Más mil 300 ejecuciones ha dejado la guerra entre los grupos que controlan las calles y colonias de la ciudad.

Por Alberto Sarmiento Reyes / Hiptex



De tan alta que es la incidencia delictiva en el rubro de homicidios violentos que registra Tijuana, la capacidad de asombro se ha perdido entre los residentes de esta ciudad.



En lo que va de 2017, el año más violento en la historia de Tijuana, suman ya mil 350 los homicidios. 



Las autoridades de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) atribuyen, casi en automático, que la causa principal de tantas ejecuciones es el narco menudeo.



En promedio, Tijuana registra 4.8 homicidios al día.



A diferencia de aquella época violenta que marcó a Tijuana entre 2007 y 2009, el número de ejecuciones era menor a las registradas este año, sin embargo la espectacularidad de los llamados hechos de sangre en el pasado reciente se propalaron a nivel nacional e internacional.



En aquella ocasión la violencia fue el resultado de la confrontación entre los cabecillas de dos organizaciones criminales, Teodoro García Simental, por un lado, y Fernando Sánchez Arellano, por el otro



Con todo y lo cruenta que fue esa guerra, el número de muertes no llegó a los niveles de 2017.



Tijuana vive hoy muchas pequeñas guerras entre delincuentes. La disputa por el control de cada colonia, cada calle, la libran los narcomenudistas que responden a los intereses de las grandes organizaciones criminales que mueven la droga en la región.



Las víctimas, en un 85 por ciento, según las autoridades de la PGJE, de esta guerra en su inmensa mayoría son ubicadas por las autoridades como vendedores de droga al menudeo, que tienen adeudos o que cambian de proveedor.



Pero las víctimas también son ubicadas por los residentes de las colonias como gente que “anda en malos pasos”, plenamente identificados por su ilícita actividad. 



Por ello la falta de una exigencia ciudadana que demande a las autoridades detener esta ola de ejecuciones.



Así se explica que el asalto a un restaurante, ubicado en la llamada zona blindada, haya causado más revuelo que los cerca de mil muertes que iban cuando ocurrió el incidente en “La Espadaña”.



En lo que va de octubre suman más de 50 asesinatos en Tijuana, lo cual refleja que la violencia entre las bandas de narcomenudistas va a la alza.



Pero las ejecuciones es el resultado de una guerra entre quienes se han dedicado a inundar de droga las calles, colonias, escuelas y parques de la ciudad.



Las ejecuciones son el resultado del lucrativo negocio que genera la adicción a las drogas, principalmente marihuana y cristal, en la juventud tijuanense.



Los más de mil 300 homicidios violentos que han marcado a Tijuana en lo que va del año, refleja la incapacidad de las autoridades de los tres órdenes de gobierno, que no han logrado poner en marcha una estrategia efectiva para prevenir y diminuir las ejecuciones, así como detener, enjuiciar y sentenciar a los responsables.



Pero lo más preocupante es que las autoridades, municipal, estatal y federal, no tienen un programa para atender el problema de adicciones que padece Tijuana.



Miles y miles de personas, principalmente jóvenes, se encuentran atrapados en las droga. 



Mientras no se dé la atención requerida al grave problema de adicciones, las muertes seguirán registrándose en las calles de Tijuana y el número de ejecuciones seguirá incontenible y casi siempre impune. 



Tristemente no se ve voluntad ni mucho menos capacidad de las autoridades para atender el problema más grave que Tijuana enfrenta, que es el consumo de droga.