La familia recorrió diversas dependencias, estatales y federales, para denunciar el secuestro de migrantes en Tamaulipas

Manuel OCAÑO /HIPTEX

TIJUANA.- Una familia migrante ha peregrinado en Tijuana entre instituciones que invariablemente le dicen que regrese al sitio donde la secuestraron a poner ante los mismos secuestradores una denuncia, porque no saben qué paso con más de cien migrantes amenazados con cercenarlos si no se pagaba rescate por ellos.

La familia ha informado en cada intento que fue secuestrada junto con cerca de 150 migrantes en Reynosa y que la policía de ese estado está coludida con una red internacional de secuestradores.

Sin embargo, “fuimos a la Comisión Estatal de los Derechos Humanos en Tijuana y nos dijeron que regresáramos a Tamaulipas a poner allá la denuncia”, dice Juan, el padre de familia.

En el ministerio público en Tijuana dijeron que “para eso tienen que ir a poner la denuncia a Reynosa”, aun cuando se les explicó que las autoridades estaban vinculadas con el secuestro.

Sin sobreponerse del asombro, Juan detalló que inclusive “en la Fiscalía General de la República (FGR) en Tijuana nos mandaban a Tamaulipas”. Fue la oficina de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en Tijuana la que finalmente valoró la gravedad del caso, abrió un expediente y lo turnó a la Ciudad de México para iniciar una averiguación nacional.

Porque ya no había caravanas y tenía que salvar a sus hijos adolescentes de un reclutamiento bajo amenaza de las pandillas, Juan y su esposa, Yeni –no son sus nombres—vendieron todo, pidieron prestado y acordaron pagar a un coyote 35 mil quetzales –unos 90 mil pesos--, la mitad en Guatemala y el resto en Ciudad Juárez.

La pareja dice que en el viaje sin comer, casi sin dormir, alarmados a cada momento llegaron a Monterrey, donde les exigieron el resto del pago, pero fueron entregados a otros traficantes que los llevaron a Reynosa, a una casa hacinada, con ventanas clausuradas donde había unos 150 migrantes.

Lo que pasa, dice Juan, es que “una célula de coyotes te vende a otra, y luego a otra”.

Los captores amenazaban con degollar migrantes para demostrar que hablaban en serio al exigir rescates; con cercenar y destazar cuerpos y mandar fotografías de las partes en mensajes de celular.

Un hermano de Yeni en Los Ángeles tuvo que pagar dos mil 800 dólares un día, mi 500 otro, dos mil 200 otro más, cada vez que una célula pasaba a otra el resguardo de la casa en Reynosa a la que llamaban “la bodega”.

Finalmente unos 40 migrantes que pudieron pagar todos los rescates fueron llevados a la rivera del Bravo para que cruzaran a Texas y se entregaran, pero “cuando pensábamos que ya íbamos a estar a salvo, que nos iban a ayudar, nos mandaron a la hieleras y nos trataron como enemigos, o como delincuentes”, dice Juan.

La patrulla fronteriza les dio en Texas citas para la corte de migración en San Diego, a donde los mandó por avión. La familia todavía estuvo detenida unos días en San Diego antes de que los mandaran a Tijuana, donde por fin podrían bañarse después de casi 40 días y comer algo caliente, recién preparado.

DATOS PRECISOS PARA BASAR UNA INVESTIGACIÓN

En Estados Unidos no quisieron platicar lo del secuestro, para no quedar presos indefinidamente mientras se investiga, pero, aunque temerosa, la familia piensa que en Tijuana tenía que denunciar el secuestro masivo, por temor a que unos 110 migrantes que estaban en “la bodega” hayan sido ejecutados o forzados a delinquir.