"Yo te puedo arreglar así ciego la cadena del tiempo, cambio de aceite, bujías, con un ayudante pero yo me lo aviento el jale pero no quieren por el Seguro".

La sociedad actual está regida por imágenes, por los impulsos que éstas provocan. Nos hemos convertido poco a poco en un mundo que apela cada día más a la comunicación visual, esto a través de anuncios, pantallas y referencias cognitivas.



Esta obsesión por la imagen ha significado en un obstáculo para los que nos ven, para los que dependen de otros sentidos, tal y como lo hace José Ángel Arreola, invidente que lleva más de cinco años pidiendo dinero afuera del Centro de Gobierno.



Don José perdió la vista hace tres décadas, en un accidente de auto, desde entonces su vida no ha sido nada fácil, al contrario, las pruebas a las que se ha tenido que enfrentar siguen de pie, siendo una problemática, una que busca superar. 



“Yo ya tengo 30 años ciego, yo quedé ciego a los 29 años. Me voltee en un pick-up, un trailer me pegó por un lado, me fue orillando hasta que me saco de la carretera y me di vueltas, eso fue aquí en el Buenos Aires. Lo que pasó con mi vista es que el nervio óptico se me desprendió, entonces la niña del ojo se hizo grandota y por eso no tengo luz. Me hicieron la lucha por siete años en Los Ángeles, haber si podía pegarse el nervio pero ya no se pudo”, señaló.



Pese a su limitación visual, José es un hombre de trabajo, que sabe mecánica, que sabe leer libros en Braille y enseñarlo, sin embargo, su posición como invidente conlleva dificultades legales para los que lo contraten. 



“Yo era mecánico cuando yo miraba, yo te puedo arreglar así ciego la cadena del tiempo, cambio de aceite, bujías, con un ayudante pero yo me lo aviento el jale pero no quieren por el Seguro. Si tú me das trabajo a mí y no me tienes asegurado te clausuran, es una broncota. Si por ejemplo, tu me das trabajo a mi de limpiar tu carro cada semana, yo tengo que tener un permiso, aparte de esta tarjeta de discapacitado del DIF, si tu me vas a dar 300 pesos por lo del carro tienes que ir a darlos al DIF, no directamente a mi”, exclamó.



El dinero que saca de lo que la gente le da lo usa para comprar comida, para su transporte diario, dinero que dice no ser suficiente.



“Voy para cinco años aquí (Centro de Gobierno) y aquí es de donde saco para comer. Vivo en el Cañon del Sainz, en la colonia San Luis. Aquí mucha gente ya me conoce aunque a mí me da vergüenza pedir dinero, hay ocasiones en las que se me atora la garganta por pedir, por pena. Mucha gente me dice que me ponga a trabajar, que no sea payaso que si veo pero no es así, me da tristeza pero no me queda otra que pedir dinero. Por día vengo sacando unos 60 pesos, con eso me hago de comer, con eso vivo”, finalizó.