Martín a como podía se cubría los golpes, un esfuerzo que apenas le sirvió. Uno de los dos asaltantes dejó al dueño para abrir la caja registradora.

TIJUANA.- El año pasado se produjeron 1,750 asaltos con violencia a comercios en la ciudad de Tijuana, uno de ellos, se produjo en la colonia Del Río parte baja, en la tienda de Martín, quien fue víctima de un robo que le dejo más sinsabores de lo que esperaba.



Fue alrededor de las ocho de la noche de un jueves, la pequeña tienda de la cuadra, de esas chiquitas pero bien surtidas, era atendida por un hombre de 45 años, Martín. 



La noche no pintaba nada distinto, lucia habitual, hasta cierto punto tranquila para  barrio que es catalogado como conflictivo como lo es la colonia Del Río.



Faltaba una hora para cerrar y el dueño aprovechaba para hacer un pequeño inventario de lo que se iba a requerir surtir al día siguiente. 



Pasado seguido revisar las cuentas de los proveedores, sumar, restar, pensar. Dicha rutina de trabajo se vio interrumpida por dos jóvenes; ambos rondaban los 25 años. 



Llegaron y pidieron un galón de leche, cuando Martín se dio la vuelta para tomarlo, fue cuando estos aprovecharon para saltar el pequeño mostrador de madera y así poder golpear a Martín en cabeza, costilla, espalda; los dos hacían lo más que podían por dejarlo herido. 



Martín a como podía se cubría los golpes, un esfuerzo que apenas le sirvió. Uno de los dos asaltantes dejó al dueño para abrir la caja registradora, al no poder hacerlo gritó a este que la abriera, el cual apenas pudo incorporarse a causa de la golpiza recibida. 



Llegó a la caja registradora y saco la venta del día, para esa hora Martín ya cargaba la mayoría del dinero en su cartera, esto, fue sospechado por los jóvenes maleantes que se la pidieron para vaciarla, para llevarse el dinero de una familia de cinco, en donde Martin es esposo, padre de 2 niños y una niña. 



No bastando con el dinero, los asaltantes lo golpearon por otro rato, mientras le amenazaban con no hablar, con que no dijera nada. Por fin se fueron, dejando herido a Martín y llevándose la ganancia del día que ascendía a los 6,000 pesos. 



Ya terminado el asalto, Martín no dudó en dirigirse al Ministerio Público, donde la juez le puso en espera porque decía tener trabajo, estar ocupada. "No había nadie, sólo ella en su escritorio con computadora y el celular en la mano, nos tuvo esperando por dos horas. Cuando le pregunté de nuevo que si nos iba atender, se limitó a contestarme con tono molesto que estaba ocupada, que tenía que esperar, que si quería me fuera a la Cruz Roja a atenderme de los golpes recibidos, lo cual opte por hacer"; dijo Martin, triste y contrariado por el actuar de de la servidora pública. 



Al día siguiente tuvo que regresar para por fin ser atendido, hecho que le dejo una mala imagen, ya que las autoridades no lo escuchaban y parecían más interesados en crear su propia versión. A como pudo dio su testimonio, esperando que la investigación arrojara resultados.



Una semana transcurrió y una persona que llegó a la tienda le dijo lo siguiente a Martín: "Está usted esperando que le digan algo sobre lo de su asalto ¿verdad? es que ahorita vi a un ministerial que hablaba con uno de los hermanos de los que dicen que le robaron, alcance a escuchar que el ministerial le pedía 7,000 dólares por hacer cómo que el caso se perdía o no se avanzaba y se quedaba olvidado".



Martín al escuchar lo anterior, sintió pánico, porque se había enterado días antes que uno de los ladrones de la colonia, de la parte de atrás de su cuadra era un uno de los posible sospechosos, detalle que ya imaginaba pero que de alguna u otra manera se lograba confirmar. 



La gente de atrás de su cuadra, es peligrosa, nos contó y no le pareció extraño que uno de los que por ahí viven haya sido, suele ser una cuadra con mucho vago, drogadicto y hasta con tienditas de venta de drogas; nos narra Martín. 



A los días se confirmó lo que le contaron, al pedir respuestas sobre cómo iba su caso poco o nada se le dijo, sólo se limitaron a pedirle paciencia, que esperara a que saliera algo. Martín ya sabía la respuesta, no había que esperar y desde ese día prefirió no mover nada. El tiempo, para su mala suerte, confirmó el arreglo del ministerial, los dos que habían perpetrado el robo si fueron dos hermanos, dos que vivían muy cerca de Martin, en las cuadras de atrás de su casa. 



Sintió medio, impotencia y decepción por la justicia mexicana. "Preferí dejar todo así, ya no decir nada para no meterme en problemas. Eso fue hace un año y sigue todavía fresco en la memoria el día en que ocurrió, espero no vuelva a pasar, no quiero ser de nuevo una víctima que no encuentra justicia"; finalizó.