Este día ha fallecido el filósofo y epistemólogo Mario Bunge, que el 21 de septiembre pasado cumpliera cien años de edad

Por Mario BRAVO SORIA / NOTIMEX

CIUDAD DE MÉXico.- Una pregunta ha recorrido la historia de la humanidad: ¿cuál es el sentido de la vida? Algunos seres humanos parecieran predestinados y durante su andar por el mundo derrochan virtudes, talentos y belleza en sus distintas manifestaciones; otros, parecieran nacer ya con sus biografías escritas y se dedican a sufrir y penar; hay quienes transitan la existencia en tonalidades grises, casi apagadas, sin dosis de pasión; otros, viven poco tiempo (apenas unos cuantos minutos u horas); los hay quienes intentan pasar a la historia pero tal entidad no les abre la puerta de entrada; algunos son pacificadores, otros beligerantes, algunos —como diría Antonio Gramsci— se asientan en ser indiferentes. Y unos cuantos pertenecen, me parece, al género de los provocadores: ahí se inscribe la trayectoria profesional de Mario Bunge.

El personaje central de este escrito no ha pasado desapercibido en su paso por el mundo. Mario Augusto Bunge (Florida Oeste, Provincia de Buenos Aires; 21 de septiembre de 1919) es un físico, filósofo y epistemólogo, reconocido en el ámbito de las ciencias y con una particularidad durante este sábado de septiembre: el merecedor del Premio Príncipe de Asturias 1982, hoy cumple cien años de vida.

Radicado ahora en la ciudad de Montreal, el también profesor emérito en la Universidad McGill ha dedicado gran parte de su existencia a producir pensamiento en dos grandes rutas: por un lado, construye su edificio teórico-epistemológico desde el cual ha impartido docencia y escrito un sinfín de libros y artículos científicos; por otra parte, ha sido —y se mantiene siendo hasta este día sábado en el cual su vida se cuenta en un siglo de existencia— un provocador, el cual lanza dardos lo mismo en contra del marxismo que del psicoanálisis, granjeándose adversarios en distintos países del planeta.

Hace unos meses atrás, leí cierto texto de Bunge en un seminario dentro del doctorado en ciencias sociales impartido por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Si he de ser sincero, la propuesta del filósofo argentino me pareció un tanto rebasada por las nuevas epistemologías (decoloniales; poscoloniales; desde los distintos feminismos, y provenientes de los pueblos indígenas), lo cual no implica necesariamente que no deba ser revisada (así como discutida y criticada).

Dicha tarea se vuelve muy compleja y titánica al tratarse de las reflexiones del filósofo aquí mencionado, pues el pensamiento de Bunge es un universo en sí mismo. Ya sea que estemos a favor o en contra de sus teorizaciones, ya sea que militemos y estemos adscritos a una trinchera epistemológica cercana o contraria a la del ya referido científico, considero oportuno apuntar algunas reflexiones en torno a su pensamiento, a propósito de su onomástico que el día de hoy alcanza ya tres cifras.

Diversos frentes abiertos

¿Pero cómo intentar una aproximación al pensamiento de Bunge cuando él mismo declaró abierta batalla en contra del marxismo, el psicoanálisis, los existencialistas y hasta en detrimento de los pensadores posmodernos? Quizás habría que escribir y vivir cien años para encarar tan compleja empresa intelectual. Ni la vida ni las cuartillas de este escrito alcanzan para tal propósito, por lo tanto, propongo revisitar sólo algunos puntos emblemáticos de la polémica obra intelectual de Mario Bunge: tanto su mirada acerca de la epistemología propia de las ciencias sociales como la acérrima crítica que ha realizado al campo psicoanalítico.

Para tales efectos, en los párrafos siguientes presentaré las palabras de algunos especialistas en dichos campos teórico-académicos, con lo cual el lector constatará que este escrito —a pesar de estar enmarcado dentro del centenario de la vida de dicho intelectual— no pretende ser un texto laudatorio sino un ejercicio reflexivo y crítico acerca de ciertos aspectos de la obra de un personaje polémico, multicitado, reverenciado desde ciertas posturas en el ámbito universitario, aborrecido desde otras visiones; pero siempre provocador.

El hacedor de enemigos

Como todo buen provocador, el profesor ya jubilado y radicado en la ciudad canadiense de Montreal, necesita sólo unas pocas palabras para generar resquemor en varios integrantes de campos teóricos. Un ejemplo de ello es cierta declaración que el 20 de enero de 2015 emitió al diario El País, en donde expresó lo siguiente haciendo un resumen de sus aportaciones teóricas e intelectuales:

—No se limita a la filosofía y a la ciencia, incluye también metafísica, teoría del conocimiento, ética y filosofía política. Mi principal aporte es construir un sistema filosófico con algunas ideas nuevas que no se limitan a comentar las ideas de otros, que es lo que ocurre con los autores de filosofía. Es una filosofía nueva caracterizada, primero, por el realismo. El realismo filosófico tiene la tesis de que el mundo exterior no preexiste y existe de por sí, sin nuestra ayuda, excepto lo artificial, los artefactos humanos, y entre los artefactos incluyo a la sociedad, lo hecho por la gente y no por la naturaleza.

“Segundo, es una filosofía materialista; es decir, la tesis de que no hay objetos inmateriales, sueltos, desencarnados, todo lo material es real. En particular, las enfermedades mentales son enfermedades del cerebro.

"Tercero, el sistemismo, o sea encarar los problemas gordos de manera sistémica y no fragmentaria, no contentarse con el análisis, sino hacer síntesis.

“Cuarto, cientificismo. La tesis de que todo lo que se puede conocer se puede conocer mejor usando el método científico, empezando por las ciencias sociales. Por ejemplo, hacer historia o sociología con números, estadísticas".

El lector notará que en el tercer y quinto punto, Bunge declara una abierta cruzada en contra tanto del psicoanálisis como de toda una vertiente epistemológica de corte cualitativa, la cual enarbola no tanto los números, las estadísticas, porcentajes o datos duros sino las voces, la oralidad, la experiencia y la interpretación tanto del sujeto que conoce (investigador) como del sujeto investigado.

En sólo dos líneas, el científico nacido en Argentina durante la segunda década del siglo XX, anula la propuesta y puesta en práctica de uno de los mayores edificios teóricos-políticos del siglo pasado en Occidente: el psicoanálisis producido por la reflexión de Sigmund Freud.

Bunge centra la ciencia social en hechos medibles, cuantificables, verificables… y queda de manifiesto que fenómenos e instancias como el inconsciente o el Complejo de Edipo escapan a dicha caracterización.

Bunge versus psicoanálisis

Para debatir brevemente tales reflexiones, demos paso a ciertas voces académicas e intelectuales que entablaron diálogo con Notimex.

En el caso del doctor Jerónimo Repoll —comunicólogo argentino y coordinador de la maestría en comunicación y política de la UAM-Xochimilco—, establece la siguiente crítica al pensamiento del teórico nacido en la Argentina:

—La ciencia, su método y su filosofía (1959) es un libro pequeño, pero donde Bunge establece un parámetro de lo que se supone hacer ciencia, asumiendo un parámetro estrictamente positivista. Y desde las ciencias sociales, desde donde lo leo, por un lado, nos sitúa en un lugar marginal en términos de producción de conocimiento; por otro, nos establece un parámetro para saber lo que nosotros no podemos hacer.

“La distinción de la aportación de Bunge se centra en un tipo de ciencia que deja al margen otro tipo de construcción como el de las ciencias sociales y las humanidades, y en ese sentido (aún no queriéndolo y como espejo de su propuesta) uno encuentra ciertos argumentos que nos permiten sostener por qué, en el marco de las ciencias sociales, el método científico como el que Bunge construye en búsqueda de explicaciones, con replicabilidad y sistematicidad no puede ser recuperado (salvo excepciones) porque trabajamos con sujetos en la vida social. Él nos fue dando un parámetro de cómo conseguir una mirada propia. Por otro lado está el peligro de las recetas, un corsé que es difícil de romper y tiene consecuencias…”

El pensamiento de Bunge —como podemos mirar— no hace sino arrojar más gasolina al debate ya añejo entre las posturas cuantitativas y cualitativas en el campo de las ciencias sociales. Su propuesta epistemológica necesita de certezas verificables y medibles; por ello, resulta tan crítico de planteamientos como el psicoanalítico, el cual desde finales del siglo XIX planteó territorios no asibles ni enmarcados dentro del tradicional método científico, sino —por el contrario— mucho más instalados en el ámbito de la escucha y de la palabra, la narrativa del paciente, el relato neurótico que el propio analista debe ir desanudando (y el cual, por obvias razones, no puede circunscribirse en registros medibles, verificables ni cuantificables).

Caso por caso, uno por uno

Dentro de este debate abierto por Mario Bunge desde hace ya varias décadas atrás, detengámonos en las consideraciones que Diana Ensástiga —psicóloga e integrante del proyecto psicoanalítico Clínica Comunitaria Tepito— compartió con Notimex al respecto:

—El psicoanálisis parte de que no hay mundo humano sino hecho de palabras; opera con la palabra del que sufre, desde ahí nada puede ser universal como pretende la ciencia, específicamente el cientificismo. El asunto de la demostración en la ciencia tiende a la creación de leyes universales; en contraste, el psicoanálisis convoca a la verdad más íntima de cada sujeto, la cual surge de la experiencia singular de cada analizante, de ahí que lo único que podemos considerar universal en psicoanálisis es el caso por caso, uno por uno. El cientificismo jamás pondrá en juego la verdad que del sujeto surge en un análisis, porque omite al sujeto implicado en la trama de lo que habla, en pro de una supuesta objetividad.

Tal debate entre la objetividad y la subjetividad aún se mantiene tras largas décadas de establecerse dentro de los centros univesitarios. En dicho sentido, Bunge defiende la producción de rigurosidad científica a partir del férreo seguimiento del método científico en contra de lo que él ha denominado como charlatanerías, tal como lo expresó en la entrevista ya referida al diario español El País:

—Hay seudociencias muy destructoras. Por ejemplo, la astrología es inofensiva. En cambio, hay seudociencias muy dañinas, como el psicoanálisis, la teoría económica estándar, todas las medicinas alternativas. Aunque los productos homeopáticos sean pura agua, la práctica homeopática impide que el enfermo se haga tratar en forma científica y entonces la enfermedad prosigue. No tratar una enfermedad es tan malo como tratarla mal. Un cáncer no va a desaparecer por unas gotitas de agua con colorante.

Duro gancho al hígado del profesor Bunge en contra de una de las más brillantes teorizaciones en Occidente durante el siglo XX. En palabras del psicólogo y maestro en psicología social de grupos e instituciones, Baruch Martínez, “en el texto Psicoanálisis a un siglo de distancia, Bunge excede una visión cientificista y sin referencias acerca de a qué se refiere con su crítica al psicoanálisis. Específicamente: la crítica que hace el físico y filósofo de la ciencia en este breve texto está exenta de referencias específicas a pasajes de la obra de Sigmund Freud y se fundamenta, más bien, en lugares comunes de la opinión”.

En dicho texto, el también físico argentino y exiliado de su país a partir de la década de los años sesenta, afirma una sentencia letal: “¿Qué queda de todo un siglo de psicoanálisis? Nada más que fantasía incontrolada. Los psicoanalistas no hacen experimentos, y ni siquiera llevan estadísticas de sus tratamientos”.

En ese sentido al cual apunta la crítica de Bunge, el hoy estudiante del doctorado en ciencias sociales de la UAM-X, Baruch Martínez, pregunta:

—¿Qué hay en los lapsus, los sueños, los actos fallidos más allá de consideraciones orgánicas? Hay algo de lo cual Bunge no puede dar cuenta: existe la palabra, el sujeto de la enunciación. En este sentido, la lectura de Bunge acerca del psicoanálisis es un sesgo propio del lugar del saber que asume el filósofo de la ciencia.

¿Desde dónde escribe Bunge?

A manera de cierre en este breve diálogo entre las posiciones teóricas-epistemológicas del filósofo argentino y algunas reflexiones contrarias a su quehacer intelectual, podemos referir que, seguramente, su posición intelectual y científica corresponde —tal como lo expresa en líneas anteriores el maestro Martínez— a su propio lugar de enunciación, tanto geográfica como política y epistemológicamente.

La biografía de Mario Bunge da cuenta de que el laureado y reconocido científico ha impartido clases —e incluso vivido— en países del primer mundo, puntualmente en Canáda (desde el año de 1966).

Parece obvio que su producción filosófica y epistemológica sea afín a las inquietudes y problemáticas propias de los centros universitarios de tales latitudes; no estamos frente a pensadores como Bolívar Echeverría, Enrique Dussel o Rita Segato, quienes han producido pensamiento situado desde donde viven los condenados de la tierra —parafraseando al teórico caribeño Frantz Fanon.

En palabras del maestro en ciencias sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO México), Adalberto López, “desde la visión de Mario Bunge, toda investigación científica, explícita o implícitamente, abraza una forma filosófica específica de entender y abarcar el problema al que intenta dar respuesta. Aunque, muchas veces, ésta no sea la más adecuada para alcanzar el rigor científico y analítico que le exige toda ciencia.

“Para él, la centralidad de la filosofía en las ciencias sociales trasciende el plano de la epistemología y la ontología para efectuar, parafraseando a Bourdieu, una vigilancia total de las operaciones de investigación. Dado que la filosofía de la ciencia social comparte una serie de principios, conceptos y problemas que atañe a muchos campos de la filosofía, (lógica, semántica, axiología, gnoseología, ética, metodología y ontología), el investigador debe examinar las filosofías, detrás de la relación teoría-práctica, que subyacen en la construcción de su objeto de estudio o más abiertamente en su diseño de investigación”.

Esa revisión o examen que es obligatorio por parte del investigador, según Bunge, colabora en visibilizar de dónde proviene y por qué ha sido producido tal o cual conocimiento, desde tal o cual edificio teórico.

En ese mismo sentido y aplicando tal recomendación del teórico argentino merecedor del Premio Príncipe de Asturias 1982, Bunge no tendría por qué ser decolonial, feminista o teórico de la dependencia; el autor de Buscar la Filosofía en las ciencias sociales ha sido y se mantiene siendo un pensador de altos vuelos intelectuales, con quien se puede estar en acuerdo o desacuerdo —en este texto hemos planteado un abierto desapego con respecto a sus aportaciones teóricas—, pero de quien no se podría pasar de largo sin, al menos, leerle y —después— abrirle una franca crítica y un declarado debate.

En el marco de sus cien años de vida, consideramos relevante este diálogo de puntos y contrapuntos con respecto a sus aportaciones a las ciencias sociales. Como aclaramos al inicio de este escrito, no pretendíamos realizar un texto laudatorio sino que, resulta más justo y coherente con la postura del propio Mario Bunge, establecer un debate de ideas… ¿acaso las ciencias sociales no tienen en ello su máxima misión?