Así es la vida en el barranco, donde la inestabilidad del suelo es sinónimo de duda de saber cuánto más aguantará la tierra sin moverse, sin que se caiga el hogar.

Texto y fotos: Crisstian Villicaña

Cuando se piensa en Tijuana, en su topografía, asentamientos y calles, se vienen en fila una serie de imágenes con subidas y bajadas, casas en las orillas de cerros a punto de derrumbarse, así como caminos de difícil de transitar. 

Así es la vida en el barranco, donde la inestabilidad del suelo es sinónimo de duda de saber cuánto más aguantará la tierra sin moverse, sin que se caiga el hogar. 

Dentro de las diferentes colonias que padecen está problemática se encuentra la Anexa del Río, ubicada a un costado de la colonia del Río parte baja y la colonia Libertad. 





Ahí, en ese espacio, hay varias casas con familias que viven con la incertidumbre de un posible derrumbe. 

Una de esas familias es la que integran la señora Mariana, su esposo e hijos, quienes sólo ven cómo otros hogares han quedado reducidos a la nada. 

"Me ha tocado ver tres derrumbes de casitas que fueron construyendo; cuando se vienen las lluvias fuertes se las llevan. Está peligroso, porque en un ratito se puede ir uno con todo y la casa; a nosotros nos ha tocado suerte de que no se ha caído la casa, ha aguantado", platicó. 

Dijo que en poco más de 20 años de vivir en la colonia ha presenciado cómo se ha ido poblando el cerro, en especial por los llamados "paracaidistas" que llegan a construir hogares a base de madera, palos, cartón, lonas, lo que sirva para establecer un lugar donde vivir. 

"Nosotros si compramos, pagamos por el terreno, pero hay mucha gente que no, sobre todo los que han ido llegado los últimos años, que nomás llegaron y empezaron su casa y ahí están, uno no puede hacer nada, ya es cuestión de ellos", agregó. 





Para llegar a los hogares hay que caminar entre llantas que los mismos habitantes colocan. Es inseguro, y en cada paso se siente la posibilidad de resbalar, esto pese a que el piso está seco, pero con tierra suelta. 

Cuando llueve, las cosas cambian, el riesgo de derrumbe aumenta, pero de igual formas las condiciones de vida empeoran, se vuelve complicado salir del hogar, caminar para salir a la escuela o el trabajo. 

Como es de esperarse en una colonia donde las subidas y bajadas predominan, la condición física es exigida hasta para ir por las tortillas, escaleras con 50 o más escalones asemejan el caminar por las pirámides prehispánicas. 





"Aquí todo es difícil, subir los garrafones del agua, el tanque de gas, el mandado, todo, absolutamente todo. Yo por ejemplo hay cosas que no subo, que se las dejo a mis hijos o mi marido porque no puedo, o me agarro o cargo las bolsas; en los días de lluvia menos bajo, no se puede". 

Pese al riesgo, las incomodidades, hay decenas de familias que tienen que vivir con esta realidad, la de habitar el barranco. Las circunstancias los llevaron a una vida que no sólo es una cuestión de subidas y bajadas, el vivir en colonias con estás condiciones implica en algunos casos una situación también de inseguridad, como lo agrega, Mariana. 





"A nosotros no nos ha tocado, yo creo porque ven a mi marido a y mis hijos, pero si conozco a gente que le han robado"; al cuestionarle qué tan inseguro es por las noches, subrayó; "no hay muchas luces, truenan los focos de las lámparas para que este obscuro y ya no vienen a cambiarlos, así que sí está peligroso, hay gente que si anda viendo qué robarse y en las noches es más fácil sin luz". 

El panorama muestra es una mezcla de hogares humildes, con otros que ya son de materiales más sólidos como el bloque y el cemento; las realidades de cada uno son distintas, parece abundar la clase trabajadora, sin embargo, como en la mayoría de las colonias populares o de asentamientos irregulares, el robo, propiciado muchas veces por el consumo de droga, es una realidad del día a día. 

"Hay gente y sabemos quiénes son, los que se drogan. Yo les digo a mis hijos que no los volteen a ver o si les hablan nomás les digan que llevan prisa o que ya van tarde, porque ellos nomás están buscando una chance para ver si te acercas y ahí agarrarte para ver qué traes", narró. 

La presencia policiaca no abunda, si acaso por el día pasa una o dos patrullas, pero por las noches no, precisa Mariana, quien como muchos otros tiene que vivir con esta realidad que aqueja en dos sentidos, el riesgo de perder el hogar y hasta la vida en un derrumbe, aunado a la inseguridad de vivir en una colonia un tanto olvidada.