Casi siempre se le veía en la mano una pequeña botella de Tonayán, un aguardiente de baja calidad que resulta ser el mejor aliado para olvidar.

Solía caminar por las vías del tren, en medio de los rieles. Su cuerpo anestesiado por el alcohol de una bebida barata se movía de un lado a otro, casi cayéndose. Las vías eran su hogar, el cual compartía con cuatro amigos que la protegían, también vagabundos del lugar que eran su familia.



Hablar de la vida de la “Triny” resulta complicado, a ella no le gustaba comunicarse demasiado, las pocas veces que la observé hablando era al oído de sus compañeros, sólo para decirles unas pocas palabras, inaudibles para los demás. 



Al igual que la voz, sus movimientos eran apenas perceptibles, guardaba una cadencia que tal vez se debía a los años, al alcohol, tal vez a ambos. Casi siempre se le veía en la mano una pequeña botella de Tonayán, un aguardiente de baja calidad y precio módico que resulta ser la opción más accesible para los que habitan las calles. 



Se dice que cayó a las vías del tren luego de que su familia le diera la espalda ante su adicción. En ese espacio es común encontrar gente en situación de calle, población que asciende a más de 2000 personas según declaraciones de Rodolfo Olimpo Hernández Bojórquez, delegado de la Zona Centro, quien en abril del presente año aseguró que la mayoría de esta población se encuentra en el primer cuadro de la ciudad y en la llamada zona turística. 



La “Triny” al parecer ya no forma parte de dicha estadística, ya que desde hace más de cinco meses ya no se le ve en las vías junto a sus compañeros de vida. Nadie nos supo decir si había muerto, si estaba en un centro de rehabilitación o si alguien la había rescatado de las calles (hecho que parece complicado). 



Al poco tiempo nos dimos cuenta que ya tampoco sus amigos estaban, en su lugar una población de deportados, vagabundos y adictos más jóvenes, los cuales pareciera que fueron los que desplazaron a los más viejos. 



Otra posibilidad es que la “Triny” haya muerto de cirrosis por su adicción al aguardiente, no lo sabemos con certeza, lo que sí, es que ya no está, que ha desaparecido sin dejar rastro, sin importarle a casi nadie, en el olvido de las calles de una ciudad que cada día alberga más y más gente sin hogar.