales fueron publicadas en revistas de Estados Unidos, como el Architectural Record, e italianas; tras la muerte de su padre en 1930, se hizo cargo de los negocios familiares y realizó otros nuevos viajes a Europa.





Decidió vivir en la Ciudad de México, y en 1936 se instaló definitivamente aquí. Hasta 1940 ejerció su profesión construyendo algunos edificios de departamentos en la colonia Cuauhtémoc y pequeñas residencias; en 1940 adquirió un amplio terreno en la entonces Calzada de los Madereros, donde realizó jardines.

Luego vendió la mayor parte de estos jardines, pero se reservó uno pequeño que hasta hoy forma parte de su casa, donde desarrolló un ambiente de su gusto personal, con rasgos tanto de la arquitectura popular como de los antiguos conventos de México, y que fuese, a la vez, una expresión de la arquitectura contemporánea.

Barragán desarrolló el proyecto total de planificación y urbanismo para la firma Jardines del Pedregal de San Ángel, S.A. En el mismo fraccionamiento diseñó varios jardines y obras ornamentales como fuentes, rejas y entradas, y estableció normas de construcción con la finalidad de evitar destruir la belleza del paisaje.

Entre 1952 y 1955 construyó algunas residencias y comenzó también la reconstrucción del convento de las Capuchinas en Tlalpan, donde edificó una capilla nueva. En el mismo periodo realizó algunos proyectos para desarrollos urbanísticos en las costas del Pacífico (zona de Manzanillo), los cuales quedaron en suspenso.

En 1957, fue invitado por la empresa que desarrollo Ciudad Satélite para constituir el símbolo de la urbanización, para el cual Barragán, con la idea definida de que consistiera en un grupo de elementos verticales de gran proyección publicitaria, invitó al escultor Mathías Goeritz a colaborar en el desarrollo del proyecto.

El mismo año, Barragán promovió un fraccionamiento residencial al norponiente de la Ciudad de México, Las Arboledas, para el cual hizo el proyecto de planificación, con obras de ornato y la arquitectura de paisaje general. También participó en la creación de otra urbanización, la del Club de Golf La Hacienda.

De 1969 a 1973 trabajó en los proyectos, no realizados, del plan maestro de Cano, en el Estado de México, y para el fraccionamiento El Palomar, en Guadalajara, así como la fuente monumental en Lomas Verdes, con Ricardo Legorreta. En 1974 construyó la Casa Gilardi, última obra que llegó a terminar íntegramente.

Para 1979, la enfermedad de Parkinson lo había ido minando y le impedía trabajar. Volvió por última vez a Guadalajara en 1985, donde recibió el Premio Jalisco y ese mismo año se realizó una gran exposición retrospectiva de su obra arquitectónica en el Museo Tamayo de la Ciudad de México.